Listos para embarcar en el viaje de nuestra vida
En el post anterior hablaba de cómo “organizar” un viaje tan largo, sin embargo, lo que no mencioné fueron las circunstancias en las que nosotros iniciamos el nuestro.
Lo cierto es que la vorágine del día a día nos impidió disfrutar de la previa del viaje de la manera que nos habría gustado, o cómo solemos hacerlo en circunstancias normales ante de unas vacaciones de 15 dias.
Las semanas previas habían sido de locos cerrando los flecos en el trabajo, los handovers y jornadas laborales más largas de lo habitual. A eso había que sumarle la organización de la mudanza de 6 años en el extranjero (no solo buscando compañía de mudanza si no organizando los trastos que se van acumulando: esto lo tiro, esto lo doy, esto lo vendo, esto me lo llevo…). Las “despedidas” de todos los seres queridos se acumulaban y todos los plazos que nos habíamos marcado, como cabía esperar, llevaron más tiempo del esperado. Eso sin olvidarnos del papeleo: “Bea has pedido el P45? Tenemos que mirar lo del P85 para la revisión de las tasas. No te olvides de fotocopiar todos los P60 acumulados y las nóminas de todos los meses de Marzo. Ah! Y hay que pedir la carta a la empresa que indique las razones de la salida de la empresa para pedir el formulario U1 necesario para que nos cuenten las prestaciones realizadas aquí de cara a la pensión en España…”.
Pocos sabéis que mientras el mundo sigue girando, seguimos trabajando sin descanso en lo que esperamos se convierta en nuestra propia empresa en los próximos meses. Muchos, por no decir demasiados, han sido los contratiempos a los que nos estamos enfrentando, pero ahí continuamos con la misma ilusión que el primer día… (Ya os contaremos más detalles cuando tengamos algo presentable).
El caso es que salimos para España con los deberes medio hechos. Ya entre Madrid y Málaga disfrutamos del tiempo que pudimos con los nuestros, con vosotros…

Tuvimos un rato para visitar a la que será la nueva agencia en la que trabajaré a partir de Septiembre. Nos reunimos con posibles asesorías & gestorías con las que poder trabajar en cuanto el negocio vea la luz y salimos corriendo para Málaga… y es que había más papeles y gestiones que mirar: visita al registro civil para los papeles de la boda y el libro de familia, regular nuestra situación en España como semi-retornados con gestiones en el SAE, Sepe, Seguridad Social…
Cuando me quise dar cuenta, me pesé y comprobé como había engordado 5 kg desde la boda… ¿Cómo me voy a ir así de viaje? Lo ví claro. Dieta intensiva de 4 días para “desintoxicarme”.
Tras milagrosamente perder 3 kg en tiempo record, llegamos con la lengua fuera de nuevo a Londres. Allí nos acogió María en su piso con los brazos abiertos, que está a 10 minutos de Heathrow. Pasamos una noche tranquila dónde aprovechamos para ponernos al día, aunque es cierto que nos notó más serios de lo que esperaba… y no le faltaba razón! (ella lo decía: “parece que la que me voy de viaje soy yo! Estoy yo mas emocionada que vosotros!)
Todo este ajetreo hace que tu cabeza no sea capaz de desconectar, seguíamos pensando en las gestiones de última hora. A la mañana siguiente, día en el que cogíamos el vuelo a Singapur, fuimos a Correos para mandar todos los papeles que teníamos que mandar antes de dejar Reino Unido, llamamos a la compañía de móvil para cancelar contratos y pasar a tarjeta de pago, cancelamos otros contratos que aún teníamos pendientes de cancelar, cerramos la maleta con las últimas cosas que María nos recomendó llevarnos (Gracias María¡) y salimos de la casa corriendo y sin ni siquiera poder ayudar a María a recoger los platos… (Perdón!). Ya en el aeropuerto, llamamos al banco para avisarles de que estaríamos 4 meses fuera y así evitar posibles sorpresas y cancelaciones en los pagos con tarjeta. Colgamos el teléfono justo para dar la tarjeta de embarque a la azafata, que con una sonrisa que me invitaba a entrar en el avión. Entré ventilándome la barriga con la camiseta que me sudaba fruto del estrés..
