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Puerto Princesa, Última Parada de Filipinas

Puerto Princesa, Última Parada de Filipinas

Después de casi un mes recorriendo playas de agua cristalinas, viendo puestas de sol inolvidables y pasando grandes momentos con gente de 10, nuestra etapa por Filipinas estaba llegando a su fin en Puerto Princesa.

Poco a poco fuimos recorriendo la isla de norte a sur: aterrizando en Coron, viajando en ferry a El Nido y de ahí en furgoneta camicace a Port Barton. Nuestra última parada fue Puerto Princesa. Aquí tan solo estuvimos 2 dias cortos y fue nuestra última parada antes de volar a Hanoi, (Vietnam) con escala en Manila.

Los días que estuvimos en Puerto Princesa no fueron planeados por casualidad en nuestro calendario. Habíamos leído maravillas sobre el “Underground River” o “Rio subterraneo” en la zona de Sabang y no queríamos irnos de Filipinas sin ver esta maravilla de la naturaleza.

Por el escaso tiempo que teníamos en esta zona decidimos tener la excursión organizada de antemano por internet, a través de una agencia, llamada: “Go Discover travel”.

Imagino que esto es cuestión de opiniones, pero aunque el servicio de la agencia que contratamos fue bueno y la guía fue aportando toques de humor durante todo el recorrido en furgoneta , la verdad es que visto los precios de la entrada (en caso de viajar por tu cuenta) y comparando con lo que nos cobraron por el “paquete” (que incluía: transporte+ comida+ y entrada al Undergroun River – sin incluir las famosas “Enviromental Fee” que hay que pagar en este país para todo- ), la verdad es que el toque de humor de la guía no fue para tanto como para pagar el coste de diferencia!! En nuestro caso pagamos la comodidad de tenerlo ya todo organizado, pero creo que merece la pena ir por vuestra cuenta si contáis con algo más de tiempo. Estos son los precios que vimos en agencias de la zona.

Lamentablemente a Sergio su barriga le volvió a jugar una mala pasada después de haberle dado tregua durante toda nuestra andadura, así que decidió quedarse en tierra.

A las 6 de la mañana, puntual me recogieron en la recepción del hotel. Allí que me fui yo, con mi excursión organizada, en la que éramos 6 personas en total:  2 parejas de filipinos que vivían en Cebú, la guía y yo.

El viaje desde puerto princesa duró unas 2 horas y media (70 Km), eso si con la parada de rigor para el desayuno “fiipino style” (Arroz, carne, pescado a las 8 de la mañana). Paramos en un sitio a medio camino que se llama “Buena Vista” precisamente por las vistas que había desde el mirador, la verdad que muy bonitas!

Desde aquí a no más de 15 minutos, nos paramos para ver la llamada “Cueva del elefante” sin duda recomendable.

Sin más, y tras la foto de rigor, continuamos nuestro camino hacia la terminal de Sabang.

La verdad es que esta todo bastante bien organizado, aquí es donde se encuentra la oficina de tickets y desde donde salen los barquitos perfectamente numerados hacia la entrada de la cueva. El trayecto hasta llegar a ella, no es mas de 10-15 minutos en barquita motor. A su paso fuimos contemplando la belleza de las montañas que guardan en su interior el llamado Underground River.

Llegamos a la playita desde donde se accede a la cueva. No sin antes acercarnos a ver unos dragones de komodo que había por la zona y algún que otro mono que curioso se acercaban a ver que podían pillar de comer!

Antes de acceder a la zona de barquitas, te facilitan una audio-guia que te hace muy amena y entretenida la visita. (la guía también está disponible en español)

No pude evitar reírme cuando una de las primeras cosas que llega a mis oídos nada más poner la audio guía es: “cuando entre a la cueva se recomienda cerrar la boca al mirar hacia arriba, no nos hacemos responsable de lo que pueda caer en ella, pero puede que no sea del todo agradable” … no entendía muy bien porque… hasta que todo cobro sentido, cuando nada más ver la entrada a la cueva vi como cientos de miles de murciélagos nos daban la bienvenida!

Una de las cosas curiosas que cuentan en el audio guía, entre muchas otras, es que hay épocas en que la población de murciélagos es tal dentro de la cueva, que tienen que cerrarla porque es imposible el paso… asi que imaginaros! Por suerte para mí, no fue el caso.

La cueva es desde luego digna de ver, pese a la afluencia de turistas, se intenta conservar lo mejor posible y para ello no se ha instalado ningún tipo de sistema de iluminación que hace que la cueva se mantenga mejor, siga creciendo y este todavía “viva”. Lo único que nos daba luz era la luz que portaba el guía de la embarcación, salvo eso, todo lo que nos redeaba era silencio que se interrumpía con el revoloteo de los múrcielas y el goteo del agua todo lo demás permanecía a oscuras, guiándonos simplemente por estas luces diminutas de otras embarcaciones. La última parada de la ruta la sala de la catedral, espectacular, haciendo honor al nombre. Un total de 1 hora de recorrido.

Una vez acabada la visita, la misma embarcación que nos trajo a la playa nos lleva a un punto intermedio desde donde por un sendero accedimos a la zona del ZIPLINE! (Actividad extra, no incluida en el precio de la excursión). 100% recomendable para lo más aventureros. Si bien no es tan “espectacular” como la de Chiang Mai a nivel de altura, por las vistas bien merece la pena, ya que es uno de los pocos ZIPLINE que existen en el mundo que une dos puntos, sobrevolando por encima del agua!

 

Una vez en tierra firme, con un Jeep, nos llevaron al mismo punto desde donde partimos con la embarcación hacia la cueva. Aquí es donde se encuentra el punto neurálgico de la zona y donde teníamos organizado el buffet de comida, incluida en la excursión. El sitio en concreto que estuvimos fue: Gusto grill & restaurant. La verdad es que tenían una gran variedad de comida la verdad es que muy rica!

De aquí me llevo, las enseñanzas de cultura gastronómica de una de las chicas filipinas que venia conmigo en el grupo. Es curioso como lo que nosotros podemos encontrar “normal” mezclar en cuanto a ingrediente para ellos es “raro”. Asi que tras echarse unas risas a mi costa, y de bombardearla a preguntas sobre que eran aquellos sabores que no conocía, decidí seguir sus instrucciones de cómo mezclar ingredientes! ¡La verdad es que me supo todo mas rico tras seguir sus recomendaciones! ☺

Con todo esto, me sorprendió ver el reloj y ver que tan solo era las 12 cuando regresábamos a la furgoneta y partíamos rumbo a puerto princesa. A eso de las 13.30 estábamos en el hotel de regreso. La excursión estaba prevista que regresara a las 5 de la tarde.  También imagino que el hecho de que fuéramos 5 personas y nos 12 (el máximo de plazas de la furgoneta) agilizaba mucho todo. No hay mal que por bien no venga, y después de contarle a Sergio la excursión y enseñarle las fotillos intentando “teletransportarlo” conmigo por unos minutos, nos fuimos a darnos un banito a la “charquita” del hotel.

El dia acabó tranquilito, con una puesta de sol y haciendo la maleta.

Aunque nuestro vuelo a Hanoi desde manila no era hasta las 23:00 de la noche, el vuelo desde Puerto princesa era a las 11 de la mañana.

Desayunamos tempranito y sobre las 9 nos fuimos al aeropuerto internacional. Nuevo, recién estrenadito. Recuerdo la conversación con Sergio en la furgoneta justo antes de llegar: “que bien nos hemos distribuido el dinero, hemos sacado lo justo. No nos ha sobrado nada, pa una botellita de agua”.

Pues bien, 10 minutos mas tarde, nos estábamos arrepintiendo de estas palabras… las famosas “Fees” volvían a hacer de las suyas. Había que pagar 200 PHP (por persona) si queríamos salir del país, y teníamos “pa’ una botella de agua”…

Todo lo que puede parecer sencillo a simple vista, en Filipinas, ya os puedo decir que seguramente no lo sea! ¿Para qué va la gente a necesitar un cajero en un aeropuerto, verdad? Pensaría el lumbreras que diseño el aeropuerto!

Pues bien, sin dinero y sin cajero… ¿cual es la tercera opción? Buscar un sitio de “cambio de moneda” que al parecer solo había en “llegadas”… todo bien hasta ahí..

Mientras yo me quedaba haciendo malabares con las maletas y los kilos de mas y de menos entre maletas (muy estrictos en algunas compañías y muy toca pelot** en otras) Sergio se fue en busca de lo que yo creía que sería la tercera opción, pero nada mas lejos de la realidad, Sergio creo una cuarta opción: hacer negocios con un policía que había en la puerta de la terminal y le cambio un billete de 5 euros por las 400 PHP que necesitábamos para las fee. Ala! Todos tan contentos!

Una vez pasado el control, haciendo un poco de trampas con eso de los kilos y las maletas.. nos encontramos en el aeropuerto con la parejitas de filipinos de mi excursión que justo cogían el vuelo dirección a Cebu ese mismo día.

