Seleccionar página
México: Parte II

México: Parte II

XCARET (Viernes)

…Un nuevo amanecer, una nueva excursión. XCARET es un parque natural donde se pueden hacer múltiples actividades así como conocer a fondo la historia maya mediante sus espectáculos.

Aprovechamos para recorrer todos los caminos y disfrutar de todo tipo de especies marinas: tiburones, delfines, rayas… Uno de los mejores momentos fue sin duda recorrer los ríos subterráneos que nos llevaron de una punta del parque a la otra tras, tras hora y cuarto de nado. El trayecto es una auténtica maravilla, encontrando tramos de manglares, cuevas totalmente a oscuras y zonas abiertas pero rodeados de rocas de metros y metros de alturas con pequeñas cascadas que dan al río por el que nos movíamos. Es como nadar por mitad de la selva pero sabiendo que no vas a ser comido por un cocodrilo.

Un mundo por descubrir

Un mundo por descubrir

Otra de las cosas que siempre habíamos querido hacer y que al final no hicimos en Tailandia fue el buceo con bombona. El problema de hacer buceo es que requiere de una fase de iniciación y aprendizaje que hace que las primeras inmersiones sean muy básicas. Aquí, descubrimos la posibilidad de hacer una técnica diferente, conocida como Snuba, que consiste en estar conectados a través de un cable de 7 metros a una bombona que no llevas en la espalda, sino que se encuentra en una balsa. Estás totalmente libre de movimiento, desplazando la balsa flotante allá donde vayas, pero sin la complejidad de tener la bombona a tus espaldas. No lo dudamos, teníamos que probarlo! Tres, dos, uno, al agua! Tras esos primeros minutos aprendiendo a descomprimir, nos vimos sumergidos a 7 metros de profundidad en el mar del caribe. Mi primera experiencia  a tal profundidad y sin snorkel fue muy especial. Teníamos un monitor, éste sí con bombona, que nos iba indicando en todo momento. Las corrientes marinas nos desplazaron varios kilómetros de donde empezamos, pudiendo disfrutar por el camino de tortugas, cientos de peces de todos los colores y hasta barracudas! El silencio es absoluto y la sensación de verte rodeado de agua y de tantas especies que desconoces increible. Con el paso del tiempo, la sensación puede empezar a agobiar un poco, la boca a veces se reseca, la presión en los oídos puede molestar si no la llevas bien, pero todo forma parte de la experiencia. Sin duda esto es algo que tenemos que explorar más, quién sabe, igual algún día me saco el carnet de buceo!

Quitándonos la espina del submarinismo

Quitándonos la espina del submarinismo

La vuelta en lancha a la superficie fue rápida y huyendo de unas nubes negras que formó una tormenta en segundos. Fue llegar a tierra y empezar a caer una buena tromba de agua. Aprovechamos para comer y recuperar energías y dejamos la tarde para los espectáculos. Mención especial a la historia maya, un espectáculo de dos horas de duración que decidimos acompañar con una cena especial en primera fila, con unas vistas privilegiadas. Allí disfrutamos de una representación de ensueño que reflejaba toda la historia de México.

xcaret

Cena en Xcaret

Casi sin darnos cuenta, nos vimos ya de vuelta en el hotel, repasando todos los momentos vividos y casi sin tiempo para dormir, al día siguiente tocaba la siguiente excursión, esta vez con Javi: Cobá, Cenotes y Tulum.

COBA, CENOTES Y TULUM (Intento 2) (Sábado)

Llevábamos 4 días en México y ya habíamos podido experimentar playa, aventura, cenotes, cultura maya, hotel… La idea era probar un poco de todo y en base a las experiencias, elegir los siguientes planes. Queríamos repetir seguir experimentando, salir del hotel, cuanto más lejos mejor!

Javi nos habló muy bien de otra ciudad maya, Cobá, que significa “aguas turbias” en maya, así que allí que nos fuimos, con la idea de parar en algún cenote y pasar por Tulum a la vuelta. Si es que el destino nos lo permitía.

