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Nuevamente se me acumula el trabajo y me dejo cosas por contar como la visita de los padres de Bea o el fin de semana de teambuilding con Periscopix… como acabamos de llegar de vacaciones me centraré en Cuba en esta ocasión.
Nos ha costado cerca de dos años juntar el dinero para poder pegarnos unas vacaciones como éstas. Nos compramos una huchita que hemos ido llenando mes a mes. Tuvimos que abrirla a principios de año para poder pagar la fianza de la nueva casa pero el objetivo era claro; tener unas vacaciones que recordáramos el resto de nuestra vida.

Cuba fue el destino. La playa (Varadero) era un ingrediente obligatorio y queríamos añadirle algo de historia para no sentirnos del todo mal por estar tirados 7 días en la arena; La Habana completaba el pack con la parte histórica. Así es como nos vimos en el avión de Virgin Atlantic. Sonará raro, pero tan pronto me subí, no quería salir de ahí. El sistema de entretenimiento que ofrecen los vuelos de larga duración como estos es impresionante. Cada uno con su pantallita, teníamos 200 películas para elegir, el resumen de los goles del mundial, series de TV, música… Hasta me eché un “hundir el barco” con Bea. También han puesto un sistema de chat para poder hablar con otros pasajeros, eso sería lo más cercano al Whatsapp que tendríamos en dos semanas. Me gustaría ver las conversaciones que se producen con ese sistema… (“follamos en el baño?” – “no” – “hmm vale, un hundir el barco?” “vale”). Tras 10 horas de vuelo pero sin tiempo ni para echarnos una siesta, aterrizamos y recibimos esa ostia de calor en la cara nada más bajarnos del avión, una tía hasta se desmayó y tuvo que ser asistida por los azafatas, mariconadas, pensé.

En el avión, camino de Cuba!

No me dio tiempo ni a subirme al autobús camino del hotel para encontrarme con el primer cubano que me sacó 5 pavos porque sí; la excusa “ayudarme con la maleta”, la realidad es que la empujó 5 metros hasta el bus, en mi defensa – yo pensaba que era el chófer… Cinco minutos me había durado la ingenuidad en Cuba, me la metieron doblada, con premeditación y alevosía pero aprendí rápido, quizás no tan rápido como la ocasión requería, y es que acto seguido me pidió que le cambiara cinco monedas de a libra por un billete ya que ellos no pueden usar las monedas allí, me dijo que yo sí… me lo creí, pero me mintió… nada, no soló me la metió si no que además sin vaselina, gracias. No me mal interpretéis, tenía hasta mi presupuesto para dar propinas, pero a quien a mi me de la gana basándome en mis propios criterios, no a listillos de turno. Fail.

Vistas del Royal Nacional desde el hotel
Vistas de Cuba desde el hotel Capri

Llegamos al hotel (NH Capri), un hotel de 4 estrellas que acababan de reabrir tras 6 años de reformas.  Todo muy nuevo, con una piscina en la terraza que no tardamos en estrenar, gimnasio y unas vistas del mar y del hotel Royal Nacional de 5 estrellas (al parecer, donde van los políticos y la gente famosa). En nuestros dos días y medio en la capital, hicimos una excursión con guía por los sitios más frecuentados por Hemingway, incluida su casa. La bodeguita del medio (bar donde dicen poner los mejores mojitos de Cuba) o la Floridita (famosa por sus daiquiris) eran también sitios de obligada visita.

No sé muy bien como describir La Habana, quizás interesante sea la palabra. Es una ciudad tercermundista, los edificios están semiderruidos, los niños juegan al fútbol por la calle descalzos, la gente no se cansa de pedirte dinero por las calles, eso sí, como es una sociedad machista, se centran en pedirle a los hombres, da mucha pena pero entre nosotros, es un coñazo. Tienen también vistas preciosas desde el castillo y atardeceres de ensueño desde el paseo de Malecon.