Sin más nos despedíamos de Filipinas que sin duda pasa a ser uno de nuestros destinos favoritos.  

Próxima parada: Hanoi (Vietnam)

PUERTO PRINCESA, INFORMACION EXTRA:

  • Alojamiento: – esta vez nos alojamos en un hotel de la cadena Zem Room- Grande Vista. Precio de la habitación 1,400 PHP con piscina,A/c y desayuno incluido.  Transfer al aeropuerto también incluido.
  • Sitio para comer: Al lado del hotel nos recomendaron uno que no estaba mal, con precios y comida bastante buenos. El nombre Balinsasayaw

Excursión:

  • Organizado con la agencia “Go discover travel”: 2350 PHP p.p (Mas las “Fee”)
  • Enviromental Fee: 150
  • ZIP LINE: 500 PHP

Dicho esto aquí os dejamos el enlace de la agencia

Fees Aeropuerto:

  • Aeropuerto Puerto Princesa: 200 PHP
  • Aeropuerto Manila: Ojo, aunque nosotros no tuvimos que pagar, por que el billete que compramos ya lo tenia incluido, tened en cuenta que en Manila también había que pagar Fees no eran precisamente bajas. Creo recordar que eran unos 800 PHP para vuelos internacionales (un poco menos para los nacionales).
Se acaba un sueño, empieza otro

Se acaba un sueño, empieza otro

Son unas líneas difíciles de escribir.

Voy borrando el texto de inicio a medida que escribo, no avanzo.

Realmente me cuesta explicar lo que sentimos en estos momentos. ¿Qué me pasa?

Hemos intentado relatar nuestras aventuras durante todo el viaje pero no encuentro adjetivos que puedan calificar esta experiencia, no tenemos imágenes que transmitan lo que nuestros ojos han contemplado, no hay palabras que puedan resumir lo que hemos sentido.

Lo reconozco. No somos los mismos, hemos cambiado.

Pero no quiero que esto quedé aquí, necesito hacer este ejercicio mental que recoja las respuestas a cuatro puntos: lo que hemos aprendido, lo que ha supuesto para nosotros, por qué ha sido tan importante y cómo afrontamos nuestra vuelta.

Por eso decido escribir estas líneas desde Singapur, a escasas horas de coger el vuelo de vuelta a la realidad. Es importante hacerlo antes de sumergirnos de nuevo en la vorágine del día a día, en nuestra nueva burbuja. Y es que aquí es donde empezó nuestra aventura hace exactamente 133 días y aquí es donde “termina”.

Y porque no sé hacer fotos que sino... #gardensbythebay

¿Qué hemos aprendido viajando? 

  1. No soy alérgico a la lactosa ni al gluten. Mis fuertes problemas estomacales eran fruto del estrés. Un problema que a partir de ahora me tomaré muy en serio, y es que poder hacer vida normal ha sido sin duda lo mejor del viaje.
  2. No puedo estar sin “hacer nada”. Estar tirado en una playa es un privilegio, pero necesito acompañarlo con algo que me haga sentir realizado. Mi pasión por el marketing digital y el deseo de poder ayudar a otros nos ha tenido 4 meses trabajando mientras conocíamos nuevo mundo.
  3. España no es un país subdesarrollado. Aunque socialmente España me sigue avergonzando, y el tema de la corrupción sea insostenible, cuando viajas puedes poner las cosas en perspectiva. Tenemos un país envidiable.
  4. El gimnasio es un engaño. Tras estar tanto tiempo sin entrenar me he dado cuenta de que no quiero volver a trabajar los músculos con pesas, prefiero luchar por un cuerpo elástico y equilibrado. Entrenar con el peso de tu propio cuerpo es más que suficiente y mucho más eficaz.
  5. Somos muy afortunados. Seguir cumpliendo sueños es un privilegio. Hay que hacer sacrificios, pero sin la suerte y la salud de nuestro lado nada de esto habría sido posible. Gracias a Dios no hemos tenido contratiempos serios, salvo este robo que quedará en anécdota.
  6. Hay vida fuera del sistema establecido. Hemos conocido mucha gente que se gana la vida de una manera que no se enseña en la Universidad. Otro estilo de vida que, por ser diferente, no está tan bien visto por la sociedad.
  7. No es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita. Lo que nos parecía un topicazo antes de salir de viaje, se ha convertido en una verdad como un templo. He visto gente que no tenía nada, más feliz que yo. Sus sonrisas me han llenado de alegría. Su forma de entender la vida, me han hecho replantearme muchas cosas.
  8. Hemos echado de menos a mucha gente. Este viaje nos ha alejado de gente que considerábamos cercana, nos ha acercado a otros que a priori no ocupaban ese asiento VIP en nuestra vida pero también ha abierto la puerta a nuevas caras que se han ganado un hueco en nuestro corazón y que espero volver a ver más pronto que tarde.
  9. Nuestras vidas están llenas de excusas. Es más fácil poner excusas, que asumir la responsabilidad de nuestras acciones u omisiones. No hay falta de tiempo, sólo falta de prioridades.
  10. Make a decision, make a commitment, make a plan. Vivimos frustrados por cosas que queremos hacer y no hacemos o intentamos. Tras una conversación con otra viajera, mientras tomábamos café en el jardín de nuestro hostal en Bali, quedó claro que su filosofía de vida se resumía en estos 3 puntos.

Porque en el fondo, de lo que se trata es de que cuando seamos abuelos y miremos por el retrovisor, veamos estos momentos llenos de sonrisas #boracay #filipinas #kiennoarriesganogana #dia13

¿Qué ha supuesto este viaje para nosotros?

Releo como fue nuestra llegada y siento de nuevo el estrés que traíamos.

Como dice el refrán, “teta y sopa no cabe en la boca”. El vivir una experiencia de estas características supone hacer un sacrificio en otros aspectos. Son precisamente estos sacrificios los que hacen que muchos decidan no dar el paso.

Si soy sincero, todavía no tengo muy claro si este viaje ha sido el motivo por el que hemos dejado nuestra vida en Londres atrás, un motivo más, o simplemente un plan que encajaba de puta madre en nuestra vuelta. Nunca lo sabré, porque a veces consigo engañarme a mí mismo bastante bien.

Lo que tengo claro es que hacer un viaje de estas características suponía tener que dejar nuestros trabajos. En mi caso dejar Google, un sitio con el que soñé desde que nos fuimos a Inglaterra, lo máximo a lo que aspiraba en el mundo de marketing digital.

En el de Bea, una agencia en la que le acababan de promocionar, subir el sueldo y dado todavía más responsabilidades.

Supuso también ahorrar una cantidad de dinero importante durante muchos meses. Teniendo en cuenta que cuando conseguimos trabajo en Londres, nuestra capacidad de ahorro mensual se limitaba a algo menos de 50 libras mensuales, el objetivo se antojaba complicado. En cuanto nos mudamos de casa en Londres para vivir solos después de 3 años de relación, buscando nuestra intimidad, decidimos alquilar la segunda habitación y así volver a renunciar a nuestro espacio, a cambio de acercarnos más a ese objetivo principal.

También suponía dejar de lado otros proyectos como meternos en una casa a nuestra llegada a España, o reducir considerablemente el colchón económico con el que poder mantener a flote proyectos personales que aspiramos lanzar a corto plazo o poder resistir tiempos de tempestad.

Como con cada decisión, valoramos los pros y los contras, y por muchos motivos decidimos lanzarnos a la aventura.

Además de todo lo que hemos aprendido viajando, este viaje ha supuesto para nosotros un antes y un después.

Nos ha servido para darnos cuenta de que realmente, el viajar indefinidamente, no es algo que realmente queramos perseguir. Ha estado genial como experiencia, pero el tipo de vida que buscamos tras tantos años fuera de casa se aleja de esa realidad.

Nos ha servido para conocer cosas de nosotros mismos que no sabíamos, pero también para reforzarnos como pareja. 24 horas juntos durante 133 días y ni una discusión.

Nos ha devuelto la tranquilidad y paz interior que añorábamos.

Nos ha servido para ver las cosas con mejor perspectiva, esa que uno pierde cuando no tiene tiempo ni de analizar su día a día.

Nos ha inspirado y dado una visión mucho más creativa para el proyecto que vamos a lanzar. Parece mentira, pero hemos completado todas las fases que teníamos en nuestro planning en estos 4 meses. Esto no sólo nos llena de satisfacción, si no que nos pone en una situación muy cercana al lanzamiento que hace unos meses parecía imposible.

Nos ha hecho ver y valorar cosas que antes pasaban desapercibidas: desde un simple atardecer, pasando por entender la forma de comportamiento de animales, hasta el hecho de recorrer la historia y el horizonte de una isla en lo alto de una 125cc.

 

Nos ha aportado una sensación de libertad que nunca antes habíamos experimentado. Ser dueño de tu tiempo, cancelar y rehacer planes en base a lo que te plazca y hacer lo que te da la gana en todo momento no tiene precio.

Y, por si fuera poco, nos ha empujado a hacer hasta 10 cosas por primera vez.

