Seleccionar página

Siempre recordarás tu Luna de Miel, me decían, y la verdad es que no se equivocaron. Tras estar más de un año organizando con cariño el bodorrio, los contratiempos vividos por el camino y el estrés sufrido cuando decidí cambiar el mundo de la agencia por Google, creedme que estaba más que preparado para “desconectar” durante un par de semanas.

Siguiendo la línea de vacaciones en destinos de playa que empezamos hace 3 años en Cuba, y que seguimos con Tailandia, México fue el destino por el que nos decantamos. El plan estaba claro, disfrutar de las playas idílicas, pero sobre todo conocer al México de verdad, degustar la comida local, entender la historia maya, embarcarnos en alguna aventura y lo más importante de todo: dejar de acelerar durante unos días, porque a veces hay que parar para poder seguir…

México siempre será un país especial para nosotros, ya no sólo por todo lo que hemos vivido allí, sino por lo que nuestro roomie, Luis, ha aportado a nuestras vidas. Luis influyó mucho en nuestra decisión y nos mostró todas las opciones que nos presentaba su país: aventura, playas, cultura y gente cariñosa. Para cuando reservamos los billetes no lo sabíamos, pero al final resultó que tendríamos un guía de lujo: Javier Godínez, un eterno viajero, creador de www.vivirparaviajar.com y amigo de la infancia. Javi se perdió nuestra boda pero nos acompañó en la luna de miel y nos preparó unos planes impresionantes que nos permitió vivir esta experiencia de la manera que habíamos soñado.

Tras cerca de 20 horas de viaje (Hotel – Maria Zambrano – Atocha – Barajas – Cancún – Playa del Carmen), conseguimos aterrizar e inmediatamente despertamos del letargo al que la burbuja de Londres nos tiene sometidos. La humedad y altas temperaturas ya nos pusieron de buen humor, pero el mariposeo que empiezas a notar en el estómago camino del hotel es lo que nos hizo darnos cuentas de que estábamos vivos, de nuevo. Llegamos al Sunset Princess, entramos en la habitación y no pudimos evitar el salir corriendo a la terraza para ver el acceso directo a la piscina. Allí disfrutaríamos de un perrito y una hamburguesa con patatas, recogidas del bar de 24h, y abrimos la cerveza; era el momento de brindar, empezaba la aventura…

Teníamos claro que no íban a ser unas vacaciones de resort, el primer día amanecimos a las 5.30 de la mañana, quizás provocado por el jet lag, y decidimos disfrutar del amanecer y de un paseo por la playa. Repusimos fuerzas con un buen desayuno y aprovechamos para conocer todas las excursiones habidas y por haber. Acto seguido, y con la información fresca en nuestras cabezas, nos fuimos al Spa para que las burbujas del jacuzzi y un buen masaje nos ayudarán a liberar tensiones acumuladas. Ya sí, estábamos preparados para tomar decidir nuestras primeras excursiones.

bea-amanecer

Primer amanecer en México

Akumal & Tulum (Intento 1)

Nuestra primera excursión con Javi fue a Akumal, una playa de arena fina blanca y un mar templado de tono verdoso-azulado que te recuerda que estás en el Caribe y no en el Mediterráneo. Me sorprendieron muchas cosas: lo vacía que estaba la orilla, la ausencia de sombrillas o de mujeres haciendo top-less, pero sobre todo, el comprobar que efectivamente, se puede nadar con tortugas que se mueven libres, haciendo la experiencia única. Disfrutamos de una cerveza en la orilla, mientras los tres nos poníamos al día de nuestras vidas y arreglábamos el mundo.

akumal

Playa de Akumal con nuestro guía

Decidimos comer en un bar donde los camareros llevaban un mensaje en sus camisetas “You hook it, we cook it” que traducido es “Tu lo pescas, nosotros lo cocinamos”. Gran acierto. Salimos de allí con un pulpo, camarones y un pescado blanco entre pecho y espalda. Y con eso te puedes hacer una idea de lo que entiendo de pescados.

Salimos hacia Tulum, las ruinas desde donde se divisó la llegada de los españoles. Lamentablemente llegamos ya para cuando la entrada a visitantes estaba cerrada. Se creaba así la maldición de Tulum. ¿Tendríamos posibilidad de volver otro día? Cambiamos de planes y nos metimos por unas rutas en coche desconocidas, que resultaron llevarnos a una playa virgen donde no había absolutamente nadie. ¿Cómo puede haber playas de ese calibre vacías? Lo bonito de adentrarte en caminos desconocidos, es que puedes encontrar santuarios donde divisar una puesta de sol sentados en un muelle de madera, como si de una película se tratara.

puesta-sol-muelle

Atardecer desde el muelle

Otra ventaja de tener un amigo como guía top es que te puede gestionar la excursión del día siguiente a Chichen Itzá mientras conduce, y en un par de Whatsapps. Dicho y hecho.

Chichen Itzá – Cenote – Valladolid

Madrugar cuando estás de viaje no es madrugar, es disfrutar más tiempo de tus vacaciones. Así que nos vimos en ese autobús de todo incluido camino a una de las 7 maravillas del mundo moderno muy temprano.

