…Un nuevo amanecer, una nueva excursión. XCARET es un parque natural donde se pueden hacer múltiples actividades así como conocer a fondo la historia maya mediante sus espectáculos.
Aprovechamos para recorrer todos los caminos y disfrutar de todo tipo de especies marinas: tiburones, delfines, rayas… Uno de los mejores momentos fue sin duda recorrer los ríos subterráneos que nos llevaron de una punta del parque a la otra tras, tras hora y cuarto de nado. El trayecto es una auténtica maravilla, encontrando tramos de manglares, cuevas totalmente a oscuras y zonas abiertas pero rodeados de rocas de metros y metros de alturas con pequeñas cascadas que dan al río por el que nos movíamos. Es como nadar por mitad de la selva pero sabiendo que no vas a ser comido por un cocodrilo.
Un mundo por descubrir
Otra de las cosas que siempre habíamos querido hacer y que al final no hicimos en Tailandia fue el buceo con bombona. El problema de hacer buceo es que requiere de una fase de iniciación y aprendizaje que hace que las primeras inmersiones sean muy básicas. Aquí, descubrimos la posibilidad de hacer una técnica diferente, conocida como Snuba, que consiste en estar conectados a través de un cable de 7 metros a una bombona que no llevas en la espalda, sino que se encuentra en una balsa. Estás totalmente libre de movimiento, desplazando la balsa flotante allá donde vayas, pero sin la complejidad de tener la bombona a tus espaldas. No lo dudamos, teníamos que probarlo! Tres, dos, uno, al agua! Tras esos primeros minutos aprendiendo a descomprimir, nos vimos sumergidos a 7 metros de profundidad en el mar del caribe. Mi primera experiencia a tal profundidad y sin snorkel fue muy especial. Teníamos un monitor, éste sí con bombona, que nos iba indicando en todo momento. Las corrientes marinas nos desplazaron varios kilómetros de donde empezamos, pudiendo disfrutar por el camino de tortugas, cientos de peces de todos los colores y hasta barracudas! El silencio es absoluto y la sensación de verte rodeado de agua y de tantas especies que desconoces increible. Con el paso del tiempo, la sensación puede empezar a agobiar un poco, la boca a veces se reseca, la presión en los oídos puede molestar si no la llevas bien, pero todo forma parte de la experiencia. Sin duda esto es algo que tenemos que explorar más, quién sabe, igual algún día me saco el carnet de buceo!
Quitándonos la espina del submarinismo
La vuelta en lancha a la superficie fue rápida y huyendo de unas nubes negras que formó una tormenta en segundos. Fue llegar a tierra y empezar a caer una buena tromba de agua. Aprovechamos para comer y recuperar energías y dejamos la tarde para los espectáculos. Mención especial a la historia maya, un espectáculo de dos horas de duración que decidimos acompañar con una cena especial en primera fila, con unas vistas privilegiadas. Allí disfrutamos de una representación de ensueño que reflejaba toda la historia de México.
Cena en Xcaret
Casi sin darnos cuenta, nos vimos ya de vuelta en el hotel, repasando todos los momentos vividos y casi sin tiempo para dormir, al día siguiente tocaba la siguiente excursión, esta vez con Javi: Cobá, Cenotes y Tulum.
COBA, CENOTES Y TULUM (Intento 2) (Sábado)
Llevábamos 4 días en México y ya habíamos podido experimentar playa, aventura, cenotes, cultura maya, hotel… La idea era probar un poco de todo y en base a las experiencias, elegir los siguientes planes. Queríamos repetir seguir experimentando, salir del hotel, cuanto más lejos mejor! Javi nos habló muy bien de otra ciudad maya, Cobá, que significa “aguas turbias” en maya, así que allí que nos fuimos, con la idea de parar en algún cenote y pasar por Tulum a la vuelta. Si es que el destino nos lo permitía.
Pirámide de Cobá
Cobá, en cuanto a superficie, es mayor que Chichen Itzá, pero menos conocida. La entrada nos resultó extremadamente barata (65 pesos, unas £3.5) pero decidimos pillarnos un guía para entender todos los detalles de la civilización maya, lo que supuso 600 pesos más. Una de las principales cosas que nos llamó la atención de la excursión fue la posibilidad de subir a la pirámide Nohoch Mul, la más alta del norte de la península de Yucatán. Nos contaba el guía como una turista, en su luna de miel, se mareó subiendo los 42 metros de pirámide, el marido, al ver que se desmayaba la mujer, intentó agarrarla, cayendo y falleciendo ambos. Cuando vi lo estrecho que eran los escalones y la inclinación de la pirámide, me extrañé de que tan sólo hubiera habido unos pocos accidentes y de que aquello siguiera abierto, pero no podíamos perdernos las vistas desde lo más alto así que empezamos a subir. A mitad de camino, Bea se empezó a marear: el cuello le volvió a jugar una mala pasada por lo que decidió, inteligentemente, desistir, y con ello salvarme a mi también la vida. Javi y yo seguimos hasta lo más alto, y creo que con tranquilidad puedo decir que nos encontramos con las mismas vistas que los mayas tenían hacía cientos de años: Una selva llena de árboles que el ser humano, todavía no se ha cargado. Una estampa de esas que no se olvidan.
Vistas desde lo alto: Cobá
Tras horas de caminata, decidimos recargar fuerzas con un baño frío en el segundo y último cenote que visitaríamos en este viaje. En esta ocasión el cenote estaba totalmente cerrado, pero el agua todavía más transparente si cabe que el primero. Para cuando salimos, lo habíamos conseguido… Se nos había hecho tarde de nuevo para visitar Tulum, uno de los únicos sitios que teníamos claro que teníamos que ir sí o sí. Lo bonito de viajar es que siempre tienes rutas y caminos que se abren a tu paso. Javi para compensar la falta de Tulum, nos llevó a cenar a un pequeño lugar en una playa virgen en el que te cocinan el pescado que pescan fresco en el día. Llegamos a las 18.00, y nos encontramos al camarero en la puerta que se despedía del patrón, como ellos dicen. “Lo siento chicos, pero estamos ya cerrados, no damos cenas” nos comentó… “No me diga, si venimos expresamente para eso”, respondió Javi. El chaval, muy educadamente, le dijo al patrón, que ya estaba en el coche para marcharse “Patrón, si quiere les atiendo, no me importa” a lo que el patrón le respondió “Lo que quiera, le doy a elegir”. Y el camarero, con una sonrisa en la cara, nos dijo, “adelante chicos, no podré ofrecerles menú, porque sólo nos quedan algunos peces frescos, pero son bienvenidos”. No me lo podía creer. Una playa virgen para nosotros. Un lugar vacío a punto de cerrar, y todos los trabajadores allí para atendernos, porque quisieron. Nos invitaron a sentarnos donde prefiriéramos y Javi, que se conocía el lugar, cogió una de las mesas y la puso en la misma orilla. No tocábamos el agua, porque no queríamos. Y allí estábamos los tres, con una cerveza fría recién abierta, mirando al horizonte mientras anochecía. Puede que ese fuera el mejor momento del viaje. Casi sin darnos cuenta nos vimos totalmente a oscuras, sin una luz, bajo el cielo más estrellado que he visto en mi vida. Pude contemplar una estrella fugaz, ¿mi deseo? Lo tuve claro, pero de momento queda entre yo y el mar del Caribe. Ya os lo contaré si se cumple.
Cena especial
La cena fue de lo más agradable, y empezamos a comparar cómo sería un sábado normal en Londres, comparado con el sábado que acabamos de pasar allí. Un ejercicio interesante que nos dio mucho que pensar. Dejamos el lugar, nos montamos en el coche con todavía unos 40 kilómetros por delante y hablando de los planes del día siguiente cuanto Bea sugirió un plan completamente diferente, digno de la filosofía del “A tope”. En su día Luis nos había hablado muy bien de la isla de Holbox, al norte. Por otro lado, ese mismo día, Javi nos había enseñado un video de las coloradas, unas salinas totalmente rosas que tenían una pinta espectacular. “Y si vamos a Holbox, pasamos la noche allí y salimos al día siguiente hacia las coloradas?”. Al principio, hasta a mi me pareció demasiado a tope, pero tras 2 km recorridos… dijimos… ¿y por qué no? A tomar por culo el todo incluido, vámonos de aventura. Javi, que no había estado en ninguno de los dos sitios estaba encantado… eso sí, no tendría esta vez un as en la manga. Estábamos los 3 en las mismas condiciones, ante lo desconocido. Sería una excursión de dos días, una nueva aventura.
Holbox & Las Coloradas (Domingo y Lunes)
No habían pasado ni 12 horas desde que Javi nos dejó en el hotel y ya lo teníamos de nuevo recogiéndonos. Volvía ese mariposeo propio de las pequeñas aventuras y lo desconocido. Tardamos unas tres horas en llegar a Holbox, por una carretera que literalmente cruzaba toda la selva: si hasta pudimos ver tarántulas cruzando la calle… Llegamos al pequeño puerto desde el que se va a Holbox, dejamos el coche y tras comprar una buena cerveza, nos metimos en el barco. La brisa del mar nos sacaba la sonrisa, que se convertía en carcajada cuando las olas rompían en el barco y nos salpicaban. Sin casi darnos cuenta ya habíamos llegado.
Paseando por Holbox
Holbox es una isla muy pequeña, fácilmente recorrible a pie, aunque es bastante común alquilarse carritos de golf para moverte entre sus calles de arena dura. Todos los edificios se ven antiguos y muy bajitos, se ve un pueblo frágil, pero con mucho encanto. Maleta en mano, recorrimos la calle principal y decidimos meternos en un bar para reponer algo de fuerzas. Tras repostar con un par de cervezas, nos pusimos a buscar hostal. El primero sólo tenía habitaciones con otras 4 personas, pero los 250 pesos nos pareció muy caro (£12), nada más salir, encontramos otro hostal que pese a su sencillez, nos dió muy buenas vibraciones. Nos ofrecieron una habitación a la que se accedía subiendo una escalera de estás sin patas que esta apoyada contra la pared. La escalera daba como a una tabla, sin barandillas, por la que pasabas para entrar en la habitación, que no tenía puerta, si no cortina, y por supuesto, no tenía baño. Allí había un colchón tirado en el suelo, sin somier ni nada más. El precio? 200 pesos. Era…perfecto! No habíamos dejado el hotel de 5 estrellas para meternos en otro de lujo. Javi, por su parte, estaba justo enfrente de nosotros, con una cama para él sólo, y un pequeño agujero en el techo jaja, menos mal que no llovió…
Hostal de Holbox
Dejamos las cosas y sin perder tiempo nos fuimos a dar un paseo por la playa, donde nos relajamos con un pequeño baño y caímos secos en la arena blanca, con la única preocupación de no tener nada de lo que preocuparte. Nos despertamos y sin saber ni la hora que era nos fuimos al único chiringuito que había en la playa. ¿El menú? Una buena mariscada fresca que tardaron en preparar algo más de una hora. El tiempo suficiente para ver el atardecer y que se nos hiciera de noche. Con los estómagos llenos, marchamos para el hostal y es que ahí es donde empieza la magia del mochilero. Tomándonos una cerveza, se te acercan otros viajeros con el que compartes historias y haces amistades. Tuvimos la oportunidad de conocer a un artista Mexicano, y posteriormente saludamos a una chavala que salía justo del hostal. Cuando la chavala gira la cabeza para decir hola a Javi, se para, y con un grito dice “Javi? Pero qué hacés acá?” con un marcado acento argentino. “Nati?” respondió Javi. No me lo podía creer. Pero a quién coño va a conocer Javi en esta punta del mundo…! Resulta que se habían conocido hacía justo un año en Tailandia, y el destino les había unido de nuevo aquí. Nati, llevaba viajando dos años por todo Asia, Australia, Nueva Zelanda y ahora estaba por Centro América, a punto de cerrar la ruta (por ahora). Viaja con su novio y suelen moverse haciendo autostop. Sus planes eran haber ido a Valladolid, pero como la que les recogió en el coche iba a Holbox, cambiaron de plan…¿por qué no? si pueden hacer lo que les salga de los huevos. Lo cierto es que ese simple detalle me chocó mucho. Vivo en un día a día donde yo tengo todo planificado y en el que salir sin una agenda y un calendario conectado a mi Iphone es impensable, que el hecho de ver cómo Nati puede cambiar de planes de esa manera, me dio un poco de envidia. Si tenemos un coche de 5 plazas y ellos son dos, las cuentas eran claras, ya teníamos compañeros de viaje para el día siguiente.