10 cosas que hemos hecho por primera vez

  1. Hacer submarinismo. La sensación de poder respirar bajo el agua y descubrir el mundo submarino ha sido sin duda, uno de los momentos más especiales del viaje. Fue tal el subidón que decidí sacarme el Open Water en Koh Tao.
  2. Surfear: Era uno de los objetivos del viaje, iniciarme en este deporte que tanto me llamaba la atención. Cabalgar las olas en Filipinas e Indonesia fue una sensación indescriptible.
  3. Paddle Surf. Un remo y una tabla. Eso es todo lo que necesitamos para relajarnos en Siargao y descubrir una nueva modalidad de deporte que espero poder volver a practicar a orillas del Mediterráneo.
  4. Presenciar unas cataratas. No era consciente de ello, hasta que me ví delante de ellas. Nunca había presenciado unas cataratas antes, ni me había sentido tan pequeño.
  5. Hacer Yoga. Nunca pensé que el Yoga me hiciera sudar tanto. Trabajando los músculos de una manera que no estoy acostumbrado, puede haberse convertido en un nuevo hobby que me ayude físicamente y que pueda compartir con Bea.
  6. Meditación. Descubrir maneras de desconectar la mente del día a día y conseguir así encontrar esa paz interior de la que carecemos ha sido súper interesante. Con sus “Ohhms” y todo, intentaremos seguir practicándolo con regularidad.
  7. Leer: Por sorprendente que parezca, ¡no me había leído una novela desde que me obligaran en el colegio! Dos han sido los libros que han caído. Aunque podrían haber sido muchos más, vuelvo satisfecho de los avances realizados.
  8. Estar más de 10 días sin Internet. Mi forma de vida se basa en Internet. Vivir sin acceso a la red me provocó ansiedad al principio, pero una paz increíble después. La sensación de volverte más sociable, más cercano y más presente fue alucinante. Mentiría si dijera que es algo que haré con asiduidad, pero fue una experiencia recomendable.
  9. Roll & Release. Aprender esta técnica con el uso de pelotas para romper la fascia del cuerpo y aliviar los dolores musculares nos ayudó de una forma difícil de explicar. Las sesiones de masajes que acompañaron esos días quedarán para el recuerdo.
  10. Admirar el placton fluorescente de noche. Meterte en el mar a la 01.00 de la mañana y bucear mientras dejas atrás a millones de partículas fluorescentes fue como volar en el espacio entre millones de estrellas. La oscuridad del fondo marino sólo se veía interrumpida por esas partículas visibles sólo al nadar. Un milagro de la naturaleza.

La conclusión para nosotros no podía ser más clara. Cada uno de los días de esta experiencia han merecido la pena.

Descubriendo el mundo submarino! ??? #submarinismo #kohtao #ocean #newhobby

¿Por qué ha sido tan importante esta experiencia?

Todos los puntos de lo que ha supuesto el viaje para nosotros y las 10 cosas que hemos hecho por primera vez, bastarían para responder a esta pregunta, pero hay que ir un poco más allá.

Esto ha sido más que una experiencia. Fue una promesa que Bea y yo nos hicimos allá por Octubre de 2011. “El día que nos volvamos de Reino Unido, haremos el viaje de nuestra vida”.

Cinco años más tarde nos casamos. A la hora de organizar nuestra luna de miel, sopesamos seriamente si realmente celebrarla o no porque en nuestra mente estaba hacer algo como lo que acabamos de hacer, pero el miedo a que no consiguiéramos cumplir con nuestro sueño y quedarnos también sin luna de miel, pesó demasiado.

Fue allí, en México, en nuestra Luna de Miel, dónde volvimos a prometernos a nosotros mismos que haríamos todo lo posible por hacer un viaje de estas características.

 

¿Sueñas-

Éramos conscientes de que lo que queríamos hacer, no era tan fácil como dejarlo todo e irse. Queríamos volver a España con las cosas medianamente organizadas. No queríamos lanzarnos al vacío sin un paracaídas.

Cumplir con tu palabra, conseguir hacer tus sueños realidad, es algo que no debería pasar desapercibido y que hay que saber celebrar y valorar. Se trata de proyectos que no se consiguen materializar hasta pasados unos años. En nuestro caso, requirió de mucha planificación no del viaje en sí, sino de encontrar la fórmula para hacerlo.

La cara de felicidad cuando aterrizamos en Singapur y nos miramos, y los millones de sonrisas que nos hemos dedicado, no las olvidaré jamás. Lo habíamos conseguido. Todos los sacrificios, toda la planificación, había merecido la pena.

¿Cómo afrontamos nuestra vuelta?

 No ha habido ni un día en el que no nos hayamos acordado de cómo era nuestro día a día en Londres.

Cuando desayunábamos en la playa con un mar semitransparente de fondo, brindábamos con el café. Por las tardes brindábamos con un roncito.

Hemos tenido tiempo para valorar nuestro tipo de vida en el extranjero, nuestra vida durante todos y cada uno de los días de este viaje, pero también para pensar en cómo afrontaríamos nuestra vuelta.

Está claro que nos encanta viajar, y decir sin contexto ninguno que afrontamos la vuelta con ilusión, puede dar lugar a confusión.

Uno no echa de menos el estrés del día a día, los atascos, las jornadas laborales infinitas, la presión de los clientes, la depresión provocada por la crisis, las malas noticias constantes ni el calor insoportable al que está sometido ahora el país.

Pero cuando has estado seis años fuera de tu país, más de 11 años viviendo en una ciudad diferente a la de tus padres, en un país donde la comida no sabe, la gente no tiene sentido del humor y el tiempo gris provoca más depresión que ninguna de las crisis mundiales, creedme, que si tienes eso grabado a fuego, no importa el tiempo que hayas estado viajando por el sudeste asiático, que la vuelta a España se vive con tremenda ilusión.

La ilusión de saber que tienes a los tuyos a escasos km de distancia. La ilusión de poder tomarte una cerveza en una terraza a las 21:00 de la noche.

La alegría de escuchar español por las calles, de ver la Champions en un bareto sin dejarte medio sueldo, de sentir que tienes a gente ahí deseando quedar contigo.

La felicidad que supone el poder jugar un partido de padel un martes cualquiera o de saber que ya tienes partidos de fútbol organizados para todos los Jueves.

Afrontamos la vuelta con las ganas de escaparnos a Málaga sin tener que organizarlo tres meses antes, con la convicción de que la distancia no hará que nos perdamos eventos importantes y con la ilusión de retomar el contacto personal con los viejos amigos.

Afrontamos la vuelta con la tranquilidad que supone estar en tu tierra. Esa tranquilidad que echabas de menos cuando tenías que ir al médico, hablar con Hacienda o simplemente ir al dentista. La tranquilidad de que todo va a salir bien.

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Afrontamos la vuelta con la magia que supone hacerlo después de estar tanto tiempo fuera. Sabiendo que la familia familia, la política, y la de amigos ha crecido y de la que queremos seguir formando parte.

Afrontamos la vuelta sabiendo que no todo es como uno piensa y de que en unos meses estaremos de nuevo sumergidos en esa vorágine del día a día, en esa rutina de la que todos quieren escapar, en esa burbuja de la que todos quieren escapar.

Pero sobre todo afrontamos la vuelta con un millón de experiencias y de recuerdos en el bolsillo. Experiencias que nos han hecho más fuertes, que nos han recargado las pilas para superar todo lo que nos echen de aquí en adelante y que nos aportan las herramientas para seguir construyendo ese futuro en el que creemos podemos construir.

Ha llegado el momento de volver. De volver a ponerse los guantes de boxeo y seguir dando guerra, este 2017 todavía no ha acabado y quedan muchos objetivos por conseguir.

Porque afrontamos la vuelta sabiendo que nadie te regala nada, que hay que luchar por lo que uno cree y porque como me dijo un amigo cuando me fui a Inglaterra, Kien No arriesga, No gana.

Kien No Arriesga No Gana

Port Barton, la verdadera esencia de Filipinas

Port Barton, la verdadera esencia de Filipinas

Cuando hicimos la planificación de la isla de Palawan, y pese a la fama de El Nido, lo cierto es que nos habían hablado maravillas de Port Barton. Nos hablaron tan bien que decidimos dedicarle el mismo número de días que a El Nido, y si me preguntaras ahora, ¡creo que nos quedamos cortos!

Port Barton es un pequeño pueblo a medio camino entre Puerto Princesa y El Nido. Pese a encontrarse a 166km, las malas carreteras hacen que el trayecto medio dure unas 5 horas.

Nos plantamos en la estación de autobuses, dónde la responsable de la línea de autobuses con la que íbamos nos recogió el ticket sin mencionar una palabra ni esbozar una sonrisa. Le confirmé el destino al que nos dirigíamos, para evitar confusiones, y se limitó a asentir con la cabeza y a señalar el asiento que debía tomar en la estación.

