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Otro post, otro mes que pasa. Siempre leo el blog antes de ponerme a escribir de nuevo; es increíble la cantidad de cosas que pueden pasar en tan poco tiempo y la cantidad de incógnitas que tenía en ese momento.
Tal y como os adelanté, mis padres nos hicieron su primera visita a Londres desde que nos mudamos a las islas, ¡qué lejos queda ya! Como si de una mañana de 6 de Enero se tratara, fuimos con toda la ilusión del mundo a recogerlos a la estación de autobuses, esos abrazos que se producen cada 6-8 meses no se pueden explicar con palabras, pero digamos que la felicidad no solo se puede sentir, también se ve, yo la vi y la sentí.
Pasamos unos días muy completos pero al mismo tiempo descansamos, fueron las vacaciones perfectas.
Vistas desde Greenwich
Pudimos recorrer los sitios que les he descrito durante horas por Skype, disfrutamos del sol, de paseos por el parque, de travesías por el Támesis en barco… Admiramos juntos las vistas desde miradores como el de Greenwich, se enamoraron del canal y del ambiente de Candem y se sorprendieron con lo cambiado que encontraron el centro de Londres, sin duda mucho más bonito y acogedor que lo que es ahora Madrid, decían. Les encantó nuestra casa, nuestro hogar y se dieron cuenta de que no mentimos cuando les decimos desde la distancia que estamos muy bien en la capital. Es curioso lo distinto que me parecieron todos estos sitios por el simple hecho de visitarlo con ellos, me resultaron incluso más bonitos. Tengo la suerte de poder haber viajado mucho con mis padres, he hecho muchas cosas con ellos, pero el llevar 7 años fuera de casa me está impidiendo poder seguir disfrutando de ellos como lo hacía de pequeño. De ahí que estos encuentros sean tan importantes y signifiquen tanto para nosotros.
Candem y sus canales
Tuvimos tiempo para hablar, (como si no habláramos todos los días!). Hablamos de todo, de política, de la vida, de España, de fútbol, de nosotros, de la familia, de nuestros planes. Siempre me hacen meditar, da gusto escucharles. Me inspiran.
Se comportaron como padres, pagando todo allá por dónde íbamos. Imagino que cuando sea padre los entenderé, pero parece que no se dan cuenta que ya tenemos casi 30 tacos y que a nosotros también nos hace ilusión poder invitarles a comer o a una pinta. Luego me di cuenta de que no eran generosos sólo con nosotros… Mi padre se sorprendió de la extrema amabilidad en el trato recibido por un camarero, no había motivo tampoco para la desconfianza pero mi madre, al ver que las vueltas que traía mi padre a la mesa no cuadraban ni por asomo con lo que ella tenía en mente, le explicó que esa amabilidad igual se debía a la propina que “accidentalmente” había dejado, totalmente desmesurada… nada papá, la próxima vez a aprenderse las moneditas antes de venir (y de paso me las explicas a mi, que todavía no me las sé).
Selfie!

Son padres, y no aceptaron quedarse con nuestro cuarto y que nosotros durmiéramos en el de invitados.

Habíamos dejado todo preparado, habíamos cambiado las cosas de sitio para dejarles la cama buena, habíamos vaciado el armario… pues nada, el viernes por la mañana aprovecharon nuestra ausencia mientras trabajábamos para cambiar todo de sitio de nuevo y así dormir ellos en el colchón del suelo… Si me consideráis cabezón, ya sabéis de dónde me viene (aunque mi abuela es más). Lo que no se esperaban es que, lo que les costó probablemente 2-3 horas de sus vacaciones, fue deshizo de nuevo por mi en 10 minutos cuando aprovecharon para ir a recoger a Bea… jajaja, tendríais que haber visto la cara de mi madre cuando subió las escaleras corriendo (a cámara lenta, no sé como lo hace) mientras gritaba “no habrás cambiado las cosas de cuarto hijo p…”. Todavía me entra la risa cuando me acuerdo. Lo siento mamá.
Uno se tiene que quedar con todo eso, porque casi sin darnos cuenta llegó la hora de que se volvieran. Las lágrimas de alegría que vi en la llegada, se volvieron en lágrimas de tristeza, cosa que me deja siempre roto durante unos cuantos días.
Los que hicieron que el sueño fuera posible! Graciasss