Una buena mariscada
Bea y yo estábamos rotos y nos fuimos con orgullo a la cama a las 22.00. La música de la radio venía de la recepción que estaba justo abajo y se escuchaba con claridad desde nuestro colchón. Un olor a porro entraba de vez en cuando por la cortina-puerta y de fondo, se escuchaban las risas de algunos mochileros contando anécdotas. Esa noche no nos habíamos duchado, la verdad es que la única ducha del hostal no invitaba para ello. Todas esas sensaciones sólo me hicieron sonreír mientras miraba al techo de madera de la cabaña. Notaba como los ojos se me cerraban de cansancio, y me quedé dormido mientras me auto-preguntaba… ¿Podría ser mochilero durante algunos meses?
Amanecí a las 6, que fue cuando el primer mochilero se marchó, pero luego volví a caer hasta las 8:30. Desayunamos unos tacos y zarpamos con nuestra nueva pareja de amigos rumbo a Las Coloradas. La ruta en coche fue de lo más entretenida: no todos los días te juntas con 3 viajeros eternos contando anécdotas: Un coche que se compraron en Australia y que no pudieron vender pero del que todavía conservan las llaves, como perderse de noche camino de ver un volcán y pasar la noche en un refugio, o como recorrer un país en Tuk-Tuk fueron algunas de las historias que amenizaron las 3-4 horas de viaje hasta que… nos paró la policía mexicana en mitad de la carretera. Un control algo sospechoso, en el que las gafas de sol de los policías, la vestimenta, y la metralleta que llevaban, impusieron mucho respeto. Yo ya lo veía claro: soborno y chupaita. Pero qué va, tras la pertinente revisión de pasaportes, sólo de los varones, nos dejaron marchar y llegar a nuestro destino.
Las Coloradas
Las Coloradas son unas salinas que hacen como una laguna totalmente rosada como consecuencia de un alga. Inconscientes de nosotros, y tras haber visto el video del tío bañandose en la salina, metimos nuestros pies y hasta cogimos piedras del sal del fondo, que lamimos para comprobar que efectivamente era sal… como el niño que chupa un limón para darse cuenta de que… es un limón? Pues igual. No tardaron mucho en llamarnos la atención y avisarnos del peligro de mojarnos en ese agua, aunque sinceramente, creo que no tenía peligro. Tras las pertinentes fotos, volvimos al coche y nos recorrimos unos caminos de arena increibles: disfrutamos del paisaje, de la vista de flamencos y una vez más de la sensación de libertad.
Naturaleza en estado puro
Teníamos un largo camino de vuelta así que volvimos sin ni si quiera cenar, pero paramos para comprarnos una coca cola y unas patatas. En la tienda, Nati vió un periódico que anunciaba la fiesta de disfraces de Halloween en Mérida. Camino de Valladolid, dónde dejaríamos a los mochileros, decidieron un nuevo cambio de planes, desde allí se irían directamente a Mérida. Igual hasta me estresa ese tipo de vida jaja.
Cuando ya los dejamos, decidimos coger la carretera comarcal en vez de la autovía para llegar a Playa del Carmen. Gran fallo. Las carreteras no tienen ningún tipo de iluminación, la lluvia empezó a ensuciar el parabrisas y lo peor de todo, se acumulaba el número de transeuntes y carrozas que paseaban sin iluminación ninguna por un andén inexistente. La tensión de Javi al volante era palpable, pero pese a las adversidades, conseguimos llegar al hotel. Hogar dulce hogar. Una buena ducha caliente,un buffet de todo incluido con un buen postre y una cama de 2×2. Otra sonrisa al techo y nuevas experiencias para recordar en mi bolsillo. Empezaba a autoresponder mis propias preguntas: mochilero sí, pero con ciertos filtros…
Hotel & Coco Bongo (Martes & Miércoles)
Lo necesitábamos. Queríamos pasar al menos dos días en el hotel descansando, cogiendo algo de color y disfrutando del todo incluido. Empezamos la mañana fuerte y llevábamos 3 rones a las 12 de la mañana. Ya entonados y mientras tomábamos el sol en las hamacas, la representante de Coco Bongo, la discoteca más conocida de Cancún y Playa del Carmen, se acercó para vendernos entradas. Lo había visto claro, éramos un blanco fácil. “Chicos entradas para Coco Bongo” nos dijo “Uf, lo habíamos pensado hace unos días pero ya va a ser que no, nos quedan 2-3 días” respondimos, sin demasiada convicción. “Y qué problema hay? Vayan hoy!” apuntó. Bea y yo nos miramos, sabiendo que ya estaba vendido, y le dijimos “a ver, cómo va esto…”. Cinco minutos más tarde ya estaba yo, con mi ron en mano, camino de la habitación para coger la tarjeta de crédito. Teníamos que ir a Coco Bongo…
Decidimos bajar el ritmo de bebida para llegar a la noche, nos metimos una hamburguesa entre pecho y espalda. Nosotros, y los mapaches con los que se comparte comida en el chiringuito de la playa y que le robaron medio perrito a Bea. Tras la comida, siesta y… dolor de barriga. Había estado todo el viaje de lujo, y justo me puse regular a dos horas de la discoteca. Conseguimos cambiar el día de la reserva para el día siguiente, en el que se repitió la historia. Playita, roncito en la piscina, siesta y dolor de barriga. A tomar por culo, no nos lo podíamos perder. Allí que nos plantamos y disfrutamos de unos temazos, 25 espectáculos sentados en nuestro reservado con nuestra botellita de ron. Los baños de la discoteca bien por cierto.
Cocobongo!
La vuelta fue a las 4 de la mañana, nos hicimos algunos amigos en el autobús de vuelta y volvimos a recordar experiencias mientras cenamos en la habitación, con el sol medio apareciendo. No había tiempo que perder, había que acostarse que Javi llegaba en 5 horas. Era la última oportunidad para ir a Tulum.
Tulum (Jueves)
Pensaba que nos iba a costar más despertarnos, pero estábamos frescos. No tuvimos tiempo de desayunar así que nos recogió Javi, que ya entraba en el hotel como Pedro por su casa, y paramos en un bar de carretera bastante conocido por los locales, llamado El Arbolito. Allí hacen unos batidos de frutas (o licuados) impresionantes. También nos pedimos unos tacos hechos a mano. El desayuno perfecto. Pese a que el día daba tormenta había amanecido soleado así que sin retrasarnos mucho más nos fuimos directos a Tulum. Lo habíamos conseguido! Las ruinas se ven relativamente rápido, en 45 minutos te da tiempo a ver todo. Impresiona mucho alzar la vista desde la muralla e imaginarse la llegada de monstruos desconocidos con velas llenos de humanos que se daban la vuelta sin muy bien saber por qué, para volver semanas más tardes con refuerzos. No nos podemos imaginar cómo se sentirían los mayas allá por 1492.
Tulum, un gran descubrimiento
Terminó la excursión y decidimos cerrar el día yendo a comer a aquella estupenda playa donde tan bien nos atendieron días antes. A medida que íbamos llegando, el día se fue torciendo, al final resultó ser verdad eso de que era día de tormenta. A escasos metros del chiringuito, nos encontramos un cartel de un terreno que vendían. Lo vimos claro. ¿Y si llamamos a ver cuánto nos piden y montamos un terreno para montar un hostal? Pues eso hicimos… 450.000 euros por 800 metros cuadrados y 15 metros cuadrados de playa privada. Demasiado para unos simples soñadores. Nos dió igual, nos tomamos un buen plato de camarones, quesadillas y disfrutamos de las últimas cervezas bajo un toldo de plástico. El viento tiraba algunas sillas de la orilla pero nosotros estábamos protegidos del viento. El calor de la brasa en la que hacían el pescado fresco nos mantenía en calor. Pese al viento y la lluvia, no podíamos dejar de mirar al horizonte, sabíamos que era el último día y queríamos memorizar bien aquella estampa. Estampa a la que recurro ahora en los días fríos del invierno Londinense.
Javi nos devolvía al hotel bajo una lluvia ya torrencial, las calles se inundaron e impidieron un paseo por la quinta avenida de la Playa del Carmen. Llegamos al hotel, nos despedimos de nuestro amigo y guía e intentamos dejar las maletas hechas para disfrutar de la última mañana antes de ir al aeropuerto.
Vuelta a Madrid (Viernes)
Pese a no hacer un día de playa, el viernes fue mucho menos duro de lo que imaginábamos. El hecho de hacer parada en Madrid y ver a mi familia también nos ayudó psicológicamente. Nos sentarnos en unas hamacas e hicimos un buen balance de todo lo que habíamos vivido y de lo que queríamos hacer con nuestras vidas en esta nueva etapa como marido y mujer. Decía que a veces, hace falta parar para poder seguir. Nosotros llenamos el tanque de gasolina, trazamos la ruta de nuestras próximas aventuras e hicimos el planning de nuestros próximos objetivos, y no tardamos ni 10 horas desde que aterrizamos en Madrid para ponernos manos a la obra. Desde ahora, y de forma oficial, arriesgaremos y ganaremos juntos.
Siempre recordarás tu Luna de Miel, me decían, y la verdad es que no se equivocaron. Tras estar más de un año organizando con cariño el bodorrio, los contratiempos vividos por el camino y el estrés sufrido cuando decidí cambiar el mundo de la agencia por Google, creedme que estaba más que preparado para “desconectar” durante un par de semanas.
Siguiendo la línea de vacaciones en destinos de playa que empezamos hace 3 años en Cuba, y que seguimos con Tailandia, México fue el destino por el que nos decantamos. El plan estaba claro, disfrutar de las playas idílicas, pero sobre todo conocer al México de verdad, degustar la comida local, entender la historia maya, embarcarnos en alguna aventura y lo más importante de todo: dejar de acelerar durante unos días, porque a veces hay que parar para poder seguir…
México siempre será un país especial para nosotros, ya no sólo por todo lo que hemos vivido allí, sino por lo que nuestro roomie, Luis, ha aportado a nuestras vidas. Luis influyó mucho en nuestra decisión y nos mostró todas las opciones que nos presentaba su país: aventura, playas, cultura y gente cariñosa. Para cuando reservamos los billetes no lo sabíamos, pero al final resultó que tendríamos un guía de lujo: Javier Godínez, un eterno viajero, creador de www.vivirparaviajar.com y amigo de la infancia. Javi se perdió nuestra boda pero nos acompañó en la luna de miel y nos preparó unos planes impresionantes que nos permitió vivir esta experiencia de la manera que habíamos soñado.