coba-piramide

Pirámide de Cobá

Cobá, en cuanto a superficie, es mayor que Chichen Itzá, pero menos conocida. La entrada nos resultó extremadamente barata (65 pesos, unas £3.5) pero decidimos pillarnos un guía para entender todos los detalles de la civilización maya, lo que supuso 600 pesos más. Una de las principales cosas que nos llamó la atención de la excursión fue la posibilidad de subir a la pirámide Nohoch Mul, la más alta del norte de la península de Yucatán. Nos contaba el guía como una turista, en su luna de miel, se mareó subiendo los 42 metros de pirámide, el marido, al ver que se desmayaba la mujer, intentó agarrarla, cayendo y falleciendo ambos. Cuando vi lo estrecho que eran los escalones y la inclinación de la pirámide, me extrañé de que tan sólo hubiera habido unos pocos accidentes y de que aquello siguiera abierto, pero no podíamos perdernos las vistas desde lo más alto así que empezamos a subir. A mitad de camino, Bea se empezó a marear: el cuello le volvió a jugar una mala pasada por lo que decidió, inteligentemente, desistir, y con ello salvarme a mi también la vida. Javi y yo seguimos hasta lo más alto, y creo que con tranquilidad puedo decir que nos encontramos con las mismas vistas que los mayas tenían hacía cientos de años: Una selva llena de árboles que el ser humano, todavía no se ha cargado. Una estampa de esas que no se olvidan.

coba-selva

Vistas desde lo alto: Cobá

Tras horas de caminata, decidimos recargar fuerzas con un baño frío en el segundo y último cenote que visitaríamos en este viaje. En esta ocasión el cenote estaba totalmente cerrado, pero el agua todavía más transparente si cabe que el primero. Para cuando salimos, lo habíamos conseguido… Se nos había hecho tarde de nuevo para visitar Tulum, uno de los únicos sitios que teníamos claro que teníamos que ir sí o sí.

Lo bonito de viajar es que siempre tienes rutas y caminos que se abren a tu paso. Javi para compensar la falta de Tulum, nos llevó a cenar a un pequeño lugar en una playa virgen en el que te cocinan el pescado que pescan fresco en el día. Llegamos a las 18.00, y nos encontramos al camarero en la puerta que se despedía del patrón, como ellos dicen. “Lo siento chicos, pero estamos ya cerrados, no damos cenas” nos comentó… “No me diga, si venimos expresamente para eso”, respondió Javi. El chaval, muy educadamente, le dijo al patrón, que ya estaba en el coche para marcharse “Patrón, si quiere les atiendo, no me importa” a lo que el patrón le respondió “Lo que quiera, le doy a elegir”. Y el camarero, con una sonrisa en la cara, nos dijo, “adelante chicos, no podré ofrecerles menú, porque sólo nos quedan algunos peces frescos, pero son bienvenidos”. No me lo podía creer. Una playa virgen para nosotros. Un lugar vacío a punto de cerrar, y todos los trabajadores allí para atendernos, porque quisieron. Nos invitaron a sentarnos donde prefiriéramos y Javi, que se conocía el lugar, cogió una de las mesas y la puso en la misma orilla. No tocábamos el agua, porque no queríamos. Y allí estábamos los tres, con una cerveza fría recién abierta, mirando al horizonte mientras anochecía. Puede que ese fuera el mejor momento del viaje. Casi sin darnos cuenta nos vimos totalmente a oscuras, sin una luz, bajo el cielo más estrellado que he visto en mi vida. Pude contemplar una estrella fugaz, ¿mi deseo? Lo tuve claro, pero de momento queda entre yo y el mar del Caribe. Ya os lo contaré si se cumple.

Cena especial

Cena especial

La cena fue de lo más agradable, y empezamos a comparar cómo sería un sábado normal en Londres, comparado con el sábado que acabamos de pasar allí. Un ejercicio interesante que nos dio mucho que pensar. Dejamos el lugar, nos montamos en el coche con todavía unos 40 kilómetros por delante y hablando de los planes del día siguiente cuanto Bea sugirió un plan completamente diferente, digno de la filosofía del “A tope”. En su día Luis nos había hablado muy bien de la isla de Holbox, al norte. Por otro lado, ese mismo día, Javi nos había enseñado un video de las coloradas, unas salinas totalmente rosas que tenían una pinta espectacular. “Y si vamos a Holbox, pasamos la noche allí y salimos al día siguiente hacia las coloradas?”. Al principio, hasta a mi me pareció demasiado a tope, pero tras 2 km recorridos… dijimos… ¿y por qué no? A tomar por culo el todo incluido, vámonos de aventura. Javi, que no había estado en ninguno de los dos sitios estaba encantado… eso sí, no tendría esta vez un as en la manga. Estábamos los 3 en las mismas condiciones, ante lo desconocido. Sería una excursión de dos días, una nueva aventura.