De paseo por La Habana
Disfrutando del Castillo a 40 grados

Regatear es un arte, de hecho según las guías turísticas se pueden sentir ofendidos si no lo haces. Yo me he considerado siempre un gran regateador, pero me fui de allí con algunas dudas sobre mis dotes. El primer taxista que cogimos para visitar el castillo nos la quería hacer (lo que él no sabía es que ya no era virgen); los del hotel nos advirtieron de que un CUC por km recorrido era la tarifa que nos deberían pedir para tener un precio justo. Teniendo en cuenta que había 5km al centro y 8 al castillo, las cuentas eran claras. No lo veía así el taxista, que nos pedía 11 CUCs por ir al centro. Tras minutos de negociación, le solté un órdago, cerré la puerta del taxi y haciendo el amago de irme (lento pero creíble), le dije a Bea “vámonos, seguro que hay otro taxi que por 8 CUCs nos lleve al castillo”. Tan pronto el taxista escuchó eso nos dijo “vale vale amigo, yo les llevo”. Mi estrategia había funcionado, mi ego se hinchó como un pavo, ambos sabíamos que aún así me estaba “estafando” teniendo en cuenta los sueldos mensuales del país, pero eso me daba igual. Ya ves si estaba contento con el precio que nos ofreció recogernos a una hora pactada para llevarnos de vuelta. Al final le dimos hasta su propina…. lo sé, somos buena gente. Ya en el castillo, el taxista nos recomendó comprar agua, el día era muy húmedo  y caluroso, nos podíamos deshidratar así que me acerqué al único sitio donde vendían agua fuera del castillo. Como referencia, en la tienda de al lado del hotel nos pedían 0.65 CUCs por ella, pero ahí me pedían 3 CUCs (libra y media). Con un español nativo, le dije que eso era excesivo y le di precios de referencia que argumentaban mi respuesta. Su respuesta fue rotunda “lo sé, pero esto es un sitio turístico”. Ella desconocía mi estrategia de la muerte y ahí que le solté mi órdago (incluí el movimiento lento pero creíble), amago de irme y mi frase “lo siento, es muy caro, lo dejamos en 2?” su respuesta fue inesperada “no”. Vale, me había comido mi órdago. Cualquiera compraba ahora la botella por 3 CUCs… Decidí marcharme sin adquirir la botella y es que uno tiene su orgullo. Bea me esperaba a 10 metros de la tienda, sedienta. Caminé hacia ella descojonado, intentando encontrar la manera elegante de justificar que había intentado regatear fallidamente 50 putos céntimos, pero no la encontré. Visitamos el castillo bajo unos 40 grados sin líquido alguno. Habría pagado 50 CUCs por esa misma botella de los cojones una hora más tarde, pero ya era tarde.

Cochazos cubanos
Paseando por la Habana

Tras el castillo, volvimos al centro, comimos en uno de sus múltiples paladares y recorrimos sus calles. El pequeño problema que tienen con EEUU les dejó excluidos del resto del mundo por lo que los coches de los años 50 son algo característico del país, de ahí que presuman de tener los mejores mecánicos del mundo. Los cubanos dicen ser gente alegre, pero no están contentos. Pensaba que me enseñarían a vivir la vida de otra manera, que me transmitirían valores que desconocía, pero deben estar demasiado quemados para eso; ganan 16€ al mes (independientemente de ser doctores o guías turísticos). No es de extrañar que tengan más de 30.000 médicos expatriados, o que todos los que han decidido estudiar en la universidad (gratuita en el país) se decanten por trabajar en el sector del turismo, donde sólo con las propinas consiguen más dinero que con su salario. Aunque sea por interés, traducido en potenciales propinas,  esperaba un trato más cercano o más alegría por parte de los guías turísticos. No me fui de La Habana con la alegría en el cuerpo que me transmitieron en Punta Cana por ejemplo, suena fatal pero tras sólo dos días allí, ya tenía ganas de llegar a Varadero y que me metieran en mi burbuja, el mundo del todo incluido es lo que mi cuerpo necesitaba en estas vacaciones.