Como los niños buenos ahí que me senté, pero era tal el calor que hacía que me levanté para simplemente caminar de un lado a otro, buscando provocar una pequeña brisa que nunca existió.

El que se suponía iba a ser nuestro conductor, cogió nuestras maletas y las metió en el maletero de una de las furgonetas. Me acerqué para repetir el destino al que nos dirigíamos y volvió a asentir con la cabeza. Fue entonces cuando nos sentamos dentro, buscando los mejores asientos. La furgoneta no estaba encendida, por lo que nos quedamos ahí sin aire todo lo que pudimos, junto con dos jóvenes de Holanda que ni saludaron al entrar. Aquello tenía pinta de ser un viaje entretenido. Cuando el conductor se dio cuenta de que estábamos ahí como cerdos encerrados, soltó su primera palabra “Sorry” y encendió el aire. En aquel momento me pareció el mejor invento en la historia de la humanidad.

Tras esperar cerca de 40 minutos, y sin ningún otro pasajero, arrancamos. No me lo podía creer, sólo 4 personas en una furgoneta con capacidad para 11, ¡que alegría! A los 15 minutos paramos, y nos pidieron que nos cambiáramos de furgoneta. Genial. Eramos cuatro y teníamos que entrar en una que tenía 3 plazas libres, una de ellas justo al lado del conductor, con la palanca de cambios prácticamente entre las piernas. Todos los pasajeros que estaban dentro, tendrían que haber salido hacía hora y media por lo que estaban todavía de peor humor de lo que podríamos estar nosotros con el retraso y el cambio de furgoneta. Conseguimos entrar, y como sardinas en lata empezó la ruta. O mejor dicho el rally.

Nuestro conductor, que debió entender la frustración que se palpaba en el ambiente debido al retraso, pisó el acelerador y empezó a conducir como si Carlos Sainz se tratara, consiguiendo fulminar el record mundial: se hizo El Nido a Port Barton en menos de 3 horas con cerca de media hora de parada para descansar.

En tan poco espacio de tiempo creo que ví a San Pedro unas diez veces, y Bea que iba al lado del conductor seguramente lo vio veinte. Si existiera el carnet por puntos en Filipinas yo creo que ese tio estaría en negativo, prácticamente como Alberto en el comunio. Adelantamientos con cambio de rasante y en curvas cerradas era la norma con aquel suicida. Hubo tramos donde sinceramente creo que la furgoneta se elevó del suelo, y en al menos cuatro ocasiones mi cabeza chocó con el techo de la furgoneta. La risa nerviosa pasó a frustración, y la frustración a enfado. Pensé en meterle un grito, pero por otro lado temí que eso empeorara la situación. No me preguntéis como, pero conseguimos llegar a Port Barton.

En la parada, conocimos a Alicia y Denis, una pareja que vive en Dublín y con los que nos intercambiamos los teléfonos para estar en contacto en esos días.

Al bajar del autobús, nos llevaron a una oficina cutre donde tuvimos que pagar 50PHP de enviromental fee. Algunos se negaron a pagarla. No cool.

 

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Cuando fuimos a hacer el checkin, le mostramos la reserva que habíamos hecho con Agoda y empezaron a ponernos problemas: que ya no trabajan con ellos, que han pedido no se cuantas veces que les quiten de la web… Educadamente le hicimos entender que no teníamos otra opción y que el pago ya estaba hecho por lo que nos diera habitación… no sé porque nos soltó ese rollo, por que nos acabó dando la habitación sin decir mucho más. Dejamos las maletas y fuimos directos al restaurante del hostal para reponer fuerzas, 45 minutos más tarde cayó la mundial. Fue tal la manera de llover que nos entró la risa tonta. Ahí estábamos, metidos en una pequeña cabañita de bamboo, que empezó a calar por algunas zonas menos donde nosotros estábamos sentados. En cuestión de segundos se inundó los pasillos que tenía que recorrer la camarera para traernos la comida a la mesa, aunque eso no le quitaba la sonrisa.

Viendo que aquello no iba a parar, decidimos salir corriendo a la habitación y echarnos la siesta de todas las siestas.

Para cuando amanecimos ya se había despejado, como si de otro día se tratara, así que escribimos a Alicia para ver si quedábamos para unas cervezas y nos fuimos a contemplar el atardecer en aquella preciosa playa.

Durante nuestro paseo por la orilla, nos cruzamos con algunos niños que nos recordaron lo fácil que es sonreir y que no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita. Lecciones de vida por los más pequeños, de esas que no se olvidan.

 

Cuando el sol se escondió, y obligados por los mosquitos que salieron de su escondite, decidimos volver hacia el hotel, y fue entonces cuando nos cruzamos con Alicia y Denis. Fue ahí dónde fuimos conscientes de lo pequeño que era el pueblo. Habían reservado un tour privado para el día siguiente, con un pescador primo del dueño del hostal en el que se estaban quedando, así que nos apuntamos con ellos. Ya que el destino nos había unido, nos fuimos directamente a tomar una cerveza, que se convirtieron en dos botellas.

Es increíble la cantidad de gente interesante que te encuentras por el camino. Pero es más increíble todavía, la de similitudes e inquietudes comunes que encuentras con gente totalmente desconocida. Son esas conversaciones y lazos que te unen, que hacen que la relación se convierta en super especial en cuestión de minutos.

Pasamos de las cervezas a la cena. Una pizzería de una española dónde encontramos las pizzas más grandes que recuerdo haber visto. Al sentarnos para esperar la comida, dimos con otra pareja de españoles: un canario Humberto, y una granaina adoptada en Canarias, Bea. Seis desconocidos españoles, comiendo pizza en Port Barton, que en cuestión de dos horas se habían hecho amigos inseparables durante los dos días que duraría nuestra estancia en ese pueblo de cuatro calles, que pese a tener electricidad sólo durante seis horas al día, estaba lleno de magia.

Nos fuimos a la cama y aprovechamos para cargar los móviles durante las escasas horas en las que teníamos luz.

Era la noche de las semifinales de Champions. Un Real Madrid vs Atleti que no me creía me fuera a perder. Comprobé como la señal de internet no era lo suficientemente fuerte como para ver un partido en directo, de hecho, no conseguía ni abrir el Facebook. Desistí, y me tumbé, aunque no llegué a conciliar mucho el sueño. A eso de las 3 y media de la mañana, volví a abrir el ojo. Llevaban 10 minutos de la segunda parte y necesitaba saber cuál era el resultado. En ese momento sí funcionó Internet, 1-0. Desvelado y mosqueado probé suerte con la radio y ahí tenía a los de la Cope retransmitiendo. Entre que el Real Madrid nos dio un baño, y que cuando escuchas un partido por la radio, parece que hay peligro hasta cuando el portero saca de portería, estuve con el corazón encogido durante media hora. Los dos goles me dejaron ya muerto. Y con el 3-0 me acosté de nuevo para levantarme dos horas más tarde.

Lo cierto es que tener una excursión como la que teníamos al día siguiente hizo que me recuperara rápidamente del varapalo. Desayunamos con Alicia y Denis y a las 8:30 ya estábamos en el barquito del pescador, que venía con su hijo pequeño y con su ayudante.

Pese a ser diferente tour a de El Nido o el de Corón, también aquí pudimos disfrutar de increíbles arrecifes, corales y hasta pequeños needle fishes en nuestra primera parada.

 

El mundo submarino es...otro mundo ??(y si, lo de atrás es una ballena...) #pezespada #underwater #swordfish

Tras disfrutar de fauna y la flora marina, llegamos a una pequeña isla dónde nos prepararían la comida. Allí nos mostraron un pequeño camino a través de la cual, podíamos llegar a una playa totalmente desierta, la Máxima Beach. Fuimos los únicos que atravesamos ese camino y no nos pudimos creer que una playa como esa estuviera totalmente vacía. Sin dudarlo dejamos las cosas en la arena blanca y nos dimos un baño en esa agua transparente.

denis y alicia maxima beach

Son en momentos como esos cuando uno se pregunta porque no puede quedarse ahí de por vida. Empiezan los sueños de montar algo en sitios paradisiacos, o incluso en montar un hostal “boutique” en Málaga y disfrutar de ese tipo de vida.

Nos despertamos de aquel sueño y volvimos para comer. Cómo en todas las excursiones que habíamos hecho, ahí teníamos la ración de pescao, arroz y pollo, a comer con las manos “filipino style”. Saciados, nos echamos 15 minutos en la sombra de las palmeras hasta que me desperté con mis propios ronquidos y nos volvimos a montar en el barco.

 

Disfrutamos de nuevo del snorkel y conseguimos dar con tortugas, en esta ocasión conseguimos fotos super. Lo que habría dado por poder respirar bajo el agua.

Hello there! No decían que eras lenta? ? #turtle #underwater #freedive

Así fue como emprendimos rumbo de vuelta, no sin antes hacer una última parada donde había decenas de estrellas de mar en la arena. Había que tener cuidado con no pisarlas. Era complicado entender no sólo cómo podía haber tantas, ¡si no lo que hacía alguna de ellas! ¿Estirarse, poner un huevo, caminar? Juzgad vosotros mismos.

estrella mar

Estos tours nunca decepcionan, así que llegamos a casa cansados, con algo más de color y felices.

