Demasiadas son las cosas que están sucediendo como para escribir un solo post sobre lo que puede ser, si no lo es ya, el mejor viaje de nuestras vidas.
Tailandia era un destino que nunca nos habíamos planteado, pero cada vez eran más y más las personas que nos lo recomendaban: sus expectaculares playas, sumado a los bajos precios una vez se aterriza, así como la amplia variedad en cuanto a actividades deportivas fueron las tres principales razones que nos trajeron aquí.
La idea era comprar los billetes de avión desde Londres e ir determinando la ruta en función de lo que más nos fuera gustando, esa era al fin y al cabo la recomendación de todos los que habían venido aquí: no te faltará alojamiento y querrás alargar la estancia en ciertos lugares. Cuanto más leíamos sobre Tailandia, más díficil se hacía el seleccionar las ciudades/islas a visitar, por otro lado el disponer de tan sólo dos semanas y querer recorrer el país de punta a punta sin perder tiempo viajando, requería comprar billetes de avión domésticos, y eso era algo que había que hacer con tiempo si querías encontrar buenos precios. Tras mucho mirar, preguntar y leer, nos decantamos por Bangkok por motivos obvios, Chaing Mai por sus actividades deportivas y Koh Lipe y Krabi por sus playas. Haríamos parada en Phuket, donde finalmente pasaríamos sólo 6 horas para dormir.
Los preparativos fueron intensos, es lo que tiene no ir con un tour operador que te tiene todo organizado, pero lo disfrutamos más que cuando fuimos a Cuba. Tras un año sin ponerme malo, me cogí un resfriado importante a un día de salir el avión, el temor a que me diera fiebre me acompañó un par de días, pero todo quedo en unos cuantos mocos y un poco de mala cara, algo más de lo que viene a ser mi día a día…
Bangkok
El vuelo a Bangkok fue con Thai Airways, nos tomamos un par de gin tonics, vimos dos películas, nos echamos una siesta de 5 horitas y para cuando nos quisimos dar cuenta ya habíamos aterrizado, todo un lujo.
Bangkok es una locura, lo mismo te encuentras edificios de la ostia, que chavolitas. Todas las calles están petadas de gente, coches y tuk-tuks. La gente es muy amable, aunque no tanto como me habían vendido. El hostal (Urban Hostel), tenía una cama muy cómoda y estaba super bien localizado, a 3 minutos del Sky Train (Sala Daeng) a través del cual nos moveríamos por la ciudad y de la parada de metro de Silom, que nunca llegamos a coger. Un billete de tren para los dos salía por 50 Bahts (£1), de risa. Nos costó conciliar el sueño la primera noche, el jet lag y un pájaro raro ( bautizado como gato-loro) que cantaba a todas horas nos trastocó. A las 4 de la mañana y con los ojos como platos probé suerte a ver si echaban el clásico en directo, y ahí lo tenía, el partido en la tele y la bronca de Bea. No fue suficiente para evitar que cantara el gol de Suarez (13 puntos en mi comunio lo merecían).
Bangkok te ofrece la oportunidad de hacer mil cosas, nosotros pasamos dos días y medio y nos decantamos por visitar algunos templos, del cual destacaría Wat Poh y la impresionante figura del Budha tumbado (46 metros de longitud). Paseamos por el río Chao Praya en un barquito cuyo ticket costó unos 20 céntimos (15 Bahts). El barquito de los cojones hizo una maniobra rollo Titanic de meter marcha atrás para evitar la colisón con otro barco, con resultados más positivos que en la película. Nos echamos una mini siesta en un parque mientras veíamos un deporte que no había visto en mi vida pero que consiste en hacer pataditas con el balón y sin que caiga, encestarlo en una red rollo canasta que hay colocada a unos 5 metros de altura. Me imaginé con mis colegas jugando en la orilla de la playa y como celebrábamos cada vez que hacíamos más de 10 seguidas… que personajes…aún nos falta para poder competir aquí.
Comimos en la calle, por £2 en total. Nos dijeron que eran pinchitos de pollo, salchichas y bolas de batata. Imagino que sería rata, pinchitos de perro y bolitas de mierda de cabra, pero he de reconocer que estaba rico y que no nos sentó mal, eso en mi, ya es todo un éxito. Mai Pet son las palabras que hay que decir si quieres algo que no sea picante. Las única palabra que he aprendido. Ni gracias, ni por favor, ni pollas. Mai Pet. Amén.
Las altas temperaturas nos dejaron un poco aplatanados, así que me comí un banana split (patapam psss) en el primer bar que había con vistas al río, acompañado de un refrescante batido de sandía (Sandra me comí la bola de helado de chocolate en tu honor).