Tras cerca de 20 horas de viaje (Hotel – Maria Zambrano – Atocha – Barajas – Cancún – Playa del Carmen), conseguimos aterrizar e inmediatamente despertamos del letargo al que la burbuja de Londres nos tiene sometidos. La humedad y altas temperaturas ya nos pusieron de buen humor, pero el mariposeo que empiezas a notar en el estómago camino del hotel es lo que nos hizo darnos cuentas de que estábamos vivos, de nuevo. Llegamos al Sunset Princess, entramos en la habitación y no pudimos evitar el salir corriendo a la terraza para ver el acceso directo a la piscina. Allí disfrutaríamos de un perrito y una hamburguesa con patatas, recogidas del bar de 24h, y abrimos la cerveza; era el momento de brindar, empezaba la aventura…
Teníamos claro que no íban a ser unas vacaciones de resort, el primer día amanecimos a las 5.30 de la mañana, quizás provocado por el jet lag, y decidimos disfrutar del amanecer y de un paseo por la playa. Repusimos fuerzas con un buen desayuno y aprovechamos para conocer todas las excursiones habidas y por haber. Acto seguido, y con la información fresca en nuestras cabezas, nos fuimos al Spa para que las burbujas del jacuzzi y un buen masaje nos ayudarán a liberar tensiones acumuladas. Ya sí, estábamos preparados para tomar decidir nuestras primeras excursiones.
Primer amanecer en México
Akumal & Tulum (Intento 1)
Nuestra primera excursión con Javi fue a Akumal, una playa de arena fina blanca y un mar templado de tono verdoso-azulado que te recuerda que estás en el Caribe y no en el Mediterráneo. Me sorprendieron muchas cosas: lo vacía que estaba la orilla, la ausencia de sombrillas o de mujeres haciendo top-less, pero sobre todo, el comprobar que efectivamente, se puede nadar con tortugas que se mueven libres, haciendo la experiencia única. Disfrutamos de una cerveza en la orilla, mientras los tres nos poníamos al día de nuestras vidas y arreglábamos el mundo.
Playa de Akumal con nuestro guía
Decidimos comer en un bar donde los camareros llevaban un mensaje en sus camisetas “You hook it, we cook it” que traducido es “Tu lo pescas, nosotros lo cocinamos”. Gran acierto. Salimos de allí con un pulpo, camarones y un pescado blanco entre pecho y espalda. Y con eso te puedes hacer una idea de lo que entiendo de pescados.
Salimos hacia Tulum, las ruinas desde donde se divisó la llegada de los españoles. Lamentablemente llegamos ya para cuando la entrada a visitantes estaba cerrada. Se creaba así la maldición de Tulum. ¿Tendríamos posibilidad de volver otro día? Cambiamos de planes y nos metimos por unas rutas en coche desconocidas, que resultaron llevarnos a una playa virgen donde no había absolutamente nadie. ¿Cómo puede haber playas de ese calibre vacías? Lo bonito de adentrarte en caminos desconocidos, es que puedes encontrar santuarios donde divisar una puesta de sol sentados en un muelle de madera, como si de una película se tratara.
Atardecer desde el muelle
Otra ventaja de tener un amigo como guía top es que te puede gestionar la excursión del día siguiente a Chichen Itzá mientras conduce, y en un par de Whatsapps. Dicho y hecho.
Chichen Itzá – Cenote – Valladolid
Madrugar cuando estás de viaje no es madrugar, es disfrutar más tiempo de tus vacaciones. Así que nos vimos en ese autobús de todo incluido camino a una de las 7 maravillas del mundo moderno muy temprano.
La primera parada fue en el cenote Hubiku. Al entrar, vimos dos mayas haciéndose fotos con los turistas, y por algún motivo, aquello me recordó a la película de Apocalypto y me transportó en el tiempo, pudiendo imaginarme cómo sería aquella cavidad hacía cientos de años. La primera impresión es espectacular, nunca había estado en un cenote antes… La temperatura baja considerablemente a medida que vas descendiendo, la entrada del sol por el único orificio que lo conecta con el exterior y la cruz de fondo le da un aspecto divino. Las aguas cristalinas transmiten la pureza del sitio. Una imagen que jamás olvidaré. No tardamos en meternos en el agua, tan dulce como fría. Lo que me terminó de enamorar del sitio fue la sensación al estar tumbado en el agua, con la cabeza lo suficientemente hundida como para tener los oídos bajo agua pero pudiendo contemplar esa maravilla con una respiración tranquila. Había un silencio absoluto, que sólo se interrumpía cuando los mayas hacían sonar uno de sus instrumentos. Cerraba los ojos y sólo sentía paz interior. No fue fácil salir de aquel paraíso pero había que continuar, nos esperaba Chichen Itzá.
Cenote Hubiku
La historia que hay detrás de esta pirámide es sublime: 4 caras de 91 escalones cada uno que dan pie a un escalón único final para hacer 365 escalones, lo que conforma los 365 días del año. El guía nos contaba cómo los 21 de Marzo y 20 de Septiembre de cada año, se produce un evento único al atardecer: Al ponerse el sol, lo escalones, que tienen una inclinación perfecta de 45 grados, provocan una sombra simétrica sobre la roca que forma la figura de una serpiente, cuya cabeza de piedra se encuentra en la base de la pirámide. El conocimiento astronómico que podían tener los mayas hace cientos de años es tan abrumador, que hace todo el monumento digno de visitar.
La serpiente
Chichen Itzá, una maravilla moderna
Nos dirigimos a una de las caras de la pirámide y comprobamos como, al aplaudir, los escalones transportan las ondas sonoras hasta el interior de la pirámide, que devuelve un sonido, justo en la dirección contraria, emulando el sonido que hace el ave real de México. Allí estábamos todos aplaudiendo, intentando encontrar el fallo a tan semejante historia.
Sin tiempo de digerir tanta sorpresas, divisamos el que fue el estadio de pelota maya más grande de México. Allí nos contaron como se jugaban partidos sagrados cada 52 años, donde las clases altas y el rey, eran testigos de un partido con los mejores jugadores del momento. La pelota maya consiste en golpear la bola con la cadera o los codos, e intentar introducir la pelota en una especie de aro bastante pequeño que se encuentra a una altura considerable. Visto en directo parece imposible. Dicen que la pelota podía pesar hasta 3 kilos y que era tal el esfuerzo, que los partidos no podían durar más que unos pocos minutos. Lo que hace la historia todavía más increíble, era lo que sucede al final. El mejor jugador del equipo ganador, era sacrificado por el mejor jugador del equipo perdedor, como ofrenda a los dioses para garantizar años de bonanza y de buenas tierras en el futuro. Vaya, que ahora sé por qué fallaron Griezman y Juanfran los penaltis en la final de la Champions, por si acaso…
Salimos de aquel paraíso con muchas cosas que digerir. Paramos en Valladolid para fotografiar la primera Iglesia creada por los españoles en 1537 y ya de ahí partimos para el hotel de vuelta. Había que aprovechar la barra libre así que empezamos a beber cervezas y algún cocktail que otro, pero de forma responsable. A nuestro lado nos tocó una pareja de chilenos y una de españoles. El chileno, de unos 55 años, había estado en Chichen Itzá, embadurnado de crema solar, sus gafas de sol, y un pequeño bastón que, con todos mis respetos, le hacían un personaje de cuidado. El autobús lo transformó y se convirtió en el alma de la fiesta. El guía de la excursión sacó 3 botellas de 3 litros de tequila, y allí que empezaron, codo con codo el español y el chileno. Una por ti, otra por mi, una por tu país y esta por Hilary. El español creo que fue un poco Trumposo y no bebió tanto como el chileno, pero ganó. Dejó al chileno balbuceando, sin poder pronunciar una palabra. No sé como ese hombre pudo bajar del autobús ni si se acordará de todo lo que habíamos visto horas antes.
Recuerdo esa noche, como al acostarme me quedé pensando en la cantidad de cosas que el mundo tenía que ofrecernos, en lo vivido y en lo que nos quedaba por disfrutar. Como viajar sigue dándonos regalos inolvidables y cómo el conocer otras culturas y formas de vivir nos cambian poco a poco como personas. Dormí con una sonrisa en la cara, pero no había tiempo para soñar mucho, nos teníamos que despertar al día siguiente para ir a Xcaret. Pero eso ya, lo dejamos para otro post.
Y entonces llegué al inicio del pasillo, agarrando con cariño el brazo de mi madre, que también me daba la mano mientras me susurraba “la tienes helada, pobrecito”. Palabras de cariño y protección, pero para mi, mucho más que palabras. Prácticamente nadie sabe que 6 semanas antes de la boda recibíamos la noticia de que mi madre tenía cáncer de útero y que había que operarla inmediatamente. Es entonces cuando todo se te pasa por la cabeza y cuando te das cuenta de que la vida no es tan controlable como uno pueda pensar, de que caminar por la alfombra blanca agarrado a lo que más quieres es un lujo que hay que saber valorar. Seis semanas, ese es el tiempo que le ha llevado para ser operada y para satisfactoriamente recuperarse, algo que sólo hacen los verdaderos guerreros.
Un camino al altar si cabe aún más especial
Los dos paramos al inicio del pasillo, y ahí estabais todos, las 130 personas más importantes de mi vida, más alguna que otra que no pudo asistir pero que estuvieron de otra manera presentes. Sonrisas sinceras, lágrimas de alegrías, miradas cómplices. Inspiré hondo y empezamos a caminar, lo habíamos conseguido… pero no todo es tan sencillo como pueda parecer…
El proceso de la boda empezó hacía año y medio en Tailandia, nuestro último viaje juntos que sirvió para que propusiera matrimonio a la que hoy es mi mujer. Una pedida de ensueño que tendré la suerte de poder recordar toda mi vida, incluso cuando la memoria falle, y es que minutos antes de dirigirnos a la Sunset beach en Koh Lipe, Bea sugirió que colocáramos la GoPro a nuestras espaldas para hacer un timelapse y poder estampar lo que sería el atardecer más bonito de nuestras vidas. Un momento mágico que confesé a mi hermana que sucedería semanas antes a través de Skype, y que tras conocer la noticia rompió a llorar de emoción. Una reacción que habría pagado por tener grabada y que fue lo que originó la idea de grabar vuestras reacciones al contaros que nos casábamos, reacciones que demuestran el cariño y la amistad que nos une, algunas de ellas tan buenas que nos obligó a hacer un ranking!
Empezaron los preparativos, empezaron las sorpresas, sorpresas que se convierten en aventuras, aventuras que pasan a anécdotas. Me encantan las sorpresas, y la vida está llena de ellas: a las sorpresas buenas las dejamos con ese nombre, a las sorpresas malas les llamamos problemas, contratiempos. Yo intento tratar por igual a todas las sorpresas, tomármelas con filosofía, la filosofía de “donde nos lleve la vida”, porque al final, son ellas las que nos forman como personas, la que forjan nuestra forma de ser.
Miro por la ventana del AVE y compruebo como dejamos atrás a una velocidad de vértigo cosas que hacía un segundo no veía ni que tenía delante. Cierro los ojos y veo todo lo que Bea y yo hemos recorrido para llegar hasta aquí: nos veo hace exactamente 5 años montándonos en ese vuelo cargado de ilusiones con rumbo a Colchester, visualizo muchas tardes estudiando y preparándonos para nuestra nueva vida juntos. Recuerdo los madrugones de Bea a las 4 de la mañana camino del hotel, o sus llegadas a casa de madrugada tras 12 horas en la terraza fría del restaurante. Revivo con orgullo todas esas decisiones importantes que hemos tomado juntos en nuestro bar de al lado de casa, los sueños compartidos cada sábado mientras sorbemos el café y mordemos la tostada con aceite y tomate restregado que nos transporta a orillas del Mediterráneo, a nuestra verdadera casa.