Vistas desde la habitación de Varadero
El día del traslado a Varadero cayó una tromba de agua espectacular, hacía tiempo que no veía llover de esa manera. No pudimos ir por la mañana a la piscina a modo de calentamiento para ir cogiendo moreno poco a poco. El viaje en bus fue una odisea, en mitad del trayecto la guía vino a decir en un inglés terrible que el “bus is not well” y que nos daba dos opciones: quedarnos en un bar de carretera de mala muerte a esperar 1, 2 o 3 horas a otros bus (sin garantizar que fuera lo suficientemente grande como para rescatarnos a todos) o seguir en el bus roto a paso de tortuga con el riesgo de quedarnos tirados en mitad de la nada y morir asados por el sol. Hubo unanimidad, continuamos a Varadero. Me pareció ver a un anciano con bastón y todo adelantarnos por la “autovía” pero al final llegamos al tan ansiado destino, el hotel Blau Varadero.
Atardecer en Varadero
El Hotel era un mastodonte rollo piramidal de dos caras al lado de la playa, nada de cabañitas. Una de las caras daba a la carretera, la otra al océano. Tuvimos la suerte de que nos tocara con vistas a ese plato azul verdoso que tanto habíamos visto en la tele ¡empezamos bien! Nos pusieron la pulserita y listo, el resto es fácil de resumir: desayuno de gooooordo, crema, playa,  mojito, vuelta y vuelta, bañito, mojito, me quemo,  mojito, comida de gooooordo, crema, mojito, piscina, vuelta y vuelta, crema, rojo quemao, angustia de Bea por verme quemao, gritos de quemao, sombrilla, mojito, atardecer, after sun, cena de gooooordo, after sun, espectáculo, after sun, after sun, after sun, a la cama, besito de buenas noches, me quedo pegao en la cama de tanto after sun. Repetimos esa rutina 5 días. Entre cada uno de los pasos anteriores había una visita al baño, siguiendo la tradición de las visitas caribeñas. Los dos días restantes hicimos dos excursiones:

Excursión 1: Nado con delfines. El guía turístico que nos vendió la excursión, nos avisó de que las cámaras de fotos o vídeos, aunque fueran acuáticas, no estaban permitidas durante el baño con delfines aunque sí durante el espectáculo. El motivo; podía dañar a los delfines y los cubanos tenían su propio negocio haciendo vídeos y fotos. Además cobraban por el simple hecho de entrar con ella  y se podían producir hurtos. En dos segundos me quitó las ganas de llevarme la Go Pro. Ya una vez allí y después de disfrutar del espectáculo, lo primero que vi es a un francés con la Go Pro en el pecho grabando como nadaba con delfines… Me cagué en la puta madre del guía cubano el resto del viaje, en su puta hermana y hasta en su puta abuela, eso sí, en la abuela con respeto. De la mala leche que me entró me dio hasta una cagalera que tuve que ir al baño en un sprint que ni Robben vs Ramos.

Nadando con Delfines

El baño era un zulo de 1×1, sin tapadera de taza de water y sin papel. Como tipo precavido tenía mis clinex. Con la cara pegada a la puerta y en cuclillas uno intenta hacer su trabajo, los 40 grados tampoco ayudan y el sudor frío no agradaba la experiencia. Salí de ahí empapao en sudor que ni los delfines y con unos cuadripes que ni Ronaldo. Por fin llegó el momento de nadar con los delfines, el temor de cagarme en ellos, literalmente, estaba presente pero al final mi cuerpo aguantó y disfruté como un enano de la experiencia. Sentir como te empujan de las plantas de los pies, agarrarte a la aleta del delfín para que te llevé por la poza es una sensación recomendable 100%. Volvimos al hotel mirando la foto que compramos y con una sonrisa de oreja a oreja, mientras yo me seguía cagando en la puta madre del guía turístico.

Isla de las Iguanas
Excursión 2: Visita a Cayo Largo. Esta excursión nos la recomendaron nuestros socios, Juanjo y Sara, les estaremos eternamente agradecidos porque fue una auténtica pasada. Se trata de una isla al sur de Cuba, en el mar Caribe, por lo que requería coger un avión y despertarse a las 4.30 de la mañana, ouch. Era 8 de Julio así que puedo decir que disfruté casi las 24 horas de mi cumple! El vuelo era en una avioneta que tenía capacidad para unas 32 personas, de risa. En mitad del vuelo vimos como todo se llenaba de humo, estuve a punto de saltar sin paracaídas por la parte trasera (mejor morir aplastado que quemado) pero Bea se dio cuenta a tiempo de que se trataba de aire acondicionado. El vuelo de sólo media hora se pasó volado, nunca mejor dicho. Nada más aterrizar, nos montaron en un catamarán y paramos en una pequeña isla llena de iguanas que parecían dinosaurios, aquí sí las grabé con la camarita. Buscaba la pelea entre ellas, como si fuera ese niñato del colegio que metía baza entre unos y otros, pues yo les empujaba con la cámara y  les tiraba arena y comida para que se pelearan por ella. Que bien sienta eso. Imagino que Fali se siente así cada día, ¿no? También nos encontramos con una pedazo de estrella de mar, nada ahí estaba puestecita como esperando para la foto. Son de esas estampas que se te quedan grabadas para siempre.
Con nuestra estrella de mar
Mar del Caribe