Nos dimos una ducha rápida, y mientras intentaba conseguir algo de conexión desde la puerta del hostal, me encontré con Humberto y Bea. Esos encuentros me recordaron a cuando de pequeño ibas a la pista de fútbol que, sin necesidad de llamar a nadie, sabes que te vas a encontrar con todos los chavales con los que te quieres encontrar… La magia de los pueblos pequeños en los que la falta de Internet te hace salir a la calle y conseguir desconectar, pero conectar con los que tienes en ese momento cerca.

Quedamos para cenar y ahí que nos juntamos de nuevo los seis para meternos unos spaguetti carbonara entre pecho y espalda. Eran tan grande las raciones del bar de las banderitas, que Bea y yo pedimos tan sólo un plato. Nos sobró. El día no dio para más, reventados, nos fuimos todos para casa a dormir.

Esa noche la electricidad duró menos de lo esperado. ¿Qué cómo lo sé? Porque el ventilador deja de funcionar y el calor te despierta con una bofetada. Después llega el gallo, a eso de las 4 de la mañana para recordarte que estás en plena naturaleza, y la luz natural se adentra por la ventana a eso de las 6. Había quejas en tripadvisor por todas esas cosas, a mi lo que me provocaron fue una sonrisa, que me diera la vuelta y encontrarme a Bea con los ojos abiertos. Los dos ya estábamos despiertos y no teníamos la necesidad de seguir durmiendo.

Nos fuimos a desayunar unas buenas tostadas con un zumo de piña y con las pilas recargadas, nos fuimos a descubrir dos playas de las que todo el mundo hablaba maravillas: La White beach y la Coconut Beach.

Para llegar allí, tuvimos que cruzar un pequeño rio que se formaba con la marea alta. De hecho, ese río no era tal el primer día que llegamos, ya que en aquel momento la marea era baja, por lo que me atreví a meterme y cruzarlo a pie. El agua llegaba a mi cintura, y con la mochila en lo alto de mis brazos conseguí cruzarlo, no sin tener algún susto al pisar rocas resbaladizas del fondo con mi todavía maltrecho tobillo.

El camino a las playas fue una pequeña aventura. Había que cruzar una pequeña selva y subir caminos de tierra sin saber realmente si íbamos por el camino correcto o no. Dimos con una pequeña niña filipina, que desde el fondo empezó a gritarnos “here, here!”. Confiamos en la pequeña y seguimos sus indicaciones, no sin que dejara de pedirnos galletas, chocolate o algún dólar que otro.

Después de 45 minutos caminando dimos con la Coconut Beach. Cientos y cientos de palmeras verdes que nos hipnotizaron a distancia. En la playa sólo había una pequeña cabaña donde habitaba una familia, la cual nos llamó para mostrarnos su pequeña mascota: un escorpión la mar de cariñoso…

Eso hizo que no dejáramos de mirar el suelo mientras paseábamos por la orilla hasta llegar a la otra punta de la playa, nos dimos la vuelta, y esto fue exactamente lo que vimos.

 

Mi ídea del paraíso es algo así... #portbarton #kiennoarriesganogana #philippines #coconutbeach #paradise

En cuestión de segundos el cielo se volvió gris. Eso exactamente es lo que habíamos vivido en El Nido cuando la tormenta se hizo con nosotros en aquel maravilloso paseo en moto.

Con la lección aprendida decidimos darnos la vuelta, en vez de intentar llegar a la White beach saltando de roca en roca por el atajo que otros habían tomado. Sabia decisión ya que en menos de cinco minutos un nuevo diluvio universal se hizo con la isla.

Rápidamente guardamos todo en la mochila impermeable, y seguimos caminando, por lo que consideramos la ruta segura, hacia la White beach. La lluvia y el viento hacía que los árboles y las palmeras se menearan de un lado a otro. Era como si estuvieran bailando. Aquí no sólo mirábamos al suelo (por si nos encontrábamos con algún escorpión como el que nos acababan de presentar), si no que también mirábamos al cielo por si algún coco, rama o pequeña piedra caía desde lo alto.

Con estas rudimentarias precauciones, y con la estampa de ver los relámpagos caer en el mar, llegamos empapados a la famosa White beach. Nos refugiamos en el bar y disfrutamos de la tormenta cerveza en mano.

 

Aprovechamos el momento de parón para tumbarnos en las hamacas estratégicamente situadas y entonces emprendimos el camino de vuelta.

No sé muy bien cómo, conseguimos pasar la coconut beach pero poco después nos perdimos. Nos adentramos por el camino donde pensábamos que habíamos venido, pero dimos con un pueblo lleno de gente local. Era como si hubiéramos descubierto una nueva tierra.

Una mujer en cuclillas parecía que partía hojas de palmera consiguiendo hacerlas extremadamente finas. Al fondo nos encontramos 3 o 4 hombres que se bajaban de una pequeña barca, y fue cuando nos íbamos acercando cuando vimos dos enormes cerdos sueltos comiendo del suelo. Sin querer mirarlos fijamente, como si de la mujer del exorcista se tratara, decidimos acercarnos a los pescadores para que nos indicaran el camino de vuelta. Entonces dos perros empezaron a correr hacia nosotros mientras ladraban y enseñaban los dientes. Fue entonces cuando me acordé de aquella puta vacuna que había decidido no ponerme: la rabia.

Cuando los teníamos a dos metros me los intenté ganar a base de llamamientos ñoños con tono amigable “hola perritooo” “besos sonoros” y un sin fin de gilipolleces que me salieron en aquel momento. Con el deseo de haber visto más capítulos de Millán, el adiestrador de perros, seguí caminando como si el perro no estuviera ahí, y por arte de magia dejaron de ladrarnos.

Con un poco de susto en el cuerpo, llegamos a los pescadores, que se subían en una camioneta. Su inglés era bastante pobre, pero entendió mi pregunta: Para ir a port barton, podemos acortar por aquí? Señalando a la playa de la que venían.

Me dijo que sí, pero lo noté que se quedó con ganas de decirnos algo más. Su pobre inglés creo que lo dejó a medias, pero educadamente le di las gracias y seguimos nuestro camino.

No la teníamos todas con nosotros, ya que la playa finalizaba, dando a unas pequeñas rocas que estaban en el agua y que hacían como esquina. Lo que esperábamos era que, tras rodear esas rocas, otra playa nos recibiera para ya así llegar a nuestra playa.

Empezamos a caminar, Bea por las rocas algo resbaladizas para mi gusto (y mi tobillo), y yo, inteligentemente, caminando por el agua. Despacito, pasito a pasito, suave suavecito. Como a Fonsi le gusta, me fui adentrando hasta que noté un fuerte latigazo en la pierna.

“Ahhhhhh, joderrrrr” me salió un grito nada amigable.

Rapidamente saqué la pierna del agua, me di la vuelta y empecé a rehacer todo el camino que había hecho, esta vez nada despacito… Sólo me salían insultos, y aunque tenía claro que me había picado una medusa, en ningún momento eso fue algo que dijera en voz alta. Bea, que no tenía ni idea de lo que estaba pasando, se dio la vuelta nerviosa preguntando que qué había pasado: araña marina, serpiente con aletas, tiburón roca, micro ballenato… todas las especies habidas y por haber pasaron por su cabeza, menos la medusa.

Ya en la arena, el cuerpo me pidió rozarme con la arena de la playa en la zona dolorida. De ahí pude sacar los tentáculos de la medusa y comprobar lo bien que quedaban sus marcas en mi piel.

¿Quizás eso fue lo que aquel local me quería haber dicho pero no llego a decir? Nunca lo sabré. Lo que si sabía es que ya habíamos investigado lo suficiente. Volvimos hasta el camino principal, y empezamos a andar confiando en que era el camino adecuado. Por fin, reconocimos el terreno.

Dimos con la casa de aquella niña que en la ida nos ayudó. En esta ocasión estaba con otros dos niños. Se les veí en la cocina de su casa, con el fuego encendido y sin ningún adulto. Pasamos de largo, y cuando nos encontramos a 200 metros, empezamos a escuchar unos gritos desgarradores desde la casa. La niña pequeña, salió llorando de la casa en nuestra dirección. Con el cuerpo cortado, intentamos entender qué le pasaba, pero lloraba y lloraba con más fuerza. Su hermana, desde la casa miraba seria, pero no se inmutó. Le preguntamos de mil maneras diferentes, e intenté ver si podía ser alguna quemadura pero la niña siguió de largo. Nos dimos la vuelta, y nos encontramos 4 cerdos salvajes mirándonos fijamente, igual eran jabalíes. La niña había debido asustarlos, pero por alguna razón nos miraban a nosotros. Como empiecen a correr hacia nosotros la hemos cagado, pensé. Teníamos que pasar cerca de ellos, para poder llegar a nuestra playa y terminar de cruzar la jungla, así que sigilosamente seguimos adelante sin que nos atacaran.