Los preparativos de la boda han sido un bonito reflejo de lo que es la vida, sorpresas y contratiempos que suceden mientras el mundo sigue dando vueltas: cambios de localización tras tener todo apalabrado y fianza pagada que nos llevó a organizar todo de nuevo y a conocer gente como Patricia Navarro y Arteboda, que nos ha ayudado con los preparativos, o con Fran y Sáboga que nos dió de comer no sólo en la boda, sino también en Sevilla para probar el menú y en casa de Bea como prueba oficial. Mi madre tuvo tiempo para pasar por quirófano, no una, ni dos sino hasta tres veces (y las que me deje en el tintero). La madre de Bea tuvo tiempo para fracturarse la muñeca y conseguir quitarse la escayola a dos semanas del día señalado. Mi hermana consiguió lanzar su negocio, mi primo terminar sus estudios, varios amigos decidieron quedarse embarazados y tener niños … Hemos tenido hasta 6 bajadas a España para organizar todo, hemos recibido la ayuda de mi hermana que nos diseñó la invitación y los auriculares, lo he celebrado con mis niños en una despedia de soltero involvidable, lo he celebrado con la familia y los testigos en esa firma oficial del 1 de Septiembre. Tuvimos tiempo de perder el vuelo más importante de nuestras vidas a tres días de la boda por cambios en los horarios que nunca nos fueron comunicados. También me he visto a un mes de la boda sin traje teniendo que empezar de cero, una vez superado eso nos vimos a 2 días de la boda sin vestido y sin traje por fallos en taller… También fuimos testigos de una tormenta impresionante a 48 horas de la boda… si hasta escribí por Twitter a Mario Picazo buscando su bendición…. El caso es que tras tantas y tantas aventuras llegó el día de la boda.
Pasaporte con destino al viaje de nuestras vidas
Todo estaba dispuesto y mi tío se disponía a sacar el Mercedes del garaje para ir a grabar a casa de la novia. Entonces la puerta del garaje se rompió siendo imposible su apertura. Tras probar distintas llaves e incluso llamar a mantenimiento, la puerta seguía sin abrir. Cuando empezó a cundir el pánico, y como si de un milagro se tratara, la puerta se abrió. Sólo yo sé que fue mi abuelo, que en paz descanse, el que vió ahí la oportunidad de guiñarme un ojo como siempre hacía cuando cometía una gamberrada, cuando acertaba la quiniela con su dado único o cuando daba dinero a escondidas. Era su manera de estar presente en ese día tan especial. Gracias abuelo.
Era el momento de disfrutar, de ver como Elvira plasmaba momentos mágicos mientras nos vestíamos, de ver como mi madre nos solucionaba a todos la papeleta tras llegar radiante de la peluquería, de ver los nervios de mi hermana y mi padre ensayando el discurso. Era el momento de ver a mi tio entrar en casa cámara de video en mano y de ver a mi cuñado hablando por 15 desayunando a una hora de salir de casa. A mi madre no le dió tiempo ni de mirarse al espejo antes de salir por la puerta. ¿Como se puede uno poner tan nervioso cuando sabes que vas a estar con los tuyos? Camino de la Casilla de Maera, hubo tiempo para soltar un par de carcajadas “Tío, eso que hay en el cristal es una cagada de pájaro?” “Joder joder joder! A tomar por culo los 30 euros del lavado de coche en el Corte Inglés” es lo único que salió de su boca jajaja. Ya entrando en la casilla, mi tío fue a quitarle la capota al descapotable, y se le rompió en ese mismo momento, una vez más, esta vez dando golpes desde el maletero, pude escuchar su desesperación “Joder, joder, jooooooooder” jajaja.
La novia
El novio
Que bonita es la vida cuando pones las cosas en perspectiva, ya ves tu el problema de que no abra la capota… lo importante es que lo hemos conseguido y mi madre me acaba de dejar en el altar. Me doy la vuelta mientras empieza a sonar “In a thousand years”, como si de una película se tratase todo lo descrito anteriormente pasa en 2 segundos por mi cabeza, y entonces allí aparece Bea, que también se para y desde la distancia nos miramos. Lo bonito de encontrar a tu media naranja es que en momentos como este, te puedes leer la mente, y notaba como Bea me decía algo que ya me había dicho antes “Nunca te he visto llorar, mi objetivo es hacerte llorar mientras camino hacia al altar” “Lo siento cary, pero es que no suelo llorar, no te lo tomes a mal” le respondía… A tomar por culo mis palabras, los ojos empezaron a humedecerse en el mismo momento en el que ella comenzó a caminar. Intenté contener las lágrimas, pero note rápido ese frescor de la lágrima al caer por la mejilla. Todavía veo esa sonrisa de orgullo y esa mirada húmeda que me decía “lo conseguí”.
Una mirada que dice todo
La ceremonia fue una auténtica montaña rusa de emociones, todos y cada uno de los discursos me hicieron llorar. Mi padre me hizo entender que era un gran hijo, mi hermana después de humillarme confesó haber aprendido muchas cosas de mí, entre ellas y tras romperse, la importancia de ser valiente. María explicó el significado de la amistad y Arkero, Alberto y Juanjo demostraron que la distancia no es suficiente para separar lo que nos une de una forma que jamás olvidaré (aunque creo que todavía tienen las ronchas en su piel, estoy seguro de que se recuperarán de esta…).
Una imagen vale más que mil palabras
Entonces apareció mi abuela, con un discurso sorpresa y una historia que llevaba guardada en el corazón durante 30 años. Explicó a todos los presentes como en un paseo por Madrid cuando yo era un macaco le pedí que me comprará chucherías, ella se negó para no malcriarme y yo me cogí una buena pataleta. A la vuelta de casa, vi otro kiosko y entonces yo dije en voz alta “la abuela no compra chuches”, aquello fue como un puñal directo a su corazón que en ese momento se sacó y tiró al suelo… Con esa misma mano me entregó una tarta de chucherías hecha por ella misma que decía “La abuela no si compra chuches”. Todavía recuerdo lo que me costó recuperar la respiración, pero no fui el único, dejó a los 130 asistentes con el corazón en un puño. Se convirtió en la abuela de todos. Es curioso como un detalle tan pequeño, como aquel paseo, ha podido marcar tanto a mi abuela, y como todo lo que ha hecho por mi en los 32 que tengo le hayan pasado por alto. Abuela no estaría donde estoy, sino fuera en parte por ti, y no te preocupes que ya me he comido casi todas las fresas,.. el resto nos las llevamos para México!
La abuela sí compra chuches
La ceremonia acabó con la lectura de un texto especial para nosotros, un ritual del viajero que Eduardo Banderas, nuestro oficiante de boda, leyó con una maestría que jamás olvidaré. Nos vino a decir que en este viaje que comienza, la ilusión por conocer nuevos caminos ha de ser superior al miedo a lo desconocido, que disfrutaremos de atardeceres únicos como el de Tailiandia pero que cuando haya tormenta nos atrevamos a bailar bajo la lluvia. Tras darnos el sí quiero, salimos por donde entramos, pero con una sensación diferente, de unión, y empezamos la sesión fotográfica con Elvira y Jesús mientras los invitados abrían sus regalos: unas postales que contenían un vídeo personalizado con los mejores momentos compartidos que podrían disfrutar con unos auriculares también personalizados. Y es que la vida es eso, pequeñas postales que nos da el día a día y que nos hacen ser quienes somos.
Las postales que nos da la vida
Ya nos lo habían avisado, “os iréis con la sensación de haber visto a todo el mundo pero de no haber estado con nadie” y así fue… “disfruta de cada minuto” me decía mi tío que siempre nos seguía con la cámara. Me pareció ver a Mercedes Milá por ahí diciendo “yo quiero a ese tío grabando en la casa de Guadalix de la Sierra!” estaba en todas partes! Las horas pasaron como si fueran minutos pero hubo tiempo…
Hubo tiempo para disfrutar de un ambiente donde notamos el cariño y el disfrute de la gente, para conocer a nuevos miembros de la familia como Naia o a las últimas incorporaciones al grupo como María o el pequeño Jack. Hubo tiempo para reencuentros, muchos reencuentros. También para celebrar el cumpleaños de Curro, para abrir regalos inolvidables, para que nos dejarais mensajes en el libro de firmas que Juanjo & Sara nos pusieron y graciosas fotos en el fotomatón, para partir la tarta con Californication de fondo y para hacer un guiño especial a nuestros padres con esa foto en familia. Tuvimos tiempo de convenceros para hacer un baile de bodas genial a lo Hitch que nunca olvidaremos, de emocionarse con el video regalo sorpresa de mi hermana y de reir a carcajadas con el montaje en el que todos los seres queridos nos demostraron una vez más su cariño (mención especial a Laury y Sandra, omnipresente). Hubo tiempo de disfrutar de un conciertazo con la presencia de Tarifa Plana que abrió la fiesta sacándonos lo mejor que llevábamos dentro, qué manera de animar…. Hubo tiempo para recordar historias en la zona del chill out o para ver cómo cuerpos de 87 años tienen más energía que algunos de 32. Hubo tiempo para sonreir, para llorar, para extrañar a los ausentes y para abrazar a los presentes. Y aunque la noche pasará volada, hubo tiempo para una cosa más, y quizás la más importante de todas. Hubo tiempo para darse cuenta de que nosotros pertenecemos a esta tierra y con esta gente. Nos dió tiempo a sentirnos como en casa, como si nunca nos hubiéramos ido.
Gracias de corazón por habernos hecho pasar el día que sin duda es ya, el mejor de nuestras vidas. Como os dijimos en la postal: brindamos por todos los momentos que nos quedan por vivir.
Nuestra estancia en Phuket fue vista y no vista. Nada más aterrizar cogimos un taxi, que bien podría haber sido uno de los actores de Fast & Furious e hicimos noche. El tío de la recepción era exactamente igual que el amigo gordo de Novita pero tenía una una voz de pito increíble, costaba no reirse al hablar. El chaval estaba tomándose como un batido con hielo para refrescarse con tanta ansia que se le caía en la camiseta. Nos hizo esperar 3 minutos sin exagerar hasta que se lo terminó, mientras nos explicaba, con una gota de sudor en la frente, que no le estaba refrescando lo suficiente. Allí dormiríamos 5 horas antes de salir en taxi hacia el puerto a las 7.30 de la mañana para coger el speedboat rumbo a Koh Lipe. Bea no quería coger un tuk tuk porque le dolía el cuello todavía y claro, el tuk-tuk es más incómodo cuando pega algún que otro bote inesperado… muy sensata ella.
Digo esto porque minutos más tarde, nos vimos a unos 150 km por hora en el puto speedboat, con dos motores de 225 cv cada uno, dando unas ostias contra el agua que nos descolocó todo los huesos y músculos que tanto habíamos cuidado a base de masajes en Chiang Mai. Había gente que decidió ponerse de pie para evitar los impactos. Se nos saltaban las lágrimas, fruto de la risa, los nervios y puede que a Bea un poco del dolor. La verdad que no fue una experiencia agradable y que tuvimos que padecer durante una hora, antes de hacer un transbordo a otra lancha, ésta más grande y en la que aquí sí pudimos disfrutar del paseo. Me acordé de mi madre, o de los momentos en los que yo he estado mal de la espalda. De verdad os digo que no habría durado ni 1 minuto antes de hacer parar la lancha y tirar al tío por la borda.