Holbox & Las Coloradas (Domingo y Lunes)

No habían pasado ni 12 horas desde que Javi nos dejó en el hotel y ya lo teníamos de nuevo recogiéndonos. Volvía ese mariposeo propio de las pequeñas aventuras y lo desconocido. Tardamos unas tres horas en llegar a Holbox, por una carretera que literalmente cruzaba toda la selva: si hasta pudimos ver tarántulas cruzando la calle… Llegamos al pequeño puerto desde el que se va a Holbox, dejamos el coche y tras comprar una buena cerveza, nos metimos en el barco. La brisa del mar nos sacaba la sonrisa, que se convertía en carcajada cuando las olas rompían en el barco y nos salpicaban. Sin casi darnos cuenta ya habíamos llegado.

Paseando por Holbox

Paseando por Holbox

Holbox es una isla muy pequeña, fácilmente recorrible a pie, aunque es bastante común alquilarse carritos de golf para moverte entre sus calles de arena dura. Todos los edificios se ven antiguos y muy bajitos, se ve un pueblo frágil, pero con mucho encanto. Maleta en mano, recorrimos la calle principal y decidimos meternos en un bar para reponer algo de fuerzas. Tras repostar con un par de cervezas, nos pusimos a buscar hostal. El primero sólo tenía habitaciones con otras 4 personas, pero los 250 pesos nos pareció muy caro (£12), nada más salir, encontramos otro hostal que pese a su sencillez, nos dió muy buenas vibraciones. Nos ofrecieron una habitación a la que se accedía subiendo una escalera de estás sin patas que esta apoyada contra la pared. La escalera daba como a una tabla, sin barandillas, por la que pasabas para entrar en la habitación, que no tenía puerta, si no cortina, y por supuesto, no tenía baño. Allí había un colchón tirado en el suelo, sin somier ni nada más.  El precio? 200 pesos. Era…perfecto! No habíamos dejado el hotel de 5 estrellas para meternos en otro de lujo. Javi, por su parte, estaba justo enfrente de nosotros, con una cama para él sólo, y un pequeño agujero en el techo jaja, menos mal que no llovió…

Hostal de Holbox

Hostal de Holbox

Dejamos las cosas y sin perder tiempo nos fuimos a dar un paseo por la playa, donde nos relajamos con un pequeño baño y caímos secos en la arena blanca, con la única preocupación de no tener nada de lo que preocuparte. Nos despertamos y sin saber ni la hora que era nos fuimos al único chiringuito que había en la playa. ¿El menú? Una buena mariscada fresca que tardaron en preparar algo más de una hora. El tiempo suficiente para ver el atardecer y que se nos hiciera de noche. Con los estómagos llenos, marchamos para el hostal y es que ahí es donde empieza la magia del mochilero. Tomándonos una cerveza, se te acercan otros viajeros con el que compartes historias y haces amistades. Tuvimos la oportunidad de conocer a un artista Mexicano, y posteriormente saludamos a una chavala que salía justo del hostal. Cuando la chavala gira la cabeza para decir hola a Javi, se para, y con un grito dice “Javi? Pero qué hacés acá?” con un marcado acento argentino. “Nati?” respondió Javi. No me lo podía creer. Pero a quién coño va a conocer Javi en esta punta del mundo…! Resulta que se habían conocido hacía justo un año en Tailandia, y el destino les había unido de nuevo aquí. Nati, llevaba viajando dos años por todo Asia, Australia, Nueva Zelanda y ahora estaba por Centro América, a punto de cerrar la ruta (por ahora). Viaja con su novio y suelen moverse haciendo autostop. Sus planes eran haber ido a Valladolid, pero como la que les recogió en el coche iba a Holbox, cambiaron de plan…¿por qué no? si pueden hacer lo que les salga de los huevos. Lo cierto es que ese simple detalle me chocó mucho. Vivo en un día a día donde yo tengo todo planificado y en el que salir sin una agenda y un calendario conectado a mi Iphone es impensable, que el hecho de ver cómo Nati puede cambiar de planes de esa manera, me dio un poco de envidia. Si tenemos un coche de 5 plazas y ellos son dos, las cuentas eran claras, ya teníamos compañeros de viaje para el día siguiente.

Una buena mariscada

Una buena mariscada

Bea y yo estábamos rotos y nos fuimos con orgullo a la cama a las 22.00. La música de la radio venía de la recepción que estaba justo abajo y se escuchaba con claridad desde nuestro colchón. Un olor a porro entraba de vez en cuando por la cortina-puerta y de fondo, se escuchaban las risas de algunos mochileros contando anécdotas. Esa noche no nos habíamos duchado, la verdad es que la única ducha del hostal no invitaba para ello. Todas esas sensaciones sólo me hicieron sonreír mientras miraba al techo de madera de la cabaña. Notaba como los ojos se me cerraban de cansancio, y me quedé dormido mientras me auto-preguntaba… ¿Podría ser mochilero durante algunos meses?