Lo peor había pasado, llegamos de nuevo al río, y esperando que no hubiera más medusas, cruzamos hasta nuestra playa.

Sanos y salvos nos habían dado las 16:30 de la tarde. Nos habíamos merecido una ducha fría y un buen plato de comida y una cerveza.

Las últimas horas de luz de nuestro último día en Port Barton las aprovechmos para recorrer sus cuatro calles y para ir a la otra punta de la playa, donde contemplamos este maravilloso atardecer, y donde comprobamos cómo debajo de esa arena debía haber unos puentes subterráneos que ni el metro de Londres. Con millones de agujeros desde donse salían cangrejos de todos los tamaños, jugamos a intentar fotografíar a alguno sin demasiado éxito.

 

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Con la noche ya echada, nos tomamos unos rones en la orilla, dónde nos juntamos con los 4 fantásticos y allí los 6 volvimos a arreglar el mundo entre copa y copa.

Eso era todo lo que había dado de sí Port Barton, nos fuimos a la cama, sabiendo que aquel maravilloso lugar, en unos años, no volverá a ser lo mismo, pero nos sentimos afortunados de haber podido verlo con nuestros propios ojos antes de que fuera demasiado tarde. Estas imágenes, jamás las olvidaré.

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El Nido, una parada obligatoria

El Nido, una parada obligatoria

El Nido puede ser, casi por unanimidad, el sitio más famoso de toda Filipinas, por lo que nos aseguramos de meterlo en nuestra ruta, aquí dedicaríamos dos días y medio.

Rodeado por enormes rocas, que se divisaban desde el barco, lo cierto es que la llegada impresiona. Nosotros pisamos tierra cerca de las cinco de la tarde. Nos apresuramos para dejar las cosas en el hostal y salir hacia la playa para contemplar el primer atardecer.

 

Fue en ese pequeño trayecto donde ya nos dimos cuenta de que el Nido había alcanzado unos niveles de turismo importantes: precios mucho más elevados que en cualquiera de las otras islas visitadas, bares sin una mesa libre y gente por todos lados. Pero lo que más pena nos dio, fue sin duda la forma que tienen de utilizar a los niños, para venderte cualquier cosa: pulseras, gafas de sol o unos pendientes. Todo vale con tal de recibir algún PHP. Si ya es difícil decir que no a un niño, más difícil es hacerlo cuando te ponen esas caras de tristeza que hacen que se te caiga el alma y que te devuelve un poco a la realidad: estás en un país subdesarrollado y con pobreza.

Con el nudo en el estómago volvimos a nuestra habitación. Nos había costado mucho encontrar disponibilidad, con un 92% de todos los alojamientos reservados en portales como Booking o AirBnb, conseguimos una habitación muy básica, por un precio no tan básico. Nos despertamos sin tener todavía muy definido lo que íbamos a hacer durante el día.

Habíamos leído y oído grandes cosas de dos playas: Nacpan beach y la playa de las cabañas, pero no habíamos tenido tiempo ni de ubicarlas en el mapa. Mientras desayunamos, preguntamos en el hotel las cosas que ellos harían si fueran nosotros, y curiosamente nos respondieron con el nombre de ambas playas. Les preguntamos cual era la mejor manera de ir y la respuesta fue clara. Alquilaros una moto.

La Nacpan beach está en dirección norte a una hora de distancia. Lo que la hace especial, además de sus blanca arena y palmeras, es la poca afluencia de gente. Pero… ¿cómo podía ser que aquella playa estuviera tan vacía si era tan conocida? La verdad es que no queríamos irnos de allí sin conocerla y cuando preguntamos precios por un posible tuk tuk, nos dijeron que por menos de 1000PHP no lo conseguiríamos. Más los 400 PHP que el mismo tuk tuk nos cobraría por ir a la playa de las cabañas.

Con esa información, decidimos alquilarnos de nuevo una moto por 500PHP durante todo el día. Nos enfundamos los cascos y nos metimos en carretera. Como si de magia se tratara, nos tele transportamos a Siargao, la sonrisa se volvió a apoderar de nuestras caras y la brisa nos recordaba que aquello no era un sueño. Cuando llevábamos 20 minutos en la moto, hice una parada para apretarme el casco y de paso comprobar las direcciones en el mapa. Fue entonces cuando pudimos comprobar que habíamos ido en la dirección totalmente opuesta a la Nacpan beach… teníamos que dar la vuelta… ¿Sería una señal para cambiar de planes? Seguro que no… un simple despiste pensamos.

Dimos la vuelta y re hicimos todo el camino que habíamos hecho para empezar desde el mismo punto de partida. Esta vez sí, nos embarcamos a la Nacpan! Tras media hora en la moto y con la vista entre la carretera y el horizonte, empezamos a comprobar como el cielo cambió de color: de azul a un gris oscuro muy sospechoso. Empezaron a caer gotas, y de ahí paso a una lluvia torrencial. Nos pilló en un trazado que no tenía ningún sitio donde poder parar y resguardarse por lo que no teníamos opción que la de seguir. Despacito y con buena letra seguimos haciendo kilómetros hasta que encontramos una pequeña casa a pie de carretera donde había otras dos motos paradas, buscando el refugio. Nos unimos a ellos, gente local que no hablaba inglés, y nos comunicamos con sonrisas cómplices, un lenguaje universal.

 

Camino a Nacpan

 

El local, miró al cielo, miró a su acompañante y asintió con la cabeza. Seguía lloviendo, aunque con menos fuerza. Pero ese gesto, lleno de confianza llevaba un mensaje claro: escampa en dos segundos. Al menos esa fue mi interpretación. Es cierto que llevábamos ya suficientemente tiempo en Filipinas como para entender que las tormentas son esporádicas, pueden durar escasos minutos y desaparecer. Bea y yo nos vimos sólos en ese refugio, y tras comprobar como efectivamente empezaba a escampar decidimos reanudar el camino. No llevábamos ni 2 minutos en la moto cuando empezó a jarrear de nuevo. Puto local. No tiene ni puta idea del tiempo, pensé. Nuevamente nos vimos sin opciones de refugio, y deshacer los dos minutos que llevábamos hechos en moto nos pareció inapropiado por lo que seguimos adelante con la esperanza de poder parar en algún sitio en relativamente poco tiempo. Así fue como dimos con una parada de autobús, donde había un grupo de 5 locales refugiados. Decidimos parar el motor, y descubrimos un casetón mucho más grande donde había una pareja de franceses haciendo tiempo. Estábamos todos igual. Nos cubrimos con ellos, pero no fuimos los últimos. Moto tras moto, todos los turistas decidieron unirse a nuestro cobijo. Tras una media hora de espera, totalmente empapados, un rayo de sol hizo presencia, y como si fuéramos caracoles, salimos de nuestro cobijo y seguimos con nuestra aventura. Estábamos a tan sólo 6 km por lo que merecía la pena seguir en vez de desistir.

Fue entonces cuando encontramos la desviación a la Nacpan. Un camino sin asfaltar que, con la lluvia, era más arcilla que suelo. Perfectamente conducible a 4km por hora, si es cierto que había cuestas dónde había que tener algo más de precaución para evitar posibles resbalones. Tardamos en recorrer 3 km unos 20 minutos. Lo habíamos descubierto, era ese camino lo que hacía de Nacpan beach, el paraíso que todavía a día de hoy es. El freno al turismo en masa, a grandes autobuses.

Sin duda la aventura había merecido la pena. Pisamos la arena blanca y miramos a nuestro alrededor. Algo cercano al paraíso.

 

sergio_palmera

No podía dejar de bañarme, coger olas y contemplar las palmeras. La parte del fondo de la playa se veía totalmente desierta por lo que Bea y yo nos dimos un paseo hasta llegar a la otra punta de la playa. Estábamos totalmente solos. A la vuelta aprovechamos para parar en un pequeño bar de unas cabañas, dónde no había nadie, para degustar un pollo a la bbq exquisito.

Cuando nos quisimos dar cuenta eran las 16:00, era la hora de volver si queríamos llegar a tiempo para ver el atardecer en la playa de las cabañas. El camino de vuelta, sin lluvia, fue mucho más tranquilo y bonito de ver.

 

Sin contratiempos, llegamos a la playa de las cabañas. Una playa con dos o tres chiringuitos, bastantes turistas y buena música de fondo. Un ambiente que invitaba a un par de rones para, como no, ver de nuevo otro atardecer. Allí nos llegaron grandes noticias personales desde Londres, que celebramos con un brindis muy especial.

Tras un día lleno de experiencias, volvimos a casa, cenamos en una pizzería exquisita cerca del hostal, y nos acostamos temprano para poder madrugar al día siguiente: teníamos excursión.

Tour C

En el Nido, igual que sucedía en Corón, existen muchos tours para hacer: el A, B, C D… no se comieron mucho la cabeza al darles nombre.