Los paisajes que vimos no se pueden explicar con palabras. Creo que de imaginarme el paraiso sería algo así. No sé en cuantas islas paramos a recoger y soltar gente antes de llegar a la nuestra, que da casi con Malasya. ¡Daban ganas de bajarse en todas y cada una de ellas! A medida que nos acercábamos a una, nos mirábamos en plan “como sea esta hemos triunfado”. Independientemente de la isla que se escoja creo que, por lo que vimos, todas serían un acierto.
Baño al aire libre
Tras 5 horas en lancha, llegamos finalmente a nuestro destino. Koh Lipe no defraudó. Habíamos reservado en lo que sería el mejor hotel hasta el momento, Mali Resort. Una pedazo cabaña, con la mejor cama en la que jamás hemos dormido, terraza y un baño al aire libre donde nos daríamos unas duchas memorables. Era una sensación rara porque estás en pelotas sin un tejado que te cubra, pero sabiendo que en principio otros huéspedes no tienen manera de verte. Curiosamente el retrete también estaba fuera, lo cual hacía las cagadas nocturnas bajo tormentas (que no fueron pocas, ya me conocéis) muy divertidas.
Cabaña Mali Resort
Estresadísimo
El mar tenía infinidad de tonalidades en el horizonte pero al mismo tiempo era transparente. La arena blanca y los parajes verdes de fondo invitaban a pasear eternamente. No dudamos en adentrarnos en el mar para, con nuestras gafas y snorkel, divisar decenas de tipos de peces, corales y erizos. Conseguimos ver hasta a Nemo y su familia. Todo esto a menos de 10 metros de la orilla. ¿Es esto real, o estoy soñando? Intentamos hacer fotos y vídeos de todo, necesitaba compartir esto con vosotros. ¿Cómo es que no habíamos venido a Tailandia antes? Entre corales, erizos y peces, salió una serpiente marina (que no culebra) que Bea pilló con la go pro. La muy puta se movía por el agua que era imposible predecir sus movimientos. Sensato de mi, me alejé de la posición, mientras que Bea la perseguía buscando el mejor plano. Se me oye en el video (aunque no se me entiende) los gritos de “que no sabes si pica!” con la idea de que Bea saliera de ahí… yo no se de donde ha sacado esa locura, insensatez o lo que sea pero me hizo quedar de cagón. Ahí adquirió el mote de Llamas de la Jungla.
Familia de Erizos
Puesta de Sol en Sunset Beach
Koh Lipe tiene básicamente 3 playas. Pattaya, donde nos alojamos los dos primeros días. Sunset beach, donde fuimos aver una de las puestas de sol más bonitas que recuerdo y Sunrise beach, recomendada para ver el amanecer (que no vimos) y dónde pasamos nuestros dos últimos días, concretamente en el Castaway Resort. Este resort no era tan lujoso como el primero, pero también tenía mucho encanto. Desayunar por las mañanas con la orilla de fondo mientras escuchas romper las olas es una sensación que valoras cuando dejas de vivir en ciudades con playa… ¿Y si nos quedamos a vivir aquí y montamos un negocio? ¿En qué momento la gente que había allí lo había decidido? ¿Por qué no me atreveré yo a hacer algo así? Pasamos los días tomando el sol, bebiendo cocktails y paseando. No sé cuantas puestas de sol vimos, pero creo que es algo de lo que no me cansaría. O quizás sí, el ser humano es así. También enseñé a Bea a jugar al poker, y he de reconocer que me metió en la boca. Me hizo un farol, teniendo yo pareja de Reyes que jamás olvidaré. No tenía piedad, aún haciéndole un all in, me quería seguir metiendo fichas. Hay que tener cuidado con ella, está muy loca, en serio.
Recuperándome de la derrota al Poker
Sunrise Beach. La punta
Así fue como recargamos las pilas antes de partir para Krabi, concretamente a Railay Beach. Me enteré antes de ir de que es la playa a la que Dani Rovira fue en “Planeta Calleja” unos meses atrás. Lo cierto es que llegamos a Krabi sin hotel, así que improvisamos y decidimos ir directamente a Railay y buscarnos la vida. En el puerto donde cogimos la barca, conocimos a 3 madrileñas muy buena gente. Nada más llegar a Railay, nos sentamos en la terraza del bar de un hotel a tomar una cerveza mientras buscábamos hotel con el móvil. Una, dos, tres… nos acabamos colocando y resultó que el hotel en el que estábamos bebiendo era el más barato de la isla, ¿destino? Puede… Comprobamos precios via Tripadvisor y consultamos en recepción. Hicimos la reserva por Internet, que salía más barato. Al final resultó que no tenían disponibilidad de la habitación que habíamos contratado así que nos dieron una superior, triunfada. Nos dimos un bañito en la piscina para que se nos pasara la rápida resaca de las cervezas, cenamos y nos bebimos un cocktail mientras enseñaba a Bea a como realmente jugar al Jenga, era el momento de la venganza.
Panorámica de Railay Beach
Railay beach es conocida como la playa de los escaladores, por sus magníficos acantilados, lo que hace las vistas expectaculares. Es ese contraste lo que realmente nos impactó. Eso, y el hotel al que nos fuimos la mañana siguiente y al que nos invitaron mis padres como regalo de santo. El mejor hotel en el que he estado en mi vida. Su nombre, Sandsea Resort. Una cama que no sabría decir si es más ancha que larga (Bea no alcanzaba de una punta a otra.. ¡aunque tampoco eso es muy dificil!) un baño que se comunicaba con el salón, una enorme terraza y unas vistas de la playa desde las tumbonas de la piscina que cuesta describir. Ese paraíso sería la última parada antes de volver a la realidad. No pudimos sacarle más provecho. Más sol, comida, cerveza y batidos de sandía.
Gran hotel. Gran regalo.
El último día lo reservamos para ir a uno de los sitios más bonitos que recuerdo, el mirador. Para ello hay que hacer una pequeña escalada. Lo que resultó relativamente fácil de subir, resultó bastante complejo de bajar. Cualquier tropiezo o resbalón ahí provocaría una caída mortal sin duda alguna. Eso sí, las vistas que nos esperaban, merecían bien la pena. Desafortunadamente los problemas de cuello de Bea le impidieron subir, al final va a resultar que la mierdecilla de la relación ¡no soy yo!
Mirador de Railay Beach
Por el camino nos acompañaron monos, vimos estalactitas y hasta llegamos al santuario de los penes, una cueva llena de cipotes de todos los tamaños y colores. Pensamos que es una manera de rezar por un aumento del tamaño medio del pene en Asia, aunque otros dicen que tiene que ver con la fertilidad, teoría mucho más aburrida que la nuestra claro.Allí conocimos a otra pareja de españoles, éstos estaban dando la vuelta al mundo y también viven en Londres… envidia sana… Pasamos el resto del día de forma muy agradable con ellos e intercambiamos mails y facebook para mantener el contacto ¡igual cuando vuelvan tenemos compañeros de aventura!
En el Santuario de los cipotes
Había que cerrar todo a lo grande, así que nos fuimos ver un combate de Muay Thai en un bar (The last bar, porque estaba al final de la calle, muy original…). Habíamos quedado con las madrileñas a las que conocimos en el puerto y la verdad que fue expectacular. Nos bebimos unos cocktails e hicimos unas apuestas entre nosotros. Uno de los boxeadores tenía una importante mancha en la espalda, que bautizamos como la marca de la muerte así que aposté en su contray disfrutamos de las leches que se dieron. Esa gente está loca. Unos tíos que podrían pesar 10 kilos y con unas tabletas de chocolate que no se parten ni con un martillo. Tras el show, un espectáculo de fuego en primera línea. No era suficiente con los 40 grados que podría hacer por la noche. Así es como acabó el mejor viaje de nuestra vida.
Tocaba volver a Bangkok para desde ahí volar a Londres. Lo más parecido a ir de mochileros que hemos hecho fue el no tener un transporte reservado de Krabi al aeropuerto. Negociamos con una tía que tenía una especia de agencia cutre el precio para un taxi al aeropuerto, y resultó traernos un autobús de unas 55 personas vacío para nosotros sólos… eso os puede hacer una idea de lo mal que debimos negociar el precio para que a esa gente le saliera aquella operación rentable. £8 libras por 40 minutos en un autobús privado jaja.
Un bus para 2 por favor
Tras el viaje, aterrizamos en Bangkok. Habíamos reservado un hostal que estaba estratétigamente localizado cerca del aeropuerto, algo barato para pasar la última noche. No necesitábamos gran cosa, algo cómodo, sencillo y bien localizado. Pero eso no fue lo que nos encontramos. Resultó ser un hostal de malamuerte. La habitación estaba llena de mierda: restos de comida en las mesillas de noche, pelos en la cama, mierda por doquier y un baño en el que si te duchabas, cogerías todas las infecciones habidas y por haber. Prácticamente la totalidad de los muebles estaban rotos y en las paredes había como excrementos de insectos no identificados. A Bea le dio un ataque de asco que intentó disimular. Decidimos ir a hablar con el tío de recepción para solicitar un cambió de habitación. El chaval, algo sorprendido, cogió otras 3 llaves y nos acompañó para ver otras habitaciones. He de reconocer que estaban “algo más limpias” lo cual no evitaba seguir catalogadas como asquerosas. Era tal el estado de las habitaciones que decidimos buscar otra cosa mientras cenábamos en el hotel y nos breaban los mosquitos.
Restos de comida y pelos. No nuestros…
Lo peor estaba por llegar. El tío del hotel nos llamó a un taxi para que nos llevara a nuestro nuevo alojamiento. No sé cual de mis teorías será la adecuada: O se trataba de un taxista drogado, o era un ex presidiario o un taxista kamikaze. Lo mejor que nos podía pasar era que fuera un ex-presidiario, éste al menos podría temer por su vida, pero creo que estábamos en una mezcla entre la primera y la tercera opción. Llegamos a coger los 170km/h en una carretera llena de coches a los que pasábamos por la izquierda y por la derecha. Creo que hasta le dio al botón del nitro para meterle el turbo. Adelantamos a un par de aviones que sobrevolaban Bangkok y se saltó un par de líneas continuas para entrar en la autovía, maniobra que casi le cuesta la vida a un motorista que tuvo que esquivarlo con un volantazo. Miré para atrás para ver si estaba bien y pude ver sus aspavientos con las manos, lo cual provocó la risa del taxista asesino. Empecé a emparanollarme, ¿qué coño le pasa a este tío? ¿y si el del hotel le ha dicho que se deshaga de nosotros para que no dejemos una mala revisión en tripadvisor? ¿A dónde coño nos lleva? Una vez salió de la autovia me pareció ver como se saltaba nuestro hotel, así que se me ocurrió decir el nombre del hotel en voz alta para que se diera cuenta de que éramos conscientes de que se había saltado nuestra parada. Lamentablemente allí no hay cambios de de sentido como en España, así que intentó dar la vuelta cruzando la mediana justo cuando venía un coche en dirección contraria. Un gritó de Bea hizo que pisara el freno y evitar así el accidente. Nuevas risas del taxista. ¿Y si le meto una hostia en la cabeza y se la rompo contra la ventanilla? pensé. Seguro que no lo hago con la suficiente fuerza como para dejarlo inconsciente y acaba con mi vida… Nuevo intento y esta vez sí que da la vuelta con chirrido de ruedas incluido. Así es como llegamos al hotel. Bea salió de allí con un ataque de mala leche que empezó a insultar al taxista, el cual, nos pidió más pasta de la que marcaba el taxímetro. Una nueva aventura sub-real que dejó a Bea con un ataque de nervios, a mi con una cara de gilipollas y al taxista, ni con una multa por exceso de velocidad.