Amanecí a las 6, que fue cuando el primer mochilero se marchó, pero luego volví a caer hasta las 8:30. Desayunamos unos tacos y zarpamos con nuestra nueva pareja de amigos rumbo a Las Coloradas. La ruta en coche fue de lo más entretenida: no todos los días te juntas con 3 viajeros eternos contando anécdotas: Un coche que se compraron en Australia y que no pudieron vender pero del que todavía conservan las llaves, como perderse de noche camino de ver un volcán y pasar la noche en un refugio, o como recorrer un país en Tuk-Tuk fueron algunas de las historias que amenizaron las 3-4 horas de viaje hasta que… nos paró la policía mexicana en mitad de la carretera. Un control algo sospechoso, en el que las gafas de sol de los policías, la vestimenta, y la metralleta que llevaban, impusieron mucho respeto. Yo ya lo veía claro: soborno y chupaita. Pero qué va, tras la pertinente revisión de pasaportes, sólo de los varones, nos dejaron marchar y llegar a nuestro destino.

Las Coloradas

Las Coloradas

Las Coloradas son unas salinas que hacen como una laguna totalmente rosada como consecuencia de un alga. Inconscientes de nosotros, y tras haber visto el video del tío bañandose en la salina, metimos nuestros pies y hasta cogimos piedras del sal del fondo, que lamimos para comprobar que efectivamente era sal… como el niño que chupa un limón para darse cuenta de que… es un limón? Pues igual. No tardaron mucho en llamarnos la atención y avisarnos del peligro de mojarnos en ese agua, aunque sinceramente, creo que no tenía peligro. Tras las pertinentes fotos, volvimos al coche y nos recorrimos unos caminos de arena increibles: disfrutamos del paisaje, de la vista de flamencos y una vez más de la sensación de libertad.

Naturaleza en estado puro

Naturaleza en estado puro

Teníamos un largo camino de vuelta así que volvimos sin ni si quiera cenar, pero paramos para comprarnos una coca cola y unas patatas. En la tienda, Nati vió un periódico que anunciaba la fiesta de disfraces de Halloween en Mérida. Camino de Valladolid, dónde dejaríamos a los mochileros, decidieron un nuevo cambio de planes, desde allí se irían directamente a Mérida. Igual hasta me estresa ese tipo de vida jaja.

Cuando ya los dejamos, decidimos coger la carretera comarcal en vez de la autovía para llegar a Playa del Carmen. Gran fallo. Las carreteras no tienen ningún tipo de iluminación, la lluvia empezó a ensuciar el parabrisas y lo peor de todo, se acumulaba el número de transeuntes y carrozas que paseaban sin iluminación ninguna por un andén inexistente. La tensión de Javi al volante era palpable, pero pese a las adversidades, conseguimos llegar al hotel. Hogar dulce hogar. Una buena ducha caliente,un buffet de todo incluido con un buen postre y una cama de 2×2. Otra sonrisa al techo y nuevas experiencias para recordar en mi bolsillo. Empezaba a autoresponder mis propias preguntas: mochilero sí, pero con ciertos filtros…

Hotel & Coco Bongo (Martes & Miércoles)

Lo necesitábamos. Queríamos pasar al menos dos días en el hotel descansando, cogiendo algo de color y disfrutando del todo incluido. Empezamos la mañana fuerte y llevábamos 3 rones a las 12 de la mañana. Ya entonados y mientras tomábamos el sol en las hamacas, la representante de Coco Bongo, la discoteca más conocida de Cancún y Playa del Carmen, se acercó para vendernos entradas. Lo había visto claro, éramos un blanco fácil. “Chicos entradas para Coco Bongo” nos dijo “Uf, lo habíamos pensado hace unos días pero ya va a ser que no, nos quedan 2-3 días” respondimos, sin demasiada convicción. “Y qué problema hay? Vayan hoy!” apuntó. Bea y yo nos miramos, sabiendo que ya estaba vendido, y le dijimos “a ver, cómo va esto…”. Cinco minutos más tarde ya estaba yo, con mi ron en mano, camino de la habitación para coger la tarjeta de crédito. Teníamos que ir a Coco Bongo…