Son innumerables las agencias que ofrecen sus servicios, pero nosotros queríamos hacerlo de una forma diferente, con pescadores locales. Un tour privado con gente que se conoce sus aguas y que puedan beneficiarse más que los gigantes de la zona. Es por ello por lo que contactamos con Leonard, un conocido pescador local, que descubrimos gracias a Cristina y Carlos, nuestros compañeros de aventuras en Siargao.

Cerramos un precio para 4-5 personas y a través del grupo de Mochileros en Filipinas de Facebook, conocimos a Ceci y Esteban, una pareja encantadora de argentinos asentados en Barcelona. El destino quiso que fueran del gremio, marketing digital, y que además tuvieran las mismas inquietudes o más que nosotros por el emprendimiento y la forma de entender la vida. Conversamos todo el día como si nos conociéramos de toda la vida y de ahí no solo salió una nueva amistad, sino más de un fotón que otro con el drone de Esteban.

Este tour consistía en visitar algunos de los rincones que rodean el Nido. La primera parada fue la helicopter island, y es que la forma de está increíble montaña da nombre a la isla.

Tras una media hora de snorkel continúamos la travesía hasta llegar a la secret beach, una playa realmente nada secreta pero con mucho encanto. Para llegar a ella has de adentrarte en sus aguas, entre dos pequeñas montañas hasta dar con la orilla. Foto por aquí foto por allá, la salida la hacemos por un pequeño boquete que se comunicaba con el otro lado de la montaña. Una sensación muy chula la de cruzarla.

private beach 2

Ya de nuevo en el barco, de ahí pasamos a la hidden beach. En esta ocasión, la entrada daba mucho más respeto. La marea estaba alta, y de vez en cuando las olas nos elevaban más de lo esperado. Había que entrar por un agujero, que tampoco era excesivamente alto. Con mucha precaución, nuestros chalecos salvavidas y las manos en lo alto de nuestra cabeza, conseguimos cruzar el túnel y llegar así a la hidden beach. Demasiado gente para mi gusto pero si haces un ejercicio mental para aislarte, consigues tener una sensación muy especial.

La ruta en el barco era muy agradable: una gran compañía, impresionantes vistas y una tripulación que se encargó de que no nos faltara de nada. De vez en cuando el capitán tenía que parar los motores, y es que llegaron a pescar hasta 6 pequeños atunes. Cada vez que un pez mordía el anzuelo atado a un hilo de pescar casi infinito, empezaba el procedimiento: se paran los motores, se celebra el triunfo con gritos mientras se tira del hilo, Esteban y yo nos dirigimos a la parte trasera del barco para ser testigo de la hazaña. Tras pescar el primer atún, me sorprendió que, al quitar el anzuelo de la boca del pez, y tirar a éste al cubo, no aleteará con ansia para intentar salir de él, fruto del instinto de supervivencia. Lo mismo sucedió con el segundo pez, y empecé a desconfiar un poco del proceso.

Antes de montarnos en el barco, me había percatado de que los pescadores llevaban pequeños atunes en una bolsa. A mi me habían dicho que los pescadores pescaban durante la travesía y que lo que se pescaba durante el día, era lo que se comería posteriormente. La idea tenía mucho encanto. Sin embargo, al ver como los peces eran pescados, empecé a pensar que esos peces, que no luchan por su vida en el cubo recién pescados… igual es que ya estaban muertos!

Nada más lejos de la realidad, mi teoría conspiradora la tiraron por los suelos cuando pescaron al tercer atún. Fue Esteban el que se percató de un pequeño detalle que a mi se me había escapado. Al retirar el anzuelo de la boca del pequeño atún, los pescadores, partían el cuello del pez para así evitar su sufrimiento y asfixia en el cubo. Eso era lo que evitaban el aleteo que yo, ingenuo de mi, esperaba ver.

Con la duda ya resuelta, divisamos una bonita capilla desde el barco. Nuestra curiosidad nos hizo preguntar a Leonard por ella, así que nos acercó para que pudiéramos realizar estas preciosas fotos.

capilla

 

Fue aquí donde aprovecharon para hacer los recién pescados atunes, y un pez unicornio que traían de casa. También nos pusieron una piña, un mango y unas frutas de postre que tenían una pinta increíble.

Curiosamente, la noche anterior había sido la única noche donde mi barriga había caído enferma, así que decidí no arriesgar y probar esa piña jugosa. Lo que parece un detalle sin importancia se convirtió en uno de los momentos más duros del viaje. Fue ese momento en el que Esteban, Ceci y Bea se llevaron la piña a la boca. A Esteban se le calló una lágrima, literalmente. A Ceci le dio un ataque de risa, como si la piña le estuviera haciendo cosquillas por dentro. Y a Bea se le cambió el gesto, algo así rollo orgásmico. Los tres se miraron… me miraron. Y empezaron a reir. ¡Qué coño estaba pasando¡? Tuve que esperar cerca de 30 segundos para que las primeras palabras salieran de sus bocas. ¡Joder, es la mejor piña que he probado en mi vida! ¡Sergio, tienes que probarla! No me lo podía creer. ¿Todo ese expectáculo por una puta piña? El miedo a que me diera una cagalera me privó de probar la mejor piña del mundo y hoy, mientras escribo estas palabras, sólo puedo arrepentirme de no haberla probado.

comida capilla

capilla agua

Superado el trauma, nos tiramos al agua para hacer otra media hora de snorkel. Es increíble la cantidad de especies marinas que puedes ver en tan pocos metros cuadrados. Podría tirarme horas y horas bajo el mar. Si puedo disfrutar de esa manera con un tubo… ¿que se sentirá con una botella a 18 metros bajo el agua? La idea de hacer submarinismo se apoderaba de mi.

Pedimos a Leonard que, antes de dejarnos en el puerto, parara en alguna playa desierta, alguna secret beach real. Y eso mismo hicieron. Desde ahí, conseguimos hacernos una foto todos juntos con el drone (la subiré en cuanto la consiga!). Pese a ser espectacular, creo que no termina de hacer justicia a lo que estos ojos contemplaron.

private beach real

En esta última parada, volvimos a hacer snorkel. Conseguimos ver un pez globo, peces espada, pequeños nemos. No recuerdo haber visto tanto color bajo el mar. Nos fuimos adentrando para intentar llegar a la orilla de esa playa, y a medida que nos acercábamos, también lo hacía nuestra distancia con respecto a los corales que íbamos dejando detrás. Tan sólo unos 15 cm nos separaba de esas plantas marinas. Con bastante respeto al mar, conseguimos hacernos la foto en la orilla y volver al barco antes de que bajara un poco más la marea y poder llevarnos algún corte que otro.

Era hora de volver al puerto, subimos a lo alto del barco y desde ahí divisamos aquella estampa para no olvidarla nunca.

La llegada al puerto fue algo distinta a lo esperado: nos encontramos un barco hundiéndose y a unos pescadores con bombonas de oxígeno intentando recuperar el mayor número de cosas posibles antes de su hundimiento total. Lo cierto es que fue impactante. ¿Cómo se puede hundir un barco en el puerto?

Sin mucho tiempo para preguntas trascendentales, llegamos al hostal, nos cambiamos deprisa y corriendo, y nos fuimos con Ceci y Esteban a ver el último atardecer de El Nido. Disfrutamos de unas pizzas (que tardaron en hacer cerca de dos horas) y de una charla la más de agradable. Y es que esto es lo que tiene viajar: que conoces gente y paisajes que te enriquecen como persona. Guardaremos un gran recuerdo de El Nido por estos tours, esos pescadores, esas playas y gente como Ceci y Esteban.

Historia de un robo

Historia de un robo

Cumpliamos una semana justo en Ko Phangan. Una isla maravillosa, una playa de ensueño y un hotel en el que disfrutamos de momentos como este, tan sólo unas horas antes de llevarnos el susto más grande del viaje.

Tras estar trabajando en la habitación, cenamos una noche más, como de costumbre, en el restaurante del hotel. Los mismos camareros de siempre, la misma tranquilidad de todas las noches. Habíamos encontrado una pequeña rutina que combinaba el trabajo y relax que, aunque parezca mentira, empezábamos a echar de menos.

El hotel estaba especialmente vacío esa noche fruto de la temporada baja y el final del fin de semana. Terminamos de cenar temprano, y a eso de las 21.30 volvíamos a nuestra habitación. Las nuevas tecnologías nos transportaron a Londres para ponernos al día con amigos a los que se echan de menos.

En el móvil de Bea, tuvimos tiempo de ver un capítulo de nuestro “amigo” Calleja, que tan buenas noches nos hace pasar, y hasta de conversar con mis padres durante una hora. Sin darme cuenta habían dado la 01:30.

Especialmente cansado, decidí acostarme. Curiosamente, era la primera vez en la que me acostaría antes que Bea.

Era tal el cansancio, que creo que tardé 5 minutos en caer seco. Minutos más tarde me desperté con un fuerte estruendo. Era Bea, que había cerrado la única ventana del bungalow, la mosquitera y la cortina. Menos mal, pensé. Aunque asustado por el golpe, volví a quedarme dormido enseguida.