Ya por la noche llegamos a Koan San Road, la calle más turística de la ciudad. Dicen que es un kaos pero cuando nosotros fuimos no estaba demasiado ambientada. Ahí fue donde nos dimos el primer masaje de pies, es algo orgásmico. Salí de ahí nuevo y pegando unos saltos que ni Michael Jordan en Space Jam. El precio fue de 120 baths (£2.5). Nos tentaron con entradas al ping pong show y con venta de comida de escorpiones, pero no estábamos preparados para ellos, todavía.
Las noches las pasábamos en distintas terrazas de los edificios más altos de Bangkok (sky bar) , disfrutando de las vistas mojito en mano. Es impresionante y algo que recomendaría a quien vaya a visitar esta ciudad. Te cuesta algo más que el mojito del Café del Sol (unos 500 Bahts o £10), pero las vistas te dejarán sin palabras. Especialmente recomendable el de Banyee Tree.
El segundo día en Bangkok nos despertó un monzón que llegó de forma inesperada de China. Jamás había visto llover tanto, acojonaba. Las calles se hinundaron en cuestión de segundos obligándonos a dormir otro rato (bendito monzón) y salir en chanclas una vez había escampado. El agua nos cubría los tobillos y los motoristas iban descalzos. Había que tener cuidado con los cables de las calles, de los cuales salían chispas de vez en cuando. Sin saber si volvería a caer la mundial, decidimos pasar el día de compras en el MBK (la excusa de ser sensatos nos vino de lujo), uno de los centros comerciales donde nos habían recomendado ir a regatear. Negociar es un puto coñazo, pero acabas aprendiendo rápido que todos están compinchados y no bajarán del precio que consideran innegociable, una vez lo encuentras ya está todo hecho. Os podéis imaginar que con camisetas de marca por £3-£4 o calzoncillos por £2 nos tiráramos más de 7 horas de compras. Podía haber sido perfectamente la versión española de Pretty Woman, algo así como Ugly Man.
Para cerrar la etapa de Bangkok, nos fuimos a Asietique, otra zona de compras (jamás es suficiente) a la rivera del río con unas vistas super chulas y una noria rollo London Eye de fondo. Allí no hicimos muchas compras, pero si que cayeron unas cuantas cervezas. Qué bonito sería Londres con este tiempo. También aprovechamos para coger un Tuk Tuk, toda una experiencia. La negociación de los taxis es otra historia. Todo lo buenos que eramos comprando ropa lo perdíamos con los taxistas, penoso.
No podíamos irnos de allí sin ir a un ping pong show. No sé hasta que punto es algo ilegal, a mi mis colegas me lo habían vendido como algo que no me podía perder, pero el taxista, en un inglés muy malo nos dijo algo de poder ir a la cárcel (?). Insensatos de nosotros, nos metimos en una calle que hay cerca de nuestro hostal. Aquello estaba lleno de pubs y putas. Todo lleno de tíos intentando meterte en sus bares prometiendo el oro y el moro, el mejor show, etc. Nos decantamos por uno que parecía más barato (al fin y al cabo queríamos tomarnos una cerveza y ver un par de bailes). Nada más entrar, y pedir un par de cervezas, se nos acercó un alemán y nos dijo que si sabíamos que tendríamos que pagar 1,200 bahts si nos quedábamos. ¡Nos iban a timar! Salimos de allí corriendo dándole las gracias al alemán por avisarnos y el tío que nos metió allí corriendo detrás nuestra, un show.
No era suficiente, nos paró otro tío y le comentamos lo sucedido. Nos prometío que en esta ocasión no había ni trampas ni cartón. Nos metió en un antro donde eramos los únicos clientes así que salimos de ahí corriendo. Finalmente, nos llevó a otro sitio que nos dió “más confianza”. Un escenario con unas 6 tías desnudas bailando y haciendo expectáculos que disfrutamos cerveza en mano. Es un auténtico show, mejor que el circo du soleil. De repente empezó a sonar la canción de cumpleaños feliz “quién coño celebra su cumpleaños aquí” pensé. Nada de cumpleaños, ¡era un número! Una tia empezó a soplar las velas de una tarta con el chichi, impresionante. Otra se metía dardos ahí y los disparaba contra globos que tenía que pinchar. Lo mejor, sin duda, el espectáculo que da nombre al show. Una tía que se mete cinco o seis bolas de ping pong y que disparan al público con más fuerza que Nadal. Suena muy asqueroso pero te dan previamente unas palas de ping pong para que te puedas proteger. Todo un detalle. Entre risas, no me pude proteger de las tres primeras, y una me dio en el brazo. Creo que me lo van a tener que cortar. El resto me las apañé para devolver las pelotas a raquetazos, con la mala fortuna de darle a otra de las señoritas, que pegó un grito, probablemente de asco, no de dolor. Decidí dejarle 100 Bahts de propina, por las molestias ocasionadas. Lo sé, soy un caballero.