Tan sólo un día después de su marcha, era la semifinal de la Champions contra el Chelsea.  Un evento histórico para el que Laury, vía el padre de una compañera de curro (Sandra), me consiguió entrada. No me lo podía creer. Mi primer partido en Inglaterra sería para ver al Chelsea de Torres, contra mi Atleti, para una final… El ambiente pre-partido fue espectacular. La policía de súper buen rollo, dejándonos beber en la calle, dejándonos el altavoz de la furgoneta. Los guiris cantando “Mourinho hijo de…” “Ole ole ole, cholo Simeone”. Nos prepararon un metro directo al estadio para los aficionados. La gente del andén de enfrente nos hacía fotos como si nunca hubieran visto a nadie animar de esa manera. Los policías del Arsenal nos daban sus gorros y nos chocaban la mano. El ambiente fue impresionante. Así llegamos al estadio, preparados para hacer algo grande pero siendo conscientes de la dificultad y de las posibilidades de morir en la orilla. Lo que empezó con lo que podía haber sido la eliminación por un gol del que siempre ha sido mi ídolo, Torres, acabó con un 1-3 histórico en Stamford Bridge. Acabamos sin voz, bebiendo cerveza y llegando a casa a las 3.30 tras perderme con los buses teniendo que trabajar al día siguiente… no había dolor, acabábamos de pasar a la gran final y había sido testigo de ello.

Pase a la final. Los policías se comportaron 🙂
Y así es como llegó el momento en el que sabríamos como acabaría la historia. Una semana en la que nos jugaríamos la liga contra el Barsa en su estadio después de haber desperdiciado la oportunidad contra el Málaga y una Champions contra el Madrid, probablemente los dos equipos más fuertes del mundo, con un presupuesto cinco veces más alto que el nuestro, con jugadores en el banquillo que valen más que tu mejor jugador. Anda que no habría firmado eso a principios de temporada. Los del Madrid y la prensa merengue ahora discuten la calidad del Barsa, hablan de fin de ciclo, el mismo equipo que le metió 3-4 en el Bernabeú hace cosa de un mes. Así somos.
No es precisamente la prensa deportiva la que me enseña cosas, pero el fútbol si que me ha recordado dos este año, una al ganar y otra al perder. Entiendo que a la gente que no le guste el fútbol no la pueda ver, y que los que no son colchoneros igual no la pueden entender pero aquí las extraigo para ellos.
No hace falta que describa como fueron ambos partidos, seguramente serías uno de esos más de 13 millones de espectadores en España que vio como el Atleti perdía a sus dos mejores jugadores en 20 minutos, como encajó un golazo antes del descanso y como siguió luchando hasta conseguir el título 18 años después. Ya lo decía Simeone, no es una Liga… es que si se cree y se trabaja, se puede. Algo que suena tan sencillo, que puede sonar a filosofía barata para algunos, pero que quizás con el fútbol se ha demostrado que es una verdad como un templo.
Campeones de Liga 18 años después!
7 días más tarde, llegó la final de Champions contra el eterno rival, de nuevo sin dos de nuestros mejores jugadores.  La misma afición que hace un par de años sacaba una pancarta que decía “Se busca rival digno para derbi decente” estuvo durante 93 minutos lamentando lo que parecía ser una derrota. El gol de Ramos le dio la vuelta a todo lo que podía estar pasando en el mundo madridista, del fracaso al éxito, del posible cambio de entrenador al líder que dio la décima, de la vergüenza de sus aficionados al orgullo, de una estrategia memorable del Cholo a un planteamiento ultradefensivo.
Nuestro mundo es diferente, nada ha cambiado por haber perdido en el último minuto, sentimos el mismo orgullo por haber dado todo lo que teníamos. Se ha demostrado que ganar no es lo único, que hay otras cosas, si lo has dado todo y has perdido, se puede reconocer el mérito del rival, se puede felicitar, y te puedes ir a casa con la cabeza bien alta. 

A todos nos gusta ganar pero el aplauso que recibió Simeone en la sala de prensa tras acabar la final demuestra que no lo es todo, hay que recordar que sólo puede ganar uno, y si la felicidad sólo depende de eso, entonces muy pocos podrán ser felices. Algunos pueden pensar que eso es de perdedor, pero esa filosofía me permite ser feliz a pesar de haber perdido la única final de Champions que puede que vea jugar al Atleti.

Gracias familia… Gracias Atleti.