Abrí el ojo cuando Bea se levantó para ir al baño. Extrañada, me preguntaba que qué hora era. “Las 9:30” respondí. Acto seguido, me preguntó dónde estaba su móvil. “Hmmm” le respondí medio dormido. Bea empezó a levantar la almohada, las sábanas, el cogín…mientras la escuchaba refunfuñar. Mi risa interna creo que me sacó una sonrisa mientras pensaba “como puede ser que nunca encuentre su móvil”.

Fue entonces cuando escuchamos un ruido extraño, como si algo se hubiera caído al suelo. “Mierda, eso es el móvil que se ha caído detrás de la cama” sugirió Bea. Ahí que levantó el colchón…nada. “Ese ruido venía de fuera no?” añadí.

Bea abrió la puerta y se encontró algo que seguro no olvidará nunca. Un tinglado que ni Tom Cruise en Misión Imposible. “Alguien ha entrado en nuestra habitación!” “Joder joder” fue lo único que salió de su boca durante los siguientes minutos. “Qué dices Bea, como van a entrar…” fue lo único que salió de la mía mientras me incorporaba en la cama. “Miraaaaaaaaaa!!” Espetó Bea señalando al porche desde el que había estado hablando con mis padres escasas horas antes.

Me asomé y comprobé que no estaba loca. Alguien había usado nuestras toallas y camisetas de la playa para, cuidadosamente, y con el uso de perchas y la cuerda del tendedero, tapar lo que se iba a convertir en la escena del crimen: nuestro bungalow.

Una botella de agua, que curiosamente carecía de tapón, hacía de peso para que las finas toallas del Decathlon no se movieran con el viento. En el suelo, encontramos un cenicero, probablemente lo que había caído al suelo segundos antes y que había provocado que saliéramos fuera. La papelera estaba en lo alto de un pequeño banco, seguramente para quitar visibiliad desde otros ángulos a posibles testigos que pasaran por las inmediaciones. Mi bañador, y alguna que otra toalla fueron utilizados para tapar la luz que desprendían las farolas del jardín, provocando la oscuridad en mitad de la noche. Era como si todo hubiera sido estudiado hasta el más mínimo detalle.

La ventana y la mosquitera estaban totalmente abiertas, siendo la cortina lo único que separaba el porche del interior. También comprobamos como faltaba uno de mis tenis que había dejado fuera, curiosamente lo encontramos en el interior, bajo la ventana, seguramente para amortiguar la entrada del inteligente ladrón.

Cuando nuestro cerebro consiguió analizar todo lo que estaba sucediendo, nos dimos cuenta de lo más obvio. En el suelo estaba el neceser con todas las pertenencias tiradas por el suelo. Sabíamos que el neceser estaba 100% en el interior colgado en una pequeña percha a escasos centímetros de la ventana. ¿Cómo alguien podría haber abierto la ventana, la mosquitera y haber cogido el neceser sin darnos cuenta?

Fue entonces cuando empezamos a revisar que otras posibles cosas habían cogido de nuestra habitación mientras dormíamos. Los ordenadores seguían en la cabecera de las camas, sentí un enorme alivio. Bea se dio cuenta de que también faltaba su monedero. Cuando la sensación de impotencia y rabia se apoderó de ella, salió corriendo para recepción en busca de ayuda. No me habría gustado encontrarme con ella de frente en ese momento.

Me quedé en la habitación revisando el resto de cosas. Todo lo que estaba a los pies de la cama estaba sano y salvo. El ladrón debió pensar que era suficiente con entrar en una propiedad privada con dos personas durmiendo y coger lo que estaba más a mano, evitar pasearse por habitación fue seguramente un acierto. También debió pensar que no era plan de arriesgar mucho más, por lo que dejó los ordenadores que estaban conectados a la red mientras se cargaban sobre nuestras cabezas, un pequeño ruido podía provocar el despertar del ogro semidesnudo de 85 kg al que se tendría que enfrentar si abría un ojo.

Llegó la de recepción, e intentamos recrear todo lo que pudo ser el delito. Minutos después llegó un agente de policía que hizo fotos, nos preguntó cuatro cosas en tailandés a través de la chica de recepción y se escribió con los de la comisaría central para informar de lo sucedido. El agente encontró las huellas del valiente delincuente por el jardín.  Viendo que el nivel de investigación subía, me animé a pintar siluetas de cuerpos con tiza en el suelo, pero el agente me recordó que, gracias a dios, no había habido ningún asesinato. Tras una hora analizando y discutiendo, recogimos la escena del crimen.

Obviamente, ninguno de los dos queríamos pasar otra noche ahí, así que decidimos hacer las maletas e irnos. Llamé a nuestro seguro, para comentarles lo sucedido y ver como actuar en estos casos. Nos solicitaron una carta del hotel que corroborará la historia y una copia de la denuncia por parte de la policía. Los del hotel, muy amables, nos ayudaron con el papeleo y nos llevaron a comisaría.

Poner una denuncia en Tailandia, cuando los policías no hablan una papa de inglés es, cuanto menos, interesante. El chaval del hotel que vino con nosotros se sabía dos palabras, que deben aparecer en la denuncia. El oficial entonces, sacó su móvil y vi la conversación de whatsapp que debió tener con el policía que nos visitó horas antes. Al menos es lo que entendí cuando por gestos y unos sonidos* que emití para simular el tailandés, traté de explicarle todo lo sucedido y me mostró su Whatsapp. El oficial se ausentó 4 minutos y a su vuelta, como por arte de magia, el oficial nos preguntó cuatro preguntas clave en inglés. Fue como si se hubiera metido el curso de Vaughan en 2 segundos. Se encargó de escribir nuestras respuestas en la denuncia, o al menos eso espero, porque tuve que firmar esos papeles. Ahora que lo pienso, podría haber firmado mi propia sentencia de muerte y no haberme enterado. De momento sigo vivo.

Con la denuncia y el resto de pertenencias con nosotros, llegamos al puerto y compramos los billetes para el primer barco que saliera a Koh Samui.

Ya de camino, Bea, haciendo memoria, recordó lo que le costó dormir esa noche. Recuerda como notó que las luces del jardín se apagaron, pensando que fue fruto del sistema automático de iluminado del hotel (en lugar de mi bañador sabiamente colocado por un astuto delincuente). También sintió algunas sombras en la terraza, posiblemente fruto de los pequeños árboles que rodeaban el bungalow, pensó. Le surgieron sentimientos de culpa, por no haberme despertado cuando tuvo esas sensaciones. Entre nosotros, menos mal que no lo hizo. Siempre le he mentido sobre mis conocimientos inexistentes de artes marciales por lo que descubrir la realidad en una situación como esa, habría sido bastante incómodo.

En el barco, me dio por pensar que curiosamente era el Sábado cuando íbamos a dejar ese hotel, pero, por cosas del destino, decidimos alargar la estancia por lo relajados y tranquilos que estábamos ahí. (Destino 1 Sergio 0).

Sin tiempo para darle muchas más vueltas, llegamos a Koh Samui, donde esperamos volver a la normalidad y que este pequeño contratiempo no condicione en nada el resto del viaje. De momento hemos decidido echarnos un par de amigos especiales para mejorar la seguridad en nuestro nuevo hostal…

Reflexión

Lo cierto es que uno no sabe como va a reaccionar ante este tipo de situaciones. En mi caso, la incredulidad dio paso a la impotencia, la impotencia a la rabia, la rabia al miedo, el miedo a la decepción y la decepción al “psss”.

Me quedo con la sensación de ser muy afortunado y doy gracias por no habernos despertado durante el tiempo que el ladrón pasara dentro. El pensar en lo que habría pasado si me despierto con un desconocido robando al lado de Bea, sólo me lleva a una conclusión: la cosa no habría acabado bien.

Tengo claro que estas cosas pueden pasar en Tailandia, en un bungalow a pie de playa, o en Marbella en un hotel de 5 estrellas. Mentiría si dijera que extremaremos las medidas de seguridad, porque realmente, no había nada que pudiéramos haber hecho en esta situación en concreto. Lamentablemente, ahora si nos sentimos más inseguros que hace 24 horas. No porque vuelva a suceder un robo – que no hurto – (seguro que romperíamos alguna norma dictada por la estadística) sino por poder sufrir algún hurto (que no robo) en alguno de los alojamientos en los que nos quedemos en los dos meses que nos quedan de viaje.

Pero sin duda alguna, estoy orgulloso de mi reacción ante el temible ladrón. Hacerme el dormido en esas circunstancias es una gran muestra de valentía. Pero lo de moverme de lado a lado haciendo que me voy a despertar para asustar al ladrón y provocar su huída es, sin duda, de galardón. Y es que supongo que no todos los héroes llevan capa.

Con esta anécdota empezamos la segunda fase de nuestro viaje: 3 días más en Tailandia y ponemos rumbo a Malasia!

PD: No quiero dar el nombre del hotel por no dañar su imagen ya que consideramos que esto puede pasar en cualquier lado…