La siguiente parada fue para hacer snorkel en unos corales con unos bancos de peces de ensueño. Los había de todos los colores; amarillos, naranjas, negro y blancos, azules. Vaya, que parecían las semifinales del Mundial. Nos dieron unas aletas, las gafas y el tubo y ahí media hora de recreo admirando las maravillas marinas. Bea no se pudo poner las aletas porque el día anterior le pico un mosquito mortal que le dejó el pie como un melón. El pie cambió de color 5 veces en un día y se hinchaba como una patata caliente, sin saber cuando iba a explotar. Nos encontramos en el mar con el señor Patato, que pidió matrimonio al pie de Bea, pero claro, dijo que no porque yo estaba delante. Era hasta graciosa verla andar, pero en el fondo daba penilla. No os preocupéis, que se recuperó.

Haciendo Snorkel con la señora Patata

La última parada de la excursión fue la isla Sirena. No había sirenas pero es la playa más bonita que he visto en mi vida. Mejor que la de Saona de Punta Cana. La arena era tan fina que ni el sol abrasador hacía que te quemarán los pies al pisarla. Con la presencia de las palmeras nos echamos una siesta bajo las sombrillas mientras soñaba como las iguanas se comían al señor patato y como Alemania le metía 7 a Brasil como regalo de cumpleaños. Al final resultó ser verdad al menos uno de los sueños.Ya de vuelta al aeropuerto tuvimos tiempo de parar en un recinto donde cuidaban a las tortugas. Pudimos coger un par de ellas gigantes y descubrir el asco que me dan.

Playa Sirena
El Pie y la Patata
Ummm Tortugas…

En el aeropuerto de Cayo Largo, el más pequeño que he visto en mi vida, estaban echando el final del partido de Brasil vs Alemania. Uno de los detalles que me encantó fue la profesionalidad de los que hacían la facturación, que se salían cada vez que había un gol, dejando a todos los pasajeros esperando para dejar las maletas. Os podéis imaginar que allí estuvimos esperando un rato, dado el resultado. Tras un día intenso, llegamos al hotel, qué mejor manera de terminar el día que con una tarta sorpresa que habían dejado en la habitación, demasiado apetecible como para resistirse.

Felices 30

Ese es el resumen de unas vacaciones de ensueño, de esas que no se olvidan. La vuelta a la vida real ha sido dura, el vuelo de vuelta estuvo lleno de turbulencias, Bea perdió el pasaporte nada más aterrizar, seguimos sin hacernos al horario despertándonos a las 14.00 de la tarde y lo peor de todo, es que tenemos un nuevo compañero de piso, Stuart. Se trata de un ratón que se lo ha debido pasar también de puta madre en nuestra ausencia, ayer lo ví como se escondía detrás de la nevera y me pareció verle la pulserita de todo incluido. Bea ya ha montado un tinglado de trampas (gracias a unas magistrales clases de Petra) en las que espero no caer yo, veremos lo que dura. Ahora toca afrontar las 7 semanas que nos quedan para bajar a Málaga y poder veros a todos… ¡qué ganas!

Para cerrar el blog, y para los más vagos, os dejo el resumen del viaje en números:

0- Los kilos que adelgacé con mi dieta durante dos meses antes de salir de viaje.
1- El número de pulseras que necesitas para ser el Rey.
2- Fueron los delfines de los que me enamoré.
3- Los kilos que engordé en Cuba.
4- Las horas que tardé en quemarme.
5- Pavos que me robaron nada más llegar a La Habana.
6- Los kilos que pesaba el pie de Bea.
7- Los días de la semana en los que me acuerdo de la familia del guía.
8- De Julio, el día que cumplí los 30. El día que pasamos en Cayo Largo. Lo mejor.
9- Las veces que, de media, cagaba al día.
10- Los días que duró esta aventura.

No es que se aprenda mucho de unas vacaciones de todo incluido, aunque si que hay una cosa que aprendí en Cuba, y es que, que los negros estén petaos para mí ya no es un misterio. Fui tres días al gimnasio en Cuba y engordé 3 kilos. Un kilo de músculo al día. Los gimnasios de Cuba son la polla. Y quizás por eso también tienen esa manguera.