La primera parada fue en el cenote Hubiku. Al entrar, vimos dos mayas haciéndose fotos con los turistas, y por algún motivo, aquello me recordó a la película de Apocalypto y me transportó en el tiempo, pudiendo imaginarme cómo sería aquella cavidad hacía cientos de años. La primera impresión es espectacular, nunca había estado en un cenote antes… La temperatura baja considerablemente a medida que vas descendiendo, la entrada del sol por el único orificio que lo conecta con el exterior y la cruz de fondo le da un aspecto divino. Las aguas cristalinas transmiten la pureza del sitio. Una imagen que jamás olvidaré. No tardamos en meternos en el agua, tan dulce como fría. Lo que me terminó de enamorar del sitio fue la sensación al estar tumbado en el agua, con la cabeza lo suficientemente hundida como para tener los oídos bajo agua pero pudiendo contemplar esa maravilla con una respiración tranquila. Había un silencio absoluto, que sólo se interrumpía cuando los mayas hacían sonar uno de sus instrumentos. Cerraba los ojos y sólo sentía paz interior. No fue fácil salir de aquel paraíso pero había que continuar, nos esperaba Chichen Itzá.

bea-cenote

Cenote Hubiku

La historia que hay detrás de esta pirámide es sublime: 4 caras de 91 escalones cada uno que dan pie a un escalón único final para hacer 365 escalones, lo que conforma los 365 días del año. El guía nos contaba cómo los 21 de Marzo y 20 de Septiembre de cada año, se produce un evento único al atardecer: Al ponerse el sol, lo escalones, que tienen una inclinación perfecta de 45 grados, provocan una sombra simétrica sobre la roca que forma la figura de una serpiente, cuya cabeza de piedra se encuentra en la base de la pirámide. El conocimiento astronómico que podían tener los mayas hace cientos de años es tan abrumador, que hace todo el monumento digno de visitar.

La serpiente

La serpiente

sergio-chichen-itza

Chichen Itzá, una maravilla moderna

Nos dirigimos a una de las caras de la pirámide y comprobamos como, al aplaudir, los escalones transportan las ondas sonoras hasta el interior de la pirámide, que devuelve un sonido, justo en la dirección contraria, emulando el sonido que hace el ave real de México. Allí estábamos todos aplaudiendo, intentando encontrar el fallo a tan semejante historia.


Sin tiempo de digerir tanta sorpresas, divisamos el que fue el estadio de pelota maya más grande de México. Allí nos contaron como se jugaban partidos sagrados cada 52 años, donde las clases altas y el rey, eran testigos de un partido con los mejores jugadores del momento. La pelota maya consiste en golpear la bola con la cadera o los codos, e intentar introducir la pelota en una especie de aro bastante pequeño que se encuentra a una altura considerable. Visto en directo parece imposible. Dicen que la pelota podía pesar hasta 3 kilos y que era tal el esfuerzo, que los partidos no podían durar más que unos pocos minutos. Lo que hace la historia todavía más increíble, era lo que sucede al final. El mejor jugador del equipo ganador, era sacrificado por el mejor jugador del equipo perdedor, como ofrenda a los dioses para garantizar años de bonanza y de buenas tierras en el futuro. Vaya, que ahora sé por qué fallaron Griezman y Juanfran los penaltis en la final de la Champions, por si acaso…


Salimos de aquel paraíso con muchas cosas que digerir. Paramos en Valladolid para fotografiar la primera Iglesia creada por los españoles en 1537 y ya de ahí partimos para el hotel de vuelta. Había que aprovechar la barra libre así que empezamos a beber cervezas y algún cocktail que otro, pero de forma responsable. A nuestro lado nos tocó una pareja de chilenos y una de españoles. El chileno, de unos 55 años, había estado en Chichen Itzá, embadurnado de crema solar, sus gafas de sol, y un pequeño bastón que, con todos mis respetos, le hacían un personaje de cuidado. El autobús lo transformó y se convirtió en el alma de la fiesta. El guía de la excursión sacó 3 botellas de 3 litros de tequila, y allí que empezaron, codo con codo el español y el chileno. Una por ti, otra por mi, una por tu país y esta por Hilary. El español creo que fue un poco Trumposo y no bebió tanto como el chileno, pero ganó. Dejó al chileno balbuceando, sin poder pronunciar una palabra. No sé como ese hombre pudo bajar del autobús ni si se acordará de todo lo que habíamos visto horas antes.

Recuerdo esa noche, como al acostarme me quedé pensando en la cantidad de cosas que el mundo tenía que ofrecernos, en lo vivido y en lo que nos quedaba por disfrutar. Como viajar sigue dándonos regalos inolvidables y cómo el conocer otras culturas y formas de vivir nos cambian poco a poco como personas. Dormí con una sonrisa en la cara, pero no había tiempo para soñar mucho, nos teníamos que despertar al día siguiente para ir a Xcaret. Pero eso ya, lo dejamos para otro post.