Gracias a Dios, el nuevo hotel estaba limpio e incluía servicio de transporte al aeropuerto. Podríamos vivir para contarlo, pero igual necesitamos de nuevo unas vacaciones para superar ese episodio de estrés. Ya os contaremos nuestro próximo destino…
Superada la crisis. Pensando en el próximo destino.
Demasiadas son las cosas que están sucediendo como para escribir un solo post sobre lo que puede ser, si no lo es ya, el mejor viaje de nuestras vidas.
Tailandia era un destino que nunca nos habíamos planteado, pero cada vez eran más y más las personas que nos lo recomendaban: sus expectaculares playas, sumado a los bajos precios una vez se aterriza, así como la amplia variedad en cuanto a actividades deportivas fueron las tres principales razones que nos trajeron aquí.
La idea era comprar los billetes de avión desde Londres e ir determinando la ruta en función de lo que más nos fuera gustando, esa era al fin y al cabo la recomendación de todos los que habían venido aquí: no te faltará alojamiento y querrás alargar la estancia en ciertos lugares. Cuanto más leíamos sobre Tailandia, más díficil se hacía el seleccionar las ciudades/islas a visitar, por otro lado el disponer de tan sólo dos semanas y querer recorrer el país de punta a punta sin perder tiempo viajando, requería comprar billetes de avión domésticos, y eso era algo que había que hacer con tiempo si querías encontrar buenos precios. Tras mucho mirar, preguntar y leer, nos decantamos por Bangkok por motivos obvios, Chaing Mai por sus actividades deportivas y Koh Lipe y Krabi por sus playas. Haríamos parada en Phuket, donde finalmente pasaríamos sólo 6 horas para dormir.
Los preparativos fueron intensos, es lo que tiene no ir con un tour operador que te tiene todo organizado, pero lo disfrutamos más que cuando fuimos a Cuba. Tras un año sin ponerme malo, me cogí un resfriado importante a un día de salir el avión, el temor a que me diera fiebre me acompañó un par de días, pero todo quedo en unos cuantos mocos y un poco de mala cara, algo más de lo que viene a ser mi día a día…
Bangkok
El vuelo a Bangkok fue con Thai Airways, nos tomamos un par de gin tonics, vimos dos películas, nos echamos una siesta de 5 horitas y para cuando nos quisimos dar cuenta ya habíamos aterrizado, todo un lujo.
Rumbo a Tailandia
Bangkok es una locura, lo mismo te encuentras edificios de la ostia, que chavolitas. Todas las calles están petadas de gente, coches y tuk-tuks. La gente es muy amable, aunque no tanto como me habían vendido. El hostal (Urban Hostel), tenía una cama muy cómoda y estaba super bien localizado, a 3 minutos del Sky Train (Sala Daeng) a través del cual nos moveríamos por la ciudad y de la parada de metro de Silom, que nunca llegamos a coger. Un billete de tren para los dos salía por 50 Bahts (£1), de risa. Nos costó conciliar el sueño la primera noche, el jet lag y un pájaro raro ( bautizado como gato-loro) que cantaba a todas horas nos trastocó. A las 4 de la mañana y con los ojos como platos probé suerte a ver si echaban el clásico en directo, y ahí lo tenía, el partido en la tele y la bronca de Bea. No fue suficiente para evitar que cantara el gol de Suarez (13 puntos en mi comunio lo merecían).
Bangkok te ofrece la oportunidad de hacer mil cosas, nosotros pasamos dos días y medio y nos decantamos por visitar algunos templos, del cual destacaría Wat Poh y la impresionante figura del Budha tumbado (46 metros de longitud). Paseamos por el río Chao Praya en un barquito cuyo ticket costó unos 20 céntimos (15 Bahts). El barquito de los cojones hizo una maniobra rollo Titanic de meter marcha atrás para evitar la colisón con otro barco, con resultados más positivos que en la película. Nos echamos una mini siesta en un parque mientras veíamos un deporte que no había visto en mi vida pero que consiste en hacer pataditas con el balón y sin que caiga, encestarlo en una red rollo canasta que hay colocada a unos 5 metros de altura. Me imaginé con mis colegas jugando en la orilla de la playa y como celebrábamos cada vez que hacíamos más de 10 seguidas… que personajes…aún nos falta para poder competir aquí.
Con el Budha tumbado (Tempo Wah Tao)
Comimos en la calle, por £2 en total. Nos dijeron que eran pinchitos de pollo, salchichas y bolas de batata. Imagino que sería rata, pinchitos de perro y bolitas de mierda de cabra, pero he de reconocer que estaba rico y que no nos sentó mal, eso en mi, ya es todo un éxito. Mai Pet son las palabras que hay que decir si quieres algo que no sea picante. Las única palabra que he aprendido. Ni gracias, ni por favor, ni pollas. Mai Pet. Amén.
Las altas temperaturas nos dejaron un poco aplatanados, así que me comí un banana split (patapam psss) en el primer bar que había con vistas al río, acompañado de un refrescante batido de sandía (Sandra me comí la bola de helado de chocolate en tu honor).
Ya por la noche llegamos a Koan San Road, la calle más turística de la ciudad. Dicen que es un kaos pero cuando nosotros fuimos no estaba demasiado ambientada. Ahí fue donde nos dimos el primer masaje de pies, es algo orgásmico. Salí de ahí nuevo y pegando unos saltos que ni Michael Jordan en Space Jam. El precio fue de 120 baths (£2.5). Nos tentaron con entradas al ping pong show y con venta de comida de escorpiones, pero no estábamos preparados para ellos, todavía.
Las noches las pasábamos en distintas terrazas de los edificios más altos de Bangkok (sky bar) , disfrutando de las vistas mojito en mano. Es impresionante y algo que recomendaría a quien vaya a visitar esta ciudad. Te cuesta algo más que el mojito del Café del Sol (unos 500 Bahts o £10), pero las vistas te dejarán sin palabras. Especialmente recomendable el de Banyee Tree.
Vistas desde el Skybar
El segundo día en Bangkok nos despertó un monzón que llegó de forma inesperada de China. Jamás había visto llover tanto, acojonaba. Las calles se hinundaron en cuestión de segundos obligándonos a dormir otro rato (bendito monzón) y salir en chanclas una vez había escampado. El agua nos cubría los tobillos y los motoristas iban descalzos. Había que tener cuidado con los cables de las calles, de los cuales salían chispas de vez en cuando. Sin saber si volvería a caer la mundial, decidimos pasar el día de compras en el MBK (la excusa de ser sensatos nos vino de lujo), uno de los centros comerciales donde nos habían recomendado ir a regatear. Negociar es un puto coñazo, pero acabas aprendiendo rápido que todos están compinchados y no bajarán del precio que consideran innegociable, una vez lo encuentras ya está todo hecho. Os podéis imaginar que con camisetas de marca por £3-£4 o calzoncillos por £2 nos tiráramos más de 7 horas de compras. Podía haber sido perfectamente la versión española de Pretty Woman, algo así como Ugly Man.
De compras con la mochila
Para cerrar la etapa de Bangkok, nos fuimos a Asietique, otra zona de compras (jamás es suficiente) a la rivera del río con unas vistas super chulas y una noria rollo London Eye de fondo. Allí no hicimos muchas compras, pero si que cayeron unas cuantas cervezas. Qué bonito sería Londres con este tiempo. También aprovechamos para coger un Tuk Tuk, toda una experiencia. La negociación de los taxis es otra historia. Todo lo buenos que eramos comprando ropa lo perdíamos con los taxistas, penoso.
No podíamos irnos de allí sin ir a un ping pong show. No sé hasta que punto es algo ilegal, a mi mis colegas me lo habían vendido como algo que no me podía perder, pero el taxista, en un inglés muy malo nos dijo algo de poder ir a la cárcel (?). Insensatos de nosotros, nos metimos en una calle que hay cerca de nuestro hostal. Aquello estaba lleno de pubs y putas. Todo lleno de tíos intentando meterte en sus bares prometiendo el oro y el moro, el mejor show, etc. Nos decantamos por uno que parecía más barato (al fin y al cabo queríamos tomarnos una cerveza y ver un par de bailes). Nada más entrar, y pedir un par de cervezas, se nos acercó un alemán y nos dijo que si sabíamos que tendríamos que pagar 1,200 bahts si nos quedábamos. ¡Nos iban a timar! Salimos de allí corriendo dándole las gracias al alemán por avisarnos y el tío que nos metió allí corriendo detrás nuestra, un show.
No era suficiente, nos paró otro tío y le comentamos lo sucedido. Nos prometío que en esta ocasión no había ni trampas ni cartón. Nos metió en un antro donde eramos los únicos clientes así que salimos de ahí corriendo. Finalmente, nos llevó a otro sitio que nos dió “más confianza”. Un escenario con unas 6 tías desnudas bailando y haciendo expectáculos que disfrutamos cerveza en mano. Es un auténtico show, mejor que el circo du soleil. De repente empezó a sonar la canción de cumpleaños feliz “quién coño celebra su cumpleaños aquí” pensé. Nada de cumpleaños, ¡era un número! Una tia empezó a soplar las velas de una tarta con el chichi, impresionante. Otra se metía dardos ahí y los disparaba contra globos que tenía que pinchar. Lo mejor, sin duda, el espectáculo que da nombre al show. Una tía que se mete cinco o seis bolas de ping pong y que disparan al público con más fuerza que Nadal. Suena muy asqueroso pero te dan previamente unas palas de ping pong para que te puedas proteger. Todo un detalle. Entre risas, no me pude proteger de las tres primeras, y una me dio en el brazo. Creo que me lo van a tener que cortar. El resto me las apañé para devolver las pelotas a raquetazos, con la mala fortuna de darle a otra de las señoritas, que pegó un grito, probablemente de asco, no de dolor. Decidí dejarle 100 Bahts de propina, por las molestias ocasionadas. Lo sé, soy un caballero.
Bangkok me dejaba muchas cosas en las que pensar: culturas diferentes, mundos opuestos pero sobre todo una pregunta. ¿Qué novia arrastra a su novio a ver un Ping Pong show?
Chiang Mai
Jamás vi la muerte más cerca que en esta ciudad. Recomendada por el bazar nocturno, algunos templos y sobre todo por sus actividades deportivas, nos decantamos por pasar un día de tirolinas, rafting, baño con elefantes y paseo en cañas de bamboo. Que tranquilo suena todo ¿verdad? Dadme un segundo…
Tirolinas de la muerte: No visualizaba la peligrosidad de esta actividad hasta que me vi colgado a 500 metros de altura cogiendo velocidad, más de la que me parecía que el resto del grupo había cogido minutos antes. No es tampoco de extrañar, ya cojo más velocidad que el resto cuando voy al Aquapark, pero cuando estás en altura y no te espera tu hermana al final del “Puleva” descojonada, no hace tanta gracia. Seguía acelerando pese a llegar al punto donde se suponía que tenía que parar. Con la mano izquierda me agarraba con fuerza a la cuerda y con la derecha cogía la cámara para que no se cayera (aquí ni Arkero la recuperaría). Me pegué una ostia con la madera y las redes del final del trayecto que me hizo rebotar y volver hacía atrás del impulso. Al volver, solté dos patadas, una a Bea y otra a uno de los guías, fue tal la fuerza del impacto que lo tumbé (por eso no me apunto a Muay Thai, no lo necesito). Me alejaba del grupo en dirección contraria, con cara de poker y sintiéndome un polla. En ese momento no sentía dolor pero en la pierna se me quedó una marca morada bastante simpática. Tuvieron que venir no un tío si no dos, a rescatarme. Estar pendido de un hilo es una sensación interesante. Imagino que si hubiera caido no me hubiera pasado nada porque llevaba casco (?). Todavía doy las gracias por no haber sufrido uno de mis dolores de barriga ahí arriba.