Decidimos bajar el ritmo de bebida para llegar a la noche, nos metimos una hamburguesa entre pecho y espalda. Nosotros, y los mapaches con los que se comparte comida en el chiringuito de la playa y que le robaron medio perrito a Bea. Tras la comida, siesta y… dolor de barriga. Había estado todo el viaje de lujo, y justo me puse regular a dos horas de la discoteca. Conseguimos cambiar el día de la reserva para el día siguiente, en el que se repitió la historia. Playita, roncito en la piscina, siesta y dolor de barriga. A tomar por culo, no nos lo podíamos perder. Allí que nos plantamos y disfrutamos de unos temazos, 25 espectáculos sentados en nuestro reservado con nuestra botellita de ron. Los baños de la discoteca bien por cierto.

Cocobongo!

Cocobongo!


La vuelta fue a las 4 de la mañana, nos hicimos algunos amigos en el autobús de vuelta y volvimos a recordar experiencias mientras cenamos en la habitación, con el sol medio apareciendo. No había tiempo que perder, había que acostarse que Javi llegaba en 5 horas. Era la última oportunidad para ir a Tulum.

Tulum (Jueves)

Pensaba que nos iba a costar más despertarnos, pero estábamos frescos. No tuvimos tiempo de desayunar así que nos recogió Javi, que ya entraba en el hotel como Pedro por su casa, y paramos en un bar de carretera bastante conocido por los locales, llamado El Arbolito. Allí hacen unos batidos de frutas (o licuados) impresionantes. También nos pedimos unos tacos hechos a mano. El desayuno perfecto. Pese a que el día daba tormenta había amanecido soleado así que sin retrasarnos mucho más nos fuimos directos a Tulum. Lo habíamos conseguido! Las ruinas se ven relativamente rápido, en 45 minutos te da tiempo a ver todo. Impresiona mucho alzar la vista desde la muralla e imaginarse la llegada de monstruos desconocidos con velas llenos de humanos que se daban la vuelta sin muy bien saber por qué, para volver semanas más tardes con refuerzos. No nos podemos imaginar cómo se sentirían los mayas allá por 1492.

Tulum, un gran descubrimiento

Tulum, un gran descubrimiento

Terminó la excursión y decidimos cerrar el día yendo a comer a aquella estupenda playa donde tan bien nos atendieron días antes. A medida que íbamos llegando, el día se fue torciendo, al final resultó ser verdad eso de que era día de tormenta. A escasos metros del chiringuito, nos encontramos un cartel de un terreno que vendían. Lo vimos claro. ¿Y si llamamos a ver cuánto nos piden y montamos un terreno para montar un hostal? Pues eso hicimos… 450.000 euros por 800 metros cuadrados y 15 metros cuadrados de playa privada. Demasiado para unos simples soñadores. Nos dió igual, nos tomamos un buen plato de camarones, quesadillas y disfrutamos de las últimas cervezas bajo un toldo de plástico. El viento tiraba algunas sillas de la orilla pero nosotros estábamos protegidos del viento. El calor de la brasa en la que hacían el pescado fresco nos mantenía en calor. Pese al viento y la lluvia, no podíamos dejar de mirar al horizonte, sabíamos que era el último día y queríamos memorizar bien aquella estampa. Estampa a la que recurro ahora en los días fríos del invierno Londinense.

Javi nos devolvía al hotel bajo una lluvia ya torrencial, las calles se inundaron e impidieron un paseo por la quinta avenida de la Playa del Carmen. Llegamos al hotel, nos despedimos de nuestro amigo y guía e intentamos dejar las maletas hechas para disfrutar de la última mañana antes de ir al aeropuerto.

Vuelta a Madrid (Viernes)

Pese a no hacer un día de playa, el viernes fue mucho menos duro de lo que imaginábamos. El hecho de hacer parada en Madrid y ver a mi familia también nos ayudó psicológicamente. Nos sentarnos en unas hamacas e hicimos un buen balance de todo lo que habíamos vivido y de lo que queríamos hacer con nuestras vidas en esta nueva etapa como marido y mujer. Decía que a veces, hace falta parar para poder seguir. Nosotros llenamos el tanque de gasolina, trazamos la ruta de nuestras próximas aventuras e hicimos el planning de nuestros próximos objetivos, y no tardamos ni 10 horas desde que aterrizamos en Madrid para ponernos manos a la obra. Desde ahora, y de forma oficial, arriesgaremos y ganaremos juntos.

Arriesgaremos y ganaremos juntos

Arriesgaremos y ganaremos juntos