Bangkok me dejaba muchas cosas en las que pensar: culturas diferentes, mundos opuestos pero sobre todo una pregunta. ¿Qué novia arrastra a su novio a ver un Ping Pong show?
Chiang Mai
Jamás vi la muerte más cerca que en esta ciudad. Recomendada por el bazar nocturno, algunos templos y sobre todo por sus actividades deportivas, nos decantamos por pasar un día de tirolinas, rafting, baño con elefantes y paseo en cañas de bamboo. Que tranquilo suena todo ¿verdad? Dadme un segundo…
Tirolinas de la muerte: No visualizaba la peligrosidad de esta actividad hasta que me vi colgado a 500 metros de altura cogiendo velocidad, más de la que me parecía que el resto del grupo había cogido minutos antes. No es tampoco de extrañar, ya cojo más velocidad que el resto cuando voy al Aquapark, pero cuando estás en altura y no te espera tu hermana al final del “Puleva” descojonada, no hace tanta gracia. Seguía acelerando pese a llegar al punto donde se suponía que tenía que parar. Con la mano izquierda me agarraba con fuerza a la cuerda y con la derecha cogía la cámara para que no se cayera (aquí ni Arkero la recuperaría). Me pegué una ostia con la madera y las redes del final del trayecto que me hizo rebotar y volver hacía atrás del impulso. Al volver, solté dos patadas, una a Bea y otra a uno de los guías, fue tal la fuerza del impacto que lo tumbé (por eso no me apunto a Muay Thai, no lo necesito). Me alejaba del grupo en dirección contraria, con cara de poker y sintiéndome un polla. En ese momento no sentía dolor pero en la pierna se me quedó una marca morada bastante simpática. Tuvieron que venir no un tío si no dos, a rescatarme. Estar pendido de un hilo es una sensación interesante. Imagino que si hubiera caido no me hubiera pasado nada porque llevaba casco (?). Todavía doy las gracias por no haber sufrido uno de mis dolores de barriga ahí arriba.
Rafting: Siempre había querido hacer rafting, estaba en mi lista de cosas que hacer antes de morir (soy un tío sencillo). Nunca pensé que moriría así, pero una vez mas vi a San Pedro muy de cerca. El río no llevaba mucha agua, lo cual hacía que nos quedarámos estancados en varios tramos del trayecto. Quizás por ello, y porque el guía no hablaba una papa de inglés, el grupo en general y yo en particular, pecamos de sobreconfianza, no veíamos el peligro, me faltaba cantar rollo Pocahontas y hablar con mapaches. “Río abajo lo veré…” decía la canción, pues yo no vi una mierda y así fue como me vi de repente en un “rápido” que me hizo botar y salir disparado de la barca pese a estar agarrado a la cuerda. Todo sucedió muy rápido, pero recuerdo dar la voltereta y darme un golpe con la barca o un remo en la cabeza al caer (bendito casco). Pronto escuché a Bea gritando, no sabía que decía y la corriente me arrastraba y me alejaba de ellos, de la salvación. ¿En serio iba a morir así? El río no estaba profundo, por lo que mis piernas iban chochando con todas las rocas, en el momento no duele, quizás sea por la adrenalina, intentaba levantarlas para evitar los golpes pero así parecía que cogía más velocidad así que intentaba frenar en las piedras que no me pinchaban con los brazos, las piernas, lo que fuera… Me vinieron a la cabeza las imágenes de la película “Lo Imposible”, donde el tsunami arrastra a la familia y se ve como se clavan de todo. No tiene nada que ver, obviamente, pero el miedo a no saber lo que me iba a clavar se apoderaba de mi, ¿y si hay un hierro oxidado?, no me quedaba otra que dejarme llevar y elegir en la medida de lo posible la “mejor ruta”. Tampoco me salió ningún grito, lo cual me hizo quedar como un valiente. El salvavidas me mantuvo a flote así que intentaba esquivar las rocas hasta llegar a una zona tranquila donde poder frenarme definitivamente, mirando siempre de reojo a la barca que me seguía por detrás para que no me atropellaran y me dejaran tonto bajo ellos. Fueron unos minutos de angustia que se me hicieron eternos, no sabía realmente lo qué iba a pasar, estaba totalmente fuera de control y lo que suena a cachondeo contado en un párrafo, cuando te ves río abajo no lo es. Quizás no temía por mi vida, pero romperme una pierna o un brazo era algo bastante realista. Mi cara al subir a la barca demuestra el susto que llevaba en el cuerpo. El video no muestra todo lo sucedido, sólo el tramo final, pero ahora que lo veo me paro a pensar que habría hecho yo si hubiera sido Bea la que cayera al agua, creo que el instinto me habría llevado a saltar detrás de ella, aunque en frio quizás sea la mayor gilipollez del mundo. El ver que su reacción fue grabarme, decir “enjoy” y quedarse en la barca me ha hecho replantearme la relación… aunque el tono de angustia de después y el llevarme al ping pong show en Bangkok la salvó.