Bea y yo tomamos asiento, nos miramos y nos preguntamos. “¿Se nos olvida algo?” No nos lo podíamos creer, por fin nos dirigíamos a la ciudad del futuro, aunque todavía con la mente en el pasado.
Con ese agobio aterrizamos en Singapur. Y como por arte de magia, fue pisar suelo y cambiar el chip. Las mariposas en el estómago volvían a aparecer. Un surco en la mejilla se hacía paso mientras esbozábamos una sonrisa nerviosa. El sueño había comenzado.
La primera sensación que nos dio Singapur, y que se confirmó con el paso de los días, es que se trata de una ciudad que destaca por su limpieza, orden y organización. La gente es de una educación exquisita, cumpliendo con el estereotipo de los países asiáticos.
El metro es sin duda la mejor forma para moverse desde el aeropuerto: cómodo, barato y con aire acondicionado! Cosa que se agradece cuando los 32 grados grados te saludan a ti y al vaquero que llevas puesto. Por 5 SGD compramos los dos tickets y nos plantamos en el hostal en menos de 30 minutos.
Alojamiento: The Cube
Era lo único que llevábamos mirado desde Londres, y fue todo un acierto! Cuando Bea me sugirió la idea de dormir en unas cápsulas me hizo gracia, pero cuando vi que iba en serio he de reconocer que me sorprendió un poco. Lo de no tener baño propio me dio que pensar pero al final resultó ser lo mejor que podíamos hacer. The Cube dispone de 7 baños con duchas (siempre limpias!) y yo nunca tuve que esperar para poder utilizarlos. Es cierto que Singapur es una ciudad cara, y eso se nota sobre todo en los alojamientos. El dormir en una cápsula era de lo más económico, y salía igual que muchos hostales que habíamos visto donde tendríamos que compartir habitación así que no había mucho más que pensar.
Situado en pleno centro y a 30 segundos de la parada de metro de Chinatown, el cubo te aisla y te absorbe por completo del exterior: sin escuchar un ruido ni ver la luz del día, el relax (si no eres claustrofóbico) está garantizado. Perfecto para el jet lag. Además tenían un WIFI que ni en Londres! Lo que nos permitió organizar nuestro viaje a Filipinas días más tarde (además de disfrutar del derby en directo!). Fue ahí donde también nos descargamos unos cuantos libros en el Kindle. Ya sí que sí, estábamos preparados para conocer la ciudad.

La ciudad: Singapur
Mucho me habían hablado del encanto de esta ciudad, pero como siempre, uno tiene que verlo con sus propios ojos para sacar sus propias conclusiones.
Desde el principio me pareció estar una ciudad muy segura, donde se puede disfrutar de un paseo a cualquier hora del día/noche. Las primeras sensaciones fueron increíbles, y es que la misma noche que llegamos caminamos durante 3 horas por los principales enclaves de la ciudad: nos perdimos por Chinatown, entramos en sus templos, contemplamos los altos edificios y la zona de bares desde el río, estampamos algunos edificios característicos de la ciudad como el National Gallery, Victoria Memorial Hall and Theatre y cómo no el Marina Bay Sands. Recuerdo ir con la sonrisa tonta en todo momento. ¿Se mantendría esa sensación durante los próximos 4 meses?
Esos contrastes de rascacielos y edificios inmensos y pequeñas construcciones a pocos metros de distancia es algo que cuanto menos llama la atención.
El segundo día nos adentramos en ese contraste, y comimos en un pequeño mercado Lau Pa Sat (LPS) situado en plena zona financiera. El mercado está formado por decenas de puestos locales e independientes de manera radial, con mesas comunes en el centro y grandes ventiladores que cuelgan del techo para tratar de compensar las grandes olas de calor que te acarician la cara. Con alzar la vista te das cuenta de lo diminuto que puedes llegar a ser.