Tirolinas de la muerte
Rafting: Siempre había querido hacer rafting, estaba en mi lista de cosas que hacer antes de morir (soy un tío sencillo). Nunca pensé que moriría así, pero una vez mas vi a San Pedro muy de cerca. El río no llevaba mucha agua, lo cual hacía que nos quedarámos estancados en varios tramos del trayecto. Quizás por ello, y porque el guía no hablaba una papa de inglés, el grupo en general y yo en particular, pecamos de sobreconfianza, no veíamos el peligro, me faltaba cantar rollo Pocahontas y hablar con mapaches. “Río abajo lo veré…” decía la canción, pues yo no vi una mierda y así fue como me vi de repente en un “rápido” que me hizo botar y salir disparado de la barca pese a estar agarrado a la cuerda. Todo sucedió muy rápido, pero recuerdo dar la voltereta y darme un golpe con la barca o un remo en la cabeza al caer (bendito casco). Pronto escuché a Bea gritando, no sabía que decía y la corriente me arrastraba y me alejaba de ellos, de la salvación. ¿En serio iba a morir así? El río no estaba profundo, por lo que mis piernas iban chochando con todas las rocas, en el momento no duele, quizás sea por la adrenalina, intentaba levantarlas para evitar los golpes pero así parecía que cogía más velocidad así que intentaba frenar en las piedras que no me pinchaban con los brazos, las piernas, lo que fuera… Me vinieron a la cabeza las imágenes de la película “Lo Imposible”, donde el tsunami arrastra a la familia y se ve como se clavan de todo. No tiene nada que ver, obviamente, pero el miedo a no saber lo que me iba a clavar se apoderaba de mi, ¿y si hay un hierro oxidado?, no me quedaba otra que dejarme llevar y elegir en la medida de lo posible la “mejor ruta”. Tampoco me salió ningún grito, lo cual me hizo quedar como un valiente. El salvavidas me mantuvo a flote así que intentaba esquivar las rocas hasta llegar a una zona tranquila donde poder frenarme definitivamente, mirando siempre de reojo a la barca que me seguía por detrás para que no me atropellaran y me dejaran tonto bajo ellos. Fueron unos minutos de angustia que se me hicieron eternos, no sabía realmente lo qué iba a pasar, estaba totalmente fuera de control y lo que suena a cachondeo contado en un párrafo, cuando te ves río abajo no lo es. Quizás no temía por mi vida, pero romperme una pierna o un brazo era algo bastante realista. Mi cara al subir a la barca demuestra el susto que llevaba en el cuerpo. El video no muestra todo lo sucedido, sólo el tramo final, pero ahora que lo veo me paro a pensar que habría hecho yo si hubiera sido Bea la que cayera al agua, creo que el instinto me habría llevado a saltar detrás de ella, aunque en frio quizás sea la mayor gilipollez del mundo. El ver que su reacción fue grabarme, decir “enjoy” y quedarse en la barca me ha hecho replantearme la relación… aunque el tono de angustia de después y el llevarme al ping pong show en Bangkok la salvó.
Disfrutando del Rafting
Baño con elefantes: Lo más tranquilo del día sin dudarlo. Una bonita experiencia el darles de comer y refrescarles con agua mientras les acaricias. Los cabrones son muy listos, uno de ellos le robó todos los plátanos a Bea del tirón jaja, qué pringada. No sabía que comían 200 kg de comida al día y que sólo dormían 4 horas diarias.
Nuestros pequeños amigos
Fue un día intenso, que nos dejó no sólo grandes recuerdos sino también una bonita amistad. Conocimos a una pareja de Israel que estaban de luna de miel. Congeniamos de tal manera que decidimos quedar para cenar y colocarnos por la noche. Fuimos a un sitio muy chulo que había cerca de casa y nos contamos mil batallas. Creo que no he congeniado con nadie así desde que os conocí a vosotros chicos. Nos contaban historias de Israel, del servicio militar, del día a día, de como todo parece totalmente diferente a lo que vemos en las noticias. Es muy interesante tener la otra versión. En definitiva, conocer gente de otros países y de otras culturas. Qué bonito sería poder viajar de forma indefinida.
La mañana siguiente Bea amaneció con un dolor de cuello importante, era tal el punto que tuvimos que cancelar la excursión para ir a ver a los tigres que teníamos programada. Pudimos extender la estancia hasta las 17.00 de la tarde y así reposar esperando una sanación milagrosa. Nos dimos un masaje justo antes de salir al aeropuerto y aunque Bea ha mejorado algo, sigue bastante tocada. Los masajes de cuerpo entero en Chiang Mai de una hora salían a 290 Bahts (menos de £6). A Bea le ordeñaban hasta las tetas, así que yo probé suerte a ver que me hacían. No hay ordeñamiento para chicos, al menos en la versión que me di yo, pero te dejan nuevo. No puedes irte de aquí sin probarlos.
Escribo estas líneas camino de Phuket, donde pasaremos la noche antes de salir a las 8 de la mañana a Koh Lipe. Conocida como las Maldivas de Tailandia. Van pasando los días, pero como en la vida, y como dijo Dani Rovira una vez, quiero creer que lo mejor todavía está por llegar.
PD: Aquí tenéis un vídeo resumen con todo lo acontecido en Tailandia. Incluye todas las caidas, actividades y paisajes que hemos podido experimentar. Es nuestra manera de acercarnos a vosotros. ¡Esperamos que os guste! En breve explicaré las paradisiacas playas tailandesas.
Nuevamente se me acumula el trabajo y me dejo cosas por contar como la visita de los padres de Bea o el fin de semana de teambuilding con Periscopix… como acabamos de llegar de vacaciones me centraré en Cuba en esta ocasión.
Nos ha costado cerca de dos años juntar el dinero para poder pegarnos unas vacaciones como éstas. Nos compramos una huchita que hemos ido llenando mes a mes. Tuvimos que abrirla a principios de año para poder pagar la fianza de la nueva casa pero el objetivo era claro; tener unas vacaciones que recordáramos el resto de nuestra vida.
Cuba fue el destino. La playa (Varadero) era un ingrediente obligatorio y queríamos añadirle algo de historia para no sentirnos del todo mal por estar tirados 7 días en la arena; La Habana completaba el pack con la parte histórica. Así es como nos vimos en el avión de Virgin Atlantic. Sonará raro, pero tan pronto me subí, no quería salir de ahí. El sistema de entretenimiento que ofrecen los vuelos de larga duración como estos es impresionante. Cada uno con su pantallita, teníamos 200 películas para elegir, el resumen de los goles del mundial, series de TV, música… Hasta me eché un “hundir el barco” con Bea. También han puesto un sistema de chat para poder hablar con otros pasajeros, eso sería lo más cercano al Whatsapp que tendríamos en dos semanas. Me gustaría ver las conversaciones que se producen con ese sistema… (“follamos en el baño?” – “no” – “hmm vale, un hundir el barco?” “vale”). Tras 10 horas de vuelo pero sin tiempo ni para echarnos una siesta, aterrizamos y recibimos esa ostia de calor en la cara nada más bajarnos del avión, una tía hasta se desmayó y tuvo que ser asistida por los azafatas, mariconadas, pensé.
En el avión, camino de Cuba!
No me dio tiempo ni a subirme al autobús camino del hotel para encontrarme con el primer cubano que me sacó 5 pavos porque sí; la excusa “ayudarme con la maleta”, la realidad es que la empujó 5 metros hasta el bus, en mi defensa – yo pensaba que era el chófer… Cinco minutos me había durado la ingenuidad en Cuba, me la metieron doblada, con premeditación y alevosía pero aprendí rápido, quizás no tan rápido como la ocasión requería, y es que acto seguido me pidió que le cambiara cinco monedas de a libra por un billete ya que ellos no pueden usar las monedas allí, me dijo que yo sí… me lo creí, pero me mintió… nada, no soló me la metió si no que además sin vaselina, gracias. No me mal interpretéis, tenía hasta mi presupuesto para dar propinas, pero a quien a mi me de la gana basándome en mis propios criterios, no a listillos de turno. Fail.
Vistas del Royal Nacional desde el hotel
Vistas de Cuba desde el hotel Capri
Llegamos al hotel (NH Capri), un hotel de 4 estrellas que acababan de reabrir tras 6 años de reformas. Todo muy nuevo, con una piscina en la terraza que no tardamos en estrenar, gimnasio y unas vistas del mar y del hotel Royal Nacional de 5 estrellas (al parecer, donde van los políticos y la gente famosa). En nuestros dos días y medio en la capital, hicimos una excursión con guía por los sitios más frecuentados por Hemingway, incluida su casa. La bodeguita del medio (bar donde dicen poner los mejores mojitos de Cuba) o la Floridita (famosa por sus daiquiris) eran también sitios de obligada visita.
No sé muy bien como describir La Habana, quizás interesante sea la palabra. Es una ciudad tercermundista, los edificios están semiderruidos, los niños juegan al fútbol por la calle descalzos, la gente no se cansa de pedirte dinero por las calles, eso sí, como es una sociedad machista, se centran en pedirle a los hombres, da mucha pena pero entre nosotros, es un coñazo. Tienen también vistas preciosas desde el castillo y atardeceres de ensueño desde el paseo de Malecon.
De paseo por La Habana
Disfrutando del Castillo a 40 grados
Regatear es un arte, de hecho según las guías turísticas se pueden sentir ofendidos si no lo haces. Yo me he considerado siempre un gran regateador, pero me fui de allí con algunas dudas sobre mis dotes. El primer taxista que cogimos para visitar el castillo nos la quería hacer (lo que él no sabía es que ya no era virgen); los del hotel nos advirtieron de que un CUC por km recorrido era la tarifa que nos deberían pedir para tener un precio justo. Teniendo en cuenta que había 5km al centro y 8 al castillo, las cuentas eran claras. No lo veía así el taxista, que nos pedía 11 CUCs por ir al centro. Tras minutos de negociación, le solté un órdago, cerré la puerta del taxi y haciendo el amago de irme (lento pero creíble), le dije a Bea “vámonos, seguro que hay otro taxi que por 8 CUCs nos lleve al castillo”. Tan pronto el taxista escuchó eso nos dijo “vale vale amigo, yo les llevo”. Mi estrategia había funcionado, mi ego se hinchó como un pavo, ambos sabíamos que aún así me estaba “estafando” teniendo en cuenta los sueldos mensuales del país, pero eso me daba igual. Ya ves si estaba contento con el precio que nos ofreció recogernos a una hora pactada para llevarnos de vuelta. Al final le dimos hasta su propina…. lo sé, somos buena gente. Ya en el castillo, el taxista nos recomendó comprar agua, el día era muy húmedo y caluroso, nos podíamos deshidratar así que me acerqué al único sitio donde vendían agua fuera del castillo. Como referencia, en la tienda de al lado del hotel nos pedían 0.65 CUCs por ella, pero ahí me pedían 3 CUCs (libra y media). Con un español nativo, le dije que eso era excesivo y le di precios de referencia que argumentaban mi respuesta. Su respuesta fue rotunda “lo sé, pero esto es un sitio turístico”. Ella desconocía mi estrategia de la muerte y ahí que le solté mi órdago (incluí el movimiento lento pero creíble), amago de irme y mi frase “lo siento, es muy caro, lo dejamos en 2?” su respuesta fue inesperada “no”. Vale, me había comido mi órdago. Cualquiera compraba ahora la botella por 3 CUCs… Decidí marcharme sin adquirir la botella y es que uno tiene su orgullo. Bea me esperaba a 10 metros de la tienda, sedienta. Caminé hacia ella descojonado, intentando encontrar la manera elegante de justificar que había intentado regatear fallidamente 50 putos céntimos, pero no la encontré. Visitamos el castillo bajo unos 40 grados sin líquido alguno. Habría pagado 50 CUCs por esa misma botella de los cojones una hora más tarde, pero ya era tarde.