Baño con elefantes: Lo más tranquilo del día sin dudarlo. Una bonita experiencia el darles de comer y refrescarles con agua mientras les acaricias. Los cabrones son muy listos, uno de ellos le robó todos los plátanos a Bea del tirón jaja, qué pringada. No sabía que comían 200 kg de comida al día y que sólo dormían 4 horas diarias.
Fue un día intenso, que nos dejó no sólo grandes recuerdos sino también una bonita amistad. Conocimos a una pareja de Israel que estaban de luna de miel. Congeniamos de tal manera que decidimos quedar para cenar y colocarnos por la noche. Fuimos a un sitio muy chulo que había cerca de casa y nos contamos mil batallas. Creo que no he congeniado con nadie así desde que os conocí a vosotros chicos. Nos contaban historias de Israel, del servicio militar, del día a día, de como todo parece totalmente diferente a lo que vemos en las noticias. Es muy interesante tener la otra versión. En definitiva, conocer gente de otros países y de otras culturas. Qué bonito sería poder viajar de forma indefinida.
La mañana siguiente Bea amaneció con un dolor de cuello importante, era tal el punto que tuvimos que cancelar la excursión para ir a ver a los tigres que teníamos programada. Pudimos extender la estancia hasta las 17.00 de la tarde y así reposar esperando una sanación milagrosa. Nos dimos un masaje justo antes de salir al aeropuerto y aunque Bea ha mejorado algo, sigue bastante tocada. Los masajes de cuerpo entero en Chiang Mai de una hora salían a 290 Bahts (menos de £6). A Bea le ordeñaban hasta las tetas, así que yo probé suerte a ver que me hacían. No hay ordeñamiento para chicos, al menos en la versión que me di yo, pero te dejan nuevo. No puedes irte de aquí sin probarlos.
Escribo estas líneas camino de Phuket, donde pasaremos la noche antes de salir a las 8 de la mañana a Koh Lipe. Conocida como las Maldivas de Tailandia. Van pasando los días, pero como en la vida, y como dijo Dani Rovira una vez, quiero creer que lo mejor todavía está por llegar.
PD: Aquí tenéis un vídeo resumen con todo lo acontecido en Tailandia. Incluye todas las caidas, actividades y paisajes que hemos podido experimentar. Es nuestra manera de acercarnos a vosotros. ¡Esperamos que os guste! En breve explicaré las paradisiacas playas tailandesas.
Me ha encantado. Q descojono tus relatos, que como bien dices una cosa es contarlo y otra es verte allí en el “pellejo”,pero al final solo quedan los buenos momentos y las “anécdotas para contarlas.
Me ha alegrado mucho. Abrazos.
…..y a repetir.
Jaja me hago viejo, cada vez tengo tenemos más anécdotas que contar… Mientras estemos sanos y salvos repetiremos 🙂
Jo q super vacaciones!!! No veas la envidia q me das primito!!!! A ver si puedo escaparme y hacerte alguna visitilla! aunque este año con las pocas vacaciones q tengo esta chunga la cosa….
Un besito enormeeeeeee
Eso es tenemos que organizar algo! Algún puentecillo aunque sea no? Besitosss
Grande Sergio!!!
Me he descojonado un par de veces leyendo el post. Lo del ping pong tremendo, no te hacía yendo a esos lugares, jeje! Y lo del combo Rafting – Ziplines es una cosa para el recuerdo!
Estoy totalmente de acuerdo con lo de conocer gente. También nos hemos cruzado con algunos de Israel y son muy interesantes.
“Qué bonito sería poder viajar de forma indefinida”. Después de 4 meses en la carretera te puedo decir que es aun mejor de lo que te puedes imaginar… vamos a ver hasta cuantos meses llegamos!
Te dejo que me voy a pegar un baño en una playa perdida en una isla perdida en Malasia.
Un abrazo! Estoy deseando leer la siguiente parte del viaje (en unos días vamos a Phuket).
Javi
Jaja no me hacías en el ping pong show por qué? A ver si después de 15 años no me vas a conocer! La verdad que da gusto leer tu blog y conocer todos los sitios que vais visitando. No nos recomendaron nada lo de Phuket, por eso acabamos evitándolo pese a tener los vuelos comprados allí, pero imagino que pudiendo estar lo que te salga de los huevos podrás pasar unos dias jaja. Un abrazoooo