Ya con las pilas recargadas, seguimos nuestro camino hacía los Gardens by the Bay, zona que se convertiría en mi favorita con diferencia. Conocimos el Super Trees Grove, gracias al gran documental Planet Earh 2 de la BBC. Pensabamos que estarían hechos a ordenador pero al búscarlo por Internet nos dimos cuenta de que semejante belleza existía, teníamos que verlo. Su presencia impone, pero gana todavía más bajo el manto estrellado de la noche sobre ellos. Paseamos por el puente que los une, dónde disfrutamos de unas vistas indescriptibles mientras veíamos la puesta de sol y los árboles se iluminaban para coger ese tono morado tan característico. Tras bajar del puente, decidimos tumbarnos en el suelo para admirarlos desde abajo, y sin saberlo, empezó un espectáculo de luces en el que los árboles parecían bailar al son de la música clásica que sonaba de fondo. Maravilloso. Por cierto, esto es algo que se hace todos los días a eso de las 19:30 (al menos en el mes en el que lo visitamos nosotros!)
Los jardines están en frente del edificio más emblemático de Singapur, el Marina Bay Sands. Subir a la planta 57 y disfrutar de las vistas desde la terraza debería ser obligatorio. Si no eres cliente del hotel, tienes dos opciones: o pagas 20 SGD por subir al mirador dónde puedes quedarte el tiempo que quieras. O subes al restaurante y te gastas 16 SGD en una cerveza para disfrutar de otra inolvidable puesta de sol. En nuestro caso, nos solicitaron el pago de un voucher de 20 SGD cada uno canjeable en cualquier cosa del bar. Fue imposible no pedirnos una bebida de coco para alargar nuestra estancia allí y así retener la mejor mesa de toda la terraza.
Realmente existe una tercera opción, y es la de meterte sin querer en el ascensor que te lleva a la última planta, como si fueras un cliente del hotel, y esperar a que un cliente pase la tarjeta por el lector del ascensor y le de a la tan ansiada planta 57. Prometo que fue sin buscarlo y sin quererlo, pero así fue como acabamos en la última planta para divisiar las vistas por el otro lado del edificio, y la suerte hizo que ninguno de los guardas de seguridad se percataran de ello.

Los precios en Singapur
Singapur, no es ni mucho menos una ciudad barata, por lo que tienes que tener cuidado a la hora de organizar tu presupuesto. Eso sí, siempre hay alternativas.
Pasear por el Fort Canning Park es una experiencia muy relajante, podría admirar los inmensos árboles durante horas si no fuera por el calor que no paraba de azotarnos. Si te gusta algo más el “meollo de la gente” entonces puedes caminar por el barrio de Little India, que pese a no ser mi área favorita, tiene su encanto. Puestos a hablar de barrios, personalmente me quedo con el barrio Arábico, y la mezquita del Sultán, a tan sólo unos minutos caminando.
Si quieres comer barato pero mantener la calidad, entonces tienes que ir al restaurante con una estrella michelín más barato del mundo: Hawker Chan. La historia de su fundador ha dado la vuelta al mundo, y explica cómo todo empezó con un puesto en el mercado que había en frente justo de nuestro hotel. Dado su éxito, abrió un pequeño restaurante en el número 78 de Smith Street, pero manteniendo todo lo que lo llevó hasta ahí: su comida y sus precios. Casualmente nuestro hotel, en el número 76 de la misma calle, daba puerta con puerta, así que teníamos otro motivo más para visitarlo. Por 11.50 SGD Bea y yo nos comimos un pollo con soja y arroz, el plato que recibió tan importante premio. Por daros una referencia, un menú Big Mac en el McDonald sale por 7.36 SGD.
Y por último, si no quieres gastar mucho dinero pero no por ello perderte esta ciudad, recomiendo pasear por los alrededores del Marina Bay Sands: el Art Science Musuem, Merlion Park, disfrutar de espectáculos gratuitos en el Outdoor Theatre y sus vistas al Marina Bay o cruzar el rojo Helix Bridge mientras te imaginas jugando en el Marina Bay Floating Platform un partido de fútbol.
No creo que se pueda empezar el viaje con mejor pie. Nos llevamos todas estas sensaciones con nosotros y nos despedimos de Singapur sin demasiada pena, ya que sabemos que nuestra vuelta a España será desde esta hermosa, y nueva favorita ciudad. Es entonces cuando pensamos visitar el Jardín Botánico y Sentosa Island. Ya os contaremos!
¿Y tú, has estado en Singapur? ¿Qué añadirías a esta lista? Coméntanos y así lo veremos con nuestros propios ojos a la vuelta.