Cochazos cubanos
Paseando por la Habana
Tras el castillo, volvimos al centro, comimos en uno de sus múltiples paladares y recorrimos sus calles. El pequeño problema que tienen con EEUU les dejó excluidos del resto del mundo por lo que los coches de los años 50 son algo característico del país, de ahí que presuman de tener los mejores mecánicos del mundo. Los cubanos dicen ser gente alegre, pero no están contentos. Pensaba que me enseñarían a vivir la vida de otra manera, que me transmitirían valores que desconocía, pero deben estar demasiado quemados para eso; ganan 16€ al mes (independientemente de ser doctores o guías turísticos). No es de extrañar que tengan más de 30.000 médicos expatriados, o que todos los que han decidido estudiar en la universidad (gratuita en el país) se decanten por trabajar en el sector del turismo, donde sólo con las propinas consiguen más dinero que con su salario. Aunque sea por interés, traducido en potenciales propinas, esperaba un trato más cercano o más alegría por parte de los guías turísticos. No me fui de La Habana con la alegría en el cuerpo que me transmitieron en Punta Cana por ejemplo, suena fatal pero tras sólo dos días allí, ya tenía ganas de llegar a Varadero y que me metieran en mi burbuja, el mundo del todo incluido es lo que mi cuerpo necesitaba en estas vacaciones.
Vistas desde la habitación de Varadero
El día del traslado a Varadero cayó una tromba de agua espectacular, hacía tiempo que no veía llover de esa manera. No pudimos ir por la mañana a la piscina a modo de calentamiento para ir cogiendo moreno poco a poco. El viaje en bus fue una odisea, en mitad del trayecto la guía vino a decir en un inglés terrible que el “bus is not well” y que nos daba dos opciones: quedarnos en un bar de carretera de mala muerte a esperar 1, 2 o 3 horas a otros bus (sin garantizar que fuera lo suficientemente grande como para rescatarnos a todos) o seguir en el bus roto a paso de tortuga con el riesgo de quedarnos tirados en mitad de la nada y morir asados por el sol. Hubo unanimidad, continuamos a Varadero. Me pareció ver a un anciano con bastón y todo adelantarnos por la “autovía” pero al final llegamos al tan ansiado destino, el hotel Blau Varadero.
Atardecer en Varadero
El Hotel era un mastodonte rollo piramidal de dos caras al lado de la playa, nada de cabañitas. Una de las caras daba a la carretera, la otra al océano. Tuvimos la suerte de que nos tocara con vistas a ese plato azul verdoso que tanto habíamos visto en la tele ¡empezamos bien! Nos pusieron la pulserita y listo, el resto es fácil de resumir: desayuno de gooooordo, crema, playa, mojito, vuelta y vuelta, bañito, mojito, me quemo, mojito, comida de gooooordo, crema, mojito, piscina, vuelta y vuelta, crema, rojo quemao, angustia de Bea por verme quemao, gritos de quemao, sombrilla, mojito, atardecer, after sun, cena de gooooordo, after sun, espectáculo, after sun, after sun, after sun, a la cama, besito de buenas noches, me quedo pegao en la cama de tanto after sun. Repetimos esa rutina 5 días. Entre cada uno de los pasos anteriores había una visita al baño, siguiendo la tradición de las visitas caribeñas. Los dos días restantes hicimos dos excursiones:
Excursión 1: Nado con delfines. El guía turístico que nos vendió la excursión, nos avisó de que las cámaras de fotos o vídeos, aunque fueran acuáticas, no estaban permitidas durante el baño con delfines aunque sí durante el espectáculo. El motivo; podía dañar a los delfines y los cubanos tenían su propio negocio haciendo vídeos y fotos. Además cobraban por el simple hecho de entrar con ella y se podían producir hurtos. En dos segundos me quitó las ganas de llevarme la Go Pro. Ya una vez allí y después de disfrutar del espectáculo, lo primero que vi es a un francés con la Go Pro en el pecho grabando como nadaba con delfines… Me cagué en la puta madre del guía cubano el resto del viaje, en su puta hermana y hasta en su puta abuela, eso sí, en la abuela con respeto. De la mala leche que me entró me dio hasta una cagalera que tuve que ir al baño en un sprint que ni Robben vs Ramos.
Nadando con Delfines
El baño era un zulo de 1×1, sin tapadera de taza de water y sin papel. Como tipo precavido tenía mis clinex. Con la cara pegada a la puerta y en cuclillas uno intenta hacer su trabajo, los 40 grados tampoco ayudan y el sudor frío no agradaba la experiencia. Salí de ahí empapao en sudor que ni los delfines y con unos cuadripes que ni Ronaldo. Por fin llegó el momento de nadar con los delfines, el temor de cagarme en ellos, literalmente, estaba presente pero al final mi cuerpo aguantó y disfruté como un enano de la experiencia. Sentir como te empujan de las plantas de los pies, agarrarte a la aleta del delfín para que te llevé por la poza es una sensación recomendable 100%. Volvimos al hotel mirando la foto que compramos y con una sonrisa de oreja a oreja, mientras yo me seguía cagando en la puta madre del guía turístico.
Isla de las Iguanas
Excursión 2: Visita a Cayo Largo. Esta excursión nos la recomendaron nuestros socios, Juanjo y Sara, les estaremos eternamente agradecidos porque fue una auténtica pasada. Se trata de una isla al sur de Cuba, en el mar Caribe, por lo que requería coger un avión y despertarse a las 4.30 de la mañana, ouch. Era 8 de Julio así que puedo decir que disfruté casi las 24 horas de mi cumple! El vuelo era en una avioneta que tenía capacidad para unas 32 personas, de risa. En mitad del vuelo vimos como todo se llenaba de humo, estuve a punto de saltar sin paracaídas por la parte trasera (mejor morir aplastado que quemado) pero Bea se dio cuenta a tiempo de que se trataba de aire acondicionado. El vuelo de sólo media hora se pasó volado, nunca mejor dicho. Nada más aterrizar, nos montaron en un catamarán y paramos en una pequeña isla llena de iguanas que parecían dinosaurios, aquí sí las grabé con la camarita. Buscaba la pelea entre ellas, como si fuera ese niñato del colegio que metía baza entre unos y otros, pues yo les empujaba con la cámara y les tiraba arena y comida para que se pelearan por ella. Que bien sienta eso. Imagino que Fali se siente así cada día, ¿no? También nos encontramos con una pedazo de estrella de mar, nada ahí estaba puestecita como esperando para la foto. Son de esas estampas que se te quedan grabadas para siempre.
Con nuestra estrella de mar
Mar del Caribe
La siguiente parada fue para hacer snorkel en unos corales con unos bancos de peces de ensueño. Los había de todos los colores; amarillos, naranjas, negro y blancos, azules. Vaya, que parecían las semifinales del Mundial. Nos dieron unas aletas, las gafas y el tubo y ahí media hora de recreo admirando las maravillas marinas. Bea no se pudo poner las aletas porque el día anterior le pico un mosquito mortal que le dejó el pie como un melón. El pie cambió de color 5 veces en un día y se hinchaba como una patata caliente, sin saber cuando iba a explotar. Nos encontramos en el mar con el señor Patato, que pidió matrimonio al pie de Bea, pero claro, dijo que no porque yo estaba delante. Era hasta graciosa verla andar, pero en el fondo daba penilla. No os preocupéis, que se recuperó.
Haciendo Snorkel con la señora Patata
La última parada de la excursión fue la isla Sirena. No había sirenas pero es la playa más bonita que he visto en mi vida. Mejor que la de Saona de Punta Cana. La arena era tan fina que ni el sol abrasador hacía que te quemarán los pies al pisarla. Con la presencia de las palmeras nos echamos una siesta bajo las sombrillas mientras soñaba como las iguanas se comían al señor patato y como Alemania le metía 7 a Brasil como regalo de cumpleaños. Al final resultó ser verdad al menos uno de los sueños.Ya de vuelta al aeropuerto tuvimos tiempo de parar en un recinto donde cuidaban a las tortugas. Pudimos coger un par de ellas gigantes y descubrir el asco que me dan.
Playa Sirena
El Pie y la Patata
Ummm Tortugas…
En el aeropuerto de Cayo Largo, el más pequeño que he visto en mi vida, estaban echando el final del partido de Brasil vs Alemania. Uno de los detalles que me encantó fue la profesionalidad de los que hacían la facturación, que se salían cada vez que había un gol, dejando a todos los pasajeros esperando para dejar las maletas. Os podéis imaginar que allí estuvimos esperando un rato, dado el resultado. Tras un día intenso, llegamos al hotel, qué mejor manera de terminar el día que con una tarta sorpresa que habían dejado en la habitación, demasiado apetecible como para resistirse.
Felices 30
Ese es el resumen de unas vacaciones de ensueño, de esas que no se olvidan. La vuelta a la vida real ha sido dura, el vuelo de vuelta estuvo lleno de turbulencias, Bea perdió el pasaporte nada más aterrizar, seguimos sin hacernos al horario despertándonos a las 14.00 de la tarde y lo peor de todo, es que tenemos un nuevo compañero de piso, Stuart. Se trata de un ratón que se lo ha debido pasar también de puta madre en nuestra ausencia, ayer lo ví como se escondía detrás de la nevera y me pareció verle la pulserita de todo incluido. Bea ya ha montado un tinglado de trampas (gracias a unas magistrales clases de Petra) en las que espero no caer yo, veremos lo que dura. Ahora toca afrontar las 7 semanas que nos quedan para bajar a Málaga y poder veros a todos… ¡qué ganas!
Para cerrar el blog, y para los más vagos, os dejo el resumen del viaje en números:
0- Los kilos que adelgacé con mi dieta durante dos meses antes de salir de viaje.
1- El número de pulseras que necesitas para ser el Rey.
2- Fueron los delfines de los que me enamoré.
3- Los kilos que engordé en Cuba.
4- Las horas que tardé en quemarme.
5- Pavos que me robaron nada más llegar a La Habana.
6- Los kilos que pesaba el pie de Bea.
7- Los días de la semana en los que me acuerdo de la familia del guía.
8- De Julio, el día que cumplí los 30. El día que pasamos en Cayo Largo. Lo mejor.
9- Las veces que, de media, cagaba al día.
10- Los días que duró esta aventura.
No es que se aprenda mucho de unas vacaciones de todo incluido, aunque si que hay una cosa que aprendí en Cuba, y es que, que los negros estén petaos para mí ya no es un misterio. Fui tres días al gimnasio en Cuba y engordé 3 kilos. Un kilo de músculo al día. Los gimnasios de Cuba son la polla. Y quizás por eso también tienen